El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, preparó el terreno en junio. Anticipó que se venía ¿un pequeño ajuste de los tipos¿ en la siguiente reunión de política monetaria de la entidad. Entonces, el BCE se reunía el primer jueves de cada mes ¿12 reuniones al año, por las ocho de ahora-. Y el 3 de julio de 2008, el Consejo de Gobierno comandado por el banquero francés hizo bueno el aviso: encareció el precio del dinero en un cuarto de punto, hasta el 4,25%.
Para entonces, la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, ya había bajado los tipos en siete ocasiones desde septiembre de 2007, para conducirlos del 5,25% al 2%; la propia institución estadounidense ya había articulado una suerte de rescate para el banco Bear Stearns, adquirido en marzo de 2008 por JP Morgan; el mismo BCE y la Fed ya habían tenido que redoblar sus esfuerzos para inyectar liquidez en el sistema porque los habituales conductos de financiación bancaria al por mayor se habían secado; y varias empresas hipotecarias e inmobiliarias habían quebrado. En resumen, para entonces la crisis ya no era una sospecha, sino una realidad. Pero nada de eso impidió que el BCE de Trichet decretara una subida de los tipos, la primera en más de un año, que ya entonces resultó polémica y que el paso del tiempo ha convertido en el error más grosero cometido por la entidad.
Porque lo que vino después fue descomunal. El monstruo de la crisis siguió devorando piezas. Apenas unos días después de que el BCE aumentara los tipos, EEUU tuvo que acudir al rescate de las dos grandes sociedades hipotecarias del país, los mastodontes Fannie Mae y Freddie Mac; y en poco más de dos meses, la `tormenta perfecta¿ descargó ya de manera inmisericorde con la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers a mediados de septiembre de 2008. Casi un mes después, y en un histórico movimiento concertado de varios de los principales bancos centrales del mundo, Trichet no tuvo otro remedio que recular y redujo los tipos al 3,75%.
LA INFLACIÓN MANDA
¿Por qué actuó el BCE de ese modo en mitad de la mayor crisis económica y financiera desde la Gran Depresión? La entidad lo expuso en el comunicado oficial en el que anunció la decisión y Trichet lo remachó en la rueda de prensa posterior a la cita. ¿Esta decisión se tomó para evitar unos efectos de segunda ronda generalizados y para contrarrestar los crecientes riesgos alcistas para la estabilidad de precios a medio plazo¿, expuso la entidad. ¿Las tasas de inflación del han seguido aumentando significativamente desde el otoño del año pasado¿, añadió.
La inflación, el gran objetivo de la entidad. Su vigilancia como esencia fundacional de la institución, puesto que su principal misión es la de la garantizar la estabilidad de los precios a medio plazo, una meta concretada en que la inflación se sitúe ¿por debajo pero cerca del 2%¿. ¿Y en qué nivel estaba entonces? En junio de 2008 llegó más alto que nunca: ¡al 4%! El BCE, de hecho, sólo atisbaba una "moderación gradual de los precios en 2009".
Pero existían matices que el BCE dejó en segundo lugar. Aunque, en efecto, la inflación general había escalado a ese 4%, su medida subyacente, la que prescinde de la energía y los alimentos frescos porque sus precios son más volátiles y pueden generar 'ruido' a la hora de tomar decisiones, se limitaba al 1,8%. Es decir, el 'calentón' de los precios no procedía de un consumo vigoroso, sino de otro 'lado'.
Ese 'lado' era básicamente un petróleo que caminaba por encima de los 140 dólares por barril y que estaba generando una inflación de costes, que no de consumo. Este matiz, combinado con el hecho de que más allá de la inflación las tensiones financieras, bancarias y crediticias se seguían agolpando y avisando de que la economía caminaba hacia una crisis considerable, es el que nutrió la polémica en torno a esa decisión de subir los tipos con la que el BCE quiso reforzar su credibilidad como agente implacable contra la inflación.
Pero el error de cálculo fue monumental. Una vez que la crisis mostró ya todo su potencial, la inflación se desvaneció. A finales de 2008 estaba claramente por debajo del 2% y en junio de 2009 se encontraba ya en negativo.
REACCIONES INMEDIATAS
La decisión del BCE, por el contraste que suponía con respecto a otros bancos centrales y por el contexto tan concreto en el que se produjo, causó efectos inmediatos. Y en distintos frentes, además.
En el mercado interbancario, cada vez más seco y exigente, la decisión del BCE fue el golpe definitivo. El euríbor a 12 meses, la referencia para la mayoría de las hipotecas a tipo variable, terminó julio con una media del 5,39%. Nunca antes había sido tan alta. Y nunca ha vuelto a serlo, porque ese 5,39% sigue ahora como la 'plusmarca personal' del euríbor.
El euro también hizo historia. La subida de los tipos fue la mecha que prendió la `fiesta final¿ de la escalada que la divisa europea venía protagonizando. Pocos días después, pulverizaba todos los registros y superó la barrera de los 1,60 dólares.
La caída del dólar dio a su vez un espaldarazo adicional a un petróleo que también estaba ya desatado. También a mediados de julio, el barril `Brent¿, de referencia en Europa, superó por primera vez en su historia los 147 dólares.
DE LEHMAN A LAS REPETICIONES DE 2011
Cuando acabó 2008, el Brent no llegaba ni a los 50 dólares. Así se súbito fue el frenazo de la economía mundial tras la quiebra de Lehman en septiembre. Y así de duro el correctivo que el BCE recibió de una realidad que, apenas cinco meses antes, la entidad interpretó de tal manera que decidió recetar una subida de los tipos, es decir, un endurecimiento de las condiciones financieras, cuando el escenario pedía lo contrario o, al menos, pararse a 'esperar y ver'. Porque el mandato del BCE no implica actuar por la inflación de hoy, sino hacerlo en caso de que se detecten presiones inflacionistas a medio plazo. Y al BCE no se le podía pedir que adivinara el abrupto final de Lehman, algo impensable hasta que se produjo, pero sí que hiciera un análisis más fino de la realidad económica y financiera.
El BCE, sin embargo, siempre matizó que hizo lo correcto. Que esa inflación del 4% y los riesgos de que surgieran efectos de segunda ronda en los salarios si no se atajaban los precios no dejaban otra opción. Y no fue una pose. La creencia era sincera.
Quedó demostrado tres años después. Con la crisis del euro abierta ya de par en par, y con Grecia, Irlanda y Portugal ya rescatados, el BCE, con Trichet aún en la presidencia, volvió a subir los tipos. No una vez, sino dos. En abril y en julio, para llevarlos del 1 al 1,5%.
Estos aumentos no estuvieron vigentes mucho tiempo. En noviembre, apenas unas horas después de tomar el relevo a Trichet al frente de la entidad, Mario Draghi abarató el precio del dinero. Al 1,25%. Al 1% un mes después. Arrancó así una secuencia que lo llevaría hasta el 0% en marzo de 2016.
Y ahí sigue. Es más, ahí seguirá todavía durante al menos un año más, porque el BCE ya ha dibujado una hoja de ruta en la que ha garantizado que los tipos no subirán "hasta al menos durante el verano de 2019". En los cálculos del mercado el primer incremento no llegaría hasta septiembre de 2019... y eso que la inflación, de nuevo con el petróleo como protagonista, parece estar de vuelta en la Eurozona. Según el dato adelantado de junio, durante el mes pasado volvió al 2%, el dato más alto desde comienzos de 2017. Pero, esta vez, el BCE no tiene prisa. Porque una cosa parece clara: Draghi, desde luego, no es Trichet.