La rentabilidad de los distintos títulos emitidos por Estados Unidos continúa acaparando la mirada de los mercados financieros. El último hito, alcanzado esta semana, consiste en que el rendimiento de las letras norteamericanas a tres meses vuelve a tocar el 2%, algo que no ocurría desde mediados de 2008. O lo que es lo mismo, desde antes de la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de ese mismo año, que es la referencia a la que siempre se vuelve por ser el acontecimiento que provocó que la crisis alcanzara connotaciones históricas.
Pero, más allá de la cuestión temporal, la auténtica relevancia de ese 2% es doble. Por un lado, porque evidencia hasta qué punto el mundo actual, el de la recuperación de la crisis, se está llenando de contrastes. Y por otro, porque refuerza el progresivo aplanamiento de la curva de rentabilidades de la deuda pública estadounidense.
POWELL VS DRAGHI
Los contrastes se manifiestan por comparación. Ese 2% resulta elocuente si se tiene en cuenta que ayer Alemania se financió a 30 años a un interés del 1,02%. Es decir, a la mitad de lo que EEUU debe pagar ya para financiarse a tres meses.
Semejante escenario es fruto de los distintos mundos en los que `habitan¿ sus respectivos bancos centrales. De un lado, la Reserva Federal estadounidense, presidida por Jerome Powell, ya ha elevado los tipos de interés siete veces desde finales de 2015, para llevarlos del 0-0,25% al 1,75-2%, y ha preparado el terreno para subirlos otras dos veces este año, además de que viene reduciendo su balance desde octubre del año pasado. Y de otro, el Banco Central Europeo (BCE), comandado por Mario Draghi, que mantiene los tipos en mínimos históricos, con los oficiales en el 0% y los de la facilidad de depósito en el -0,40%, y ha anunciado que no los tocará ¿hasta al menos durante el verano de 2019¿, mientras sigue comprando deuda en el mercado, algo que seguirá haciendo hasta finales de 2018.
Adicionalmente, EEUU camina por el segundo de ciclo de crecimiento más largo de su historia, con 109 meses ya a sus espaldas, en tanto que Alemania, como el conjunto de la Eurozona, ha moderado su crecimiento en la primera mitad de 2018. Es decir, más leña para que los rendimientos de la deuda estadounidense a corto plazo repuntebn y los de la alemana se mantengan en zona de mínimos históricos.
HACIA LA CURVA INVERTIDA
Además, el 2% alarga aún más la sombra de la curva invertida en la deuda estadounidense. Es decir, la posibilidad de que los títulos a corto plazo luzcan un interés mayor que el de los títulos a largo plazo.
Con la rentabilidad de los bonos estadounidenses a 10 años en el 2,85%, apenas superan en 85 puntos el rendimiento de las letras a tres meses. Hace un año, esa brecha alcanzaba los 115 puntos básicos. Además, los bonos a 2 años ya se encuentran en el 2,6%, sólo 25 puntos básicos por debajo de los títulos a una década. Hace un año, este diferencial se encontraba en los 91 puntos básicos.
Por el momento, por tanto, la curva se va aplanando. Esto es, cada vez describe una pendiente más baja porque el rendimiento de los títulos a corto plazo sube más rápido que el de los títulos a largo plazo. Y esta evolución inquieta porque el siguiente paso consistiría en que la curva se invirtiera, un mal presagio porque la curva invertida ha precedido las siete últimas recesiones que EEUU ha sufrido.
¿El aplanamiento de la curva y, sobre todo, su inversión suele tomarse como anticipo de las recesiones, con un retraso promedio de entre año y año y medio¿, apunta el analista financiero y asesor del fondo de inversión Multiciclos Global de Renta 4. Eso sí, esta misma semana, Ben Bernanke, presidente de la Fed entre 2006 y 2014, si bien ha reconocido que la curva invertia ha sido "una buena señal de ralentización económica", también ha matizado que esta vez "puede que no sea así" precisamente por la distorsión que las medidas de los bancos centrales y otros cambios normativos han generado en el mercado de deuda.