Situación límite: el peso argentino se hunde un 41% desde la petición de ayuda al FMI
Dentro de lo que suponía pedir otra vez ayuda al FMI, el Gobierno de Macri se las prometía felices cuando lo hizo a comienzos de mayo. Pensaba que había comprado tiempo y tranquilidad... pero casi cuatro meses después la situación es desesperada por el drástico castigo al peso argentino.
31 agosto, 2018 04:00A comienzos de mayo, con el peso argentino cambiándose a 22 unidades por dólar tras una caída acumulada del 15% en 2018 y con los tipos de interés oficiales ya en el 40% en Argentina para intentar frenar la fuga de capitales y el hundimiento de la divisa, el Gobierno de Mauricio Macri -en la foto, de Reuters- dijo basta. Apeló al mal menor, que consistía en llamar de nuevo a la puerta del Fondo Monetario Internacional (FMI) para pedir ayuda financiera. El acuerdo con la entidad dirigida con Christine Lagarde se cerró rápido, en apenas un mes. Macri respiraba aliviado. Los 50.000 millones de dólares pactados blindarían al peso y a la economía argentina y, además, su Ejecutivo ganaba tiempo para implementar las reformas precisas, y lo hacía con el respaldo del FMI, con lo que el mercado cesaría su `ataque¿ a la moneda argentina.
Pero no. Nada de eso. El mercado sólo dio respiro en julio. Pero en agosto ha vuelto a la carga. Y de qué manera, hasta el punto de que el país termina el mes en una situación económica límite. La sombra de un impago de la deuda (`default¿) y de la imposición de controles de capitales (`corralitos¿) cada vez es más alargada por el severo castigo que está sufriendo el peso y la incapacidad del país de detenerlo.
Así lo refleja, además del peso, el precio de los seguros para protegerse de un posible impago (CDS) argentino, que este jueves tocó los 700 puntos básicos, cuando terminó 2017 en los 230 puntos básicos, en mayo estaba en torno a los 300 y este mismo martes, en 595. Cuanto más alto están los CDS, más miedo y desconfianza reflejan, ya que su precio sube porque los inversores los compran más cubrirse del riesgo del impago.
UN FALSO SEGUNDO PLANO
Con la fortaleza del dólar, aupado por la fortaleza de la economía estadounidense, las subidas de los tipos de interés y la tensión comercial patrocinada por el presidente de EEUU, Donald Trump, como piedra angular, las divisas emergentes, que ya llevaban meses sufriendo, lo han hecho todavía más en agosto. Con las miradas puestas en el yuan chino, el auténtico golpe provino de la lira turca y la confrontación comercial entre el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, y Trump.
En esta trifulca, el peso sufría, aunque desde un falso segundo plano. De hecho, el Banco Central de la República Argentina (BCRA), presidido ya desde junio por Luis Caputo, hasta entonces ministro de Finanzas del Gobierno de Macri, se vio obligado a actuar el 13 de agosto. Si en mayo había elevado los tipos de interés del 20% al 40%, ahora lo hacía hasta el 45%. También elevaba en tres puntos porcentuales, hasta el 31%, la porción de los depósitos que los bancos deben inmovilizar, es decir, los encajes bancarios -en Europa, los coeficientes de reservas-.
Para entonces, el dólar ya compraba 29 pesos. Es decir, el peso se había depreciado otro 24% desde los 22 pesos que habían llevado a Macri a pedir el rescate al FMI.
¡SOS! UN ADELANTO DEL FMI
Pero ni por esas. La subida de los tipos tampoco calmó al mercado. Y Macri dio otro paso: este miércoles pidió un adelanto al FMI. Solicitó que le entragara ya parte del dinero del rescate, una petición que aceleró la maquinaria del mercado, que interpretó así como desesperada la posición de Argentina. Y el peso se hundió ese día un 6,5%, hasta los 34 pesos.
Esa desesperación quedó patente de manera extraordinaria un día después. Ayer. Antes de la apertura del mercado en Argentina, el BCRA se reunió y descerrajó un paquete de medidas que constatan la gravedad de la situación. Aumentó los tipos del 45% al 60% y se comprometió a dejarlo ahí ¿al menos hasta el mes de diciembre¿ y, además, incrementó en otros 5 puntos porcentuales, hasta el 36%, los encajes bancarios para los depósitos denominados en pesos. Es decir, dos medidas extremas encaminadas a inmovilizar más dinero para impedir que huya, a frenar la fuga de capitales y a hacer atractiva la inversión en pesos.
El Gobierno intentó reforzar estas medidas desde el frente fiscal. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, anunció que se acometerá una reducción más ambiciosa del déficit público, un compromiso con el que las autoridades intentan recuperar la confianza del mercado.
El mercado, sin embargo, tampoco se vio impresionado. Y el hachazo al peso incluso se aceleró. Una caída superior al 11% en una única sesión, hasta los 38,5 pesos, aunque llegó a hundirse hasta los 41,5, con la que la situación se vuelve extrema. Y con la que los inversores manifiestan las sospechas de que los 54.000 millones de dólares de reservas con los que cuenta Argentina no basten para defender su divisa y afrontar los pagos de su deuda. La petición de un adelanto al FMI no ha hecho sino confirmar esos recelos.
DE AQUELLA DEUDA A 100 AÑOS¿ A ESTO
Y así, tras aquella petición de rescate de mayo, el peso acumula ya una caída del 46%. Ampliando la perspectiva a todo el año, la pérdida de valor de la divisa contra el dólar alcanza ya el 51%. Contra el euro, el descenso es del 48%, todo un 'agujero' para las empresas españolas que tengan negocios en Argentina, que verán cómo sus beneficios en pesos cundirán menos cuando sean pasados a euros.
Aunque, sobre todo, llama la atención la súbita pérdida de confianza de los inversores en un país al que en junio de 2017 le compraron una emisión de deuda a 100 años a un interés del 7,9%. En ese momento, el mercado parecía confiar en la marcha del país bajo la batuta de Macri y Caputo. El crecimiento de 2017, del 2,9%, el mayor desde 2011, parecía avalar esa confianza.
Pero no. En realidad, el crecimiento argentino seguía teniendo unos pies de barro en forma de un déficit público superior al 6% en 2016 y 2017 y de una deuda pública que pasó del 40% al 60% del Producto Interior Bruto (PIB) en el mismo periodo. Y de una inflación próxima al 25%.
Estas estadísticas revelaban que Macri, en el poder desde finales de 2015, metió un chute fiscal para revitalizar la economía del país. Confiaba en que el buen momento de la economía global y las favorables condiciones monetarias le dieran el tiempo para ir poniendo orden luego en las cuentas públicas.
Pero, de nuevo, no lo ha tenido. Y la inflación, a la que el banco central quería domar este año hasta el 15%, supera el 30%; y la economía, de la que se esperaba un crecimiento del 2% este año, ya se contrajo un 6,7% en junio, con lo que, tras gravedad de los últimos acontecimientos, la recesión está de vuelta.
"Con un alto nivel de endeudamiento, este plan no estaba equipado para hacer frente a choques externos, tales como la subida de los tipos de interés [en EEUU], la apreciación del dólar o el incremento de los costes de la energía", explicaba ya en mayo Gregorio Saichin, responsable global de inversiones de renta fija emergente de Allianz Global Investors. Y puntualizaba: "A finales de 2017, no parecía que ninguno de estos riesgos tuviera una alta probabilidad de que se manifestaran". Pero han estallado todos de golpe. Y han puesto a Argentina en una situación límite.
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