A Rahm Emmanuel, jefe de gabinete de Barack Obama, se le atribuye una de esas frases que hace de la paradoja su virtud. ¿Nunca desaproveches una buena crisis¿, expuso. Porque una crisis contiene drama, pena, fatalidad. Pero también lleva dentro la semilla de algo nuevo, ofrece la oportunidad de limpiar lo que estaba sucio, extirpar lo podrido. Y aprender las lecciones.
Algo de ese principio, que no dejaba de ser una variante de la famosa `destrucción creativa¿ del economista austriaco Joseph Schumpeter, emergió tras el hundimiento de Lehman Brothers en septiembre de 2008. ¿Vamos a refundar el capitalismo¿, proclamó al mundo el presidente francés, Nicolas Sarkozy, a finales de ese mismo mes, como muestra de que las autoridades habían tomado nota de aquel desbarajuste y estaban decididas a subsanar los problemas que habían conducido a semejante caos económico y financiero.
SOBREVIVIR
Pero, justo diez años después de la quiebra de Lehman Brothers, lo que de verdad ofrece la perspectiva temporal es que el mundo se ha dedicado, sobre todo, a sobrevivir. No es poca cosa, tras la peor crisis económica y la más global desde la Gran Depresión, pero esos llamamientos a la cooperación global y a las refundaciones no han pasado de palabras grandilocuentes. Sí se vieron acciones concertadas sin precedentes, como las líneas de intercambio de divisas de los bancos centrales o bajadas coordinadas de los tipos de interés. Pero en esencia, y tras esa incandescencia inicial que alentó la colaboración, cada uno hizo lo que pudo.
Recurrir a políticas fiscales expansivas, en algunos casos, y a políticas monetarias muy expansivas, en la mayoría de los casos. Los bancos centrales como protagonistas, como el gran séptimo de caballería, con los tipos de interés al 0% -e incluso por debajo- y con billonarias inyecciones de liquidez. Como las de la Reserva Federal (Fed) estadounidense, cuyo balance aún supera los 4 billones de dólares cuando antes de la crisis no llegaba al billón. O como el Banco Central Europeo (BCE), con un balance de 4,6 billones de euros que casi cuadruplica el existente en agosto de 2007.
Y así, como pudo, el mundo, que en 2009 sufrió una recesión global provocada por el cortocircuito de los meses posteriores a la caída de Lehman, fue recobrando el pulso. Y conforme lo fue haciendo, se apagaron las urgencias del comienzo, los llamamientos a refundar nada. Sí se han endurecido las exigencias de capital y la regulación a los bancos, señalados como los grandes culpables de la crisis, pero, como denuncia el exgobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, sin entrar en su verdadera esencia, esa alquimia consistente en convertir cortos plazos ¿depósitos de los clientes con disponibilidad inmediata o casi- en largos plazos ¿préstamos a los hogares y las empresas entregados a 5, 10, 20 o más años-. Una esencia, por lo demás, compartida con los mercados financieros, donde los estrangulamientos financieros propios entre las exigencias de liquidez inmediata y las necesidades de financiación a largo plazo resultan inevitables. Alquimia, pura alquimia, como resalta King.
De los intentos por coordinar las políticas y la gobernanza económica y financiera del mundo en foros como el G-20 u otros, pocos progresos. Ni Bretton Woods 2.0 ni nada por el estilo. Lo multilateral, de hecho, va camino de lo bilateral¿ o directamente del proteccionismo, con las disputas comerciales alentadas por el presidente de EEUU, Donald Trump, alumbrando una nueva era en las relaciones internacionales. Una época basada en el desencanto de buena parte de la sociedad, defraudada con `esta¿ recuperación, con su desigualdad, y que abraza las ideas de quien le propone más seguridad, empleo y riqueza. Algo a lo que aferrarse, sea lo que sea. "Con la recuperación implicando a la esfera financiera más que el mundo real, ha crecido el apoyo a partidos populistas y un nuevo proteccionismo", constatan desde la gestora Amundi.
"Estamos en peligro de caminar sonámbulos hacia una crisis futura", ha señalado esta semana el exprimer ministro británico, Gordon Brown, a `The Guardian¿. "Hemos abordado las cosas pequeñas, pero no las grandes", se lamenta. Echa en falta la creación de mecanismos capaces de lanzar alertas tempranas contra la crisis o vigilar los flujos financieros. Y lanza una dura crítica vinculada al sector bancario: "Las sanciones por las malas prácticas no se han endurecido lo suficiente. No hay miedo a que los banqueros sean encarcelados por mala conducta. No se ha enviado un mensaje lo suficientemente fuerte como para que el gobierno no rescate a las instituciones que no han puesto sus casas en orden".
Por el contrario, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, sí considera que se han dado pasos para vacunar a los bancos y al sistema de situaciones como la que condujeron a la crisis en 2007. Sobre todo en la banca. ¿Puedo decir que desde entonces no ha habido ni un solo aspecto del negocio bancario que no haya sido tocado por los reguladores y supervisores¿, sostiene. Fruto de ese trabajo, que ha elevado las exigencias de capital al sector, ¿los bancos son más fuertes¿, considera. Concede, eso sí, la existencia de una rendija: ¿¿Podemos ser complacientes? La respuesta, por supuesto, es no, porque gran parte de este negocio ha migrado del mundo bancario al mundo no bancario, la llamada banca en la sombra. Por tanto, el siguiente paso será garantizar que una regulación y una supervisión igualmente sólidas, por supuesto teniendio en cuenta las diferencias en las instituciones, también se aplique a los no bancarios¿. El Consejo de Estabilidad Financiera (FSB, por sus siglas en inglés) calcula que la banca en la sombra maneja ya unos activos por valor de 45 billones de dólares en todo el mundo.
¿SALIDA EN FALSO?
Aunque, sobre todo, hay una lección que el mundo no ha aprendido. O mejor dicho, el relato de la recuperación posterior a Lehman cojea en un punto clave: el de la deuda. Si la deuda, con sus múltiples expresiones, fórmulas y titulizaciones, fue una pieza determinante en los excesos que estallaron desde septiembre de 2008, ahora, una década después, representa un riesgo igualmente amenazante. Más que nada, porque en el mundo hay más deuda que nunca. Sí, más que en 2008. En 2016 el Fondo Monetario Internacional ya lanzó la voz de alarma cuando la deuda global alcanzó los 164 billones de dólares. Este año, según las estadísticas del Instituto de Finanzas Internacionales, creció hasta los 247 billones en el primer trimestre. Es decir, un volumen que triplica el Producto Interior Bruto (PIB) mundial.
Y la deuda tiene un problema: lleva incorporado un despertador. Cuando suena, hay que refinanciarla o pagarla. Y lo primero no siempre es posible¿ y lo segundo tampoco. Sobre todo si los tiempos se tuercen. ¿Lo que muchos inversores aún tienen que aprender es que los buenos tiempos no duran para siempre. El economista Hyman Minsky alertó de que los mercados financieros son inherentemente inestables¿, avisa Ed Walczak, gestor de Vontobel Asset Management.
De hecho, no son pocos los que ven en semejante volumen de deuda una salida en falso de la crisis. Es decir, que en realidad no se han curado los males, sino que han quedado sepultados bajo billones de deuda, como síntoma evidente de que en el fondo no ha cambiado nada. Al contrario, el mundo previo a Lehman, enganchado al crédito, se ha proyectado al presente, más enganchado todavía a la deuda como único paliativo posible para evitar ajustes mayores.
¿Las políticas ultraexpansivas, tanto monetarias como fiscales, que se necesitaban [hace 10 años] para evitar una depresión económica no han saneado la raíz del problema. Son capaces, en el mejor de los casos, de suavizar el ciclo, pero han tenido poco efecto en la tendencia, lo que depende de las reformas políticas y de la voluntad de hacerlas¿, advierte Fabrizio Quirighetti, responsable de multiactivo de SYZ AM. Y va añun más allá. ¿Por el contrario, dado que algunas de estas medidas extraordinarias están todavía en marcha, están retrasando aún más el ajuste necesario¿, se lamenta. Continúa: ¿Sólo veo dos resultados posibles al final del camino para comenzar de nuevo desde una hoja en blanco: impagos masivos de la deuda, quizá a través de una inflación con inyecciones masivas de dinero, que parece más aceptable políticamente y aparentemente menos dolorosa que un impago; o significativas tensiones geopolíticas debido a una crisis de bienestar social¿. Y remata: ¿En el pasado, la deuda masiva siempre terminaba en impago o en una guerra. Sólo espero estar equivocado y soñar con... un escenario a la japonesa". Es decir, de una larga temporada de bajo crecimiento par digerir los excesos del pasado, como lleva ocurriendo en Japón desde los años 90.
¿Hemos confiado todo a la máquina de hacer dinero, y eso no es bueno. Una cosa era implementar esas medidas monetarias tan expansivas en 2008 o 2012, cuando la situación era crítica, y otra distinta es hacerlas permanentes, porque eso sí hace daño¿, avisa el economista Javier Santacruz. Es decir, en su momento, los bancos centrales tuvieron poca opción si querían evitar otra `Gran Depresión¿. El matiz reside en la perpetuación esas medidas extraordinarias, porque el mercado y las compañías, a fuerza de convivir con ellas, las interpretan ya como ordinarias, de ahí la sensibilidad a la retirada de los estímulos y la propia desconfianza de los bancos centrales, temerosos de arruinar la recuperación si se precipitan con las medidas restrictivas, pero también de inflar nuevas burbujas si actúan demasiado poco y demasiado tarde.
Juan Ignacio Crespo, analista financiero y asesor del fondo de inversión Multiciclos Global de Renta 4, introduce un matiz determinante en el equilibrio financiero que existe ahora, una década después de Lehman. ¿En el mundo existe mucha liquidez y mucha riqueza. Lo que estamos viendo no es una salida en falso de la crisis¿, señala. Por eso aconseja no centrarse tanto en la deuda como en una correcta gestión de la situación, porque de ella dependerá la sostenibilidad del auténtico factor clave: la confianza. ¿El problema no es la deuda, sino la confianza. Mientras hay confianza, la deuda se refinancia y no pasa nada. El problema llega cuando se va la confianza¿, añade.
AÑORANDO LOS BUENOS TIEMPOS
Y junto a esa confianza, la memoria. En su libro 'Breve historia de la euforia financiera', el economista John Kenneth Galbraithm subrayó el carácter efímero de la memoria financiera. Por el motivo que sea, el ser humano, tal vez como mecanismo de defensa, olvida las crisis. Y cuando eso ocurre es cuando se siembra la semilla de la siguiente crisis.
Por eso conviene mantener fresca la memoria a la hora de endeudarse o invertir. Un síntoma delata que esa memoria ya flaquea: la añoranza los años del 'boom', de 2005, de 2006, de 2007, cuando en realidad fueron esos años, los excesos cometidos en ellos, los que trajeron la crisis y a Lehman.¿No hemos aprendido nada¿, observa Juan Ignacio Crespo. ¿Cuando hay euforia económica, nadie quiere oír nada de avisos ni cosas por el estilo. Va en la naturaleza humana¿, añade.
Como las crisis también van en la naturaleza económica. Forman parte de ella. Y seguramente no se pueden predecir con precisión. Pero la historia dice que vuelven. Y que duelen. Aunque siempre se dirá que esta vez será diferente. Porque siempre lo es.
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