Un italiano, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, dejó claro este jueves a su país de origen, Italia, que debe andarse con tiento en el pulso presupuestario que mantiene con la Comisión Europea. Sobre todo, si Roma hace cálculos con que siempre podrá contar con el BCE, con Draghi y con su promesa de ¿hacer todo lo que sea necesario para salvar al euro¿, porque no debería contar con ellos. Esta vez no.

Draghi intentó dejarlo claro en la rueda de prensa posterior a la reunión de política monetaria en la que el BCE mantuvo la hoja de ruta presentada en junio, cuando anticipó el final de las compras netas de deuda en el mercado para finales de 2018 y que los tipos de interés seguirán donde están, con los oficiales en el 0% y los de la facilidad de depósito en el -0,40%, ¿hasta al menos durante el verano de 2019¿. Estas decisiones casi fueron lo de menos, porque la comparecencia de Draghi estuvo marcada por las continuas preguntas por Italia, enfrentada a la Comisión por su pretensión de elevar su objetivo de déficit público al 2,4% en 2019, el triple de lo acordado con el anterior gobierno italiano y por encima de lo tolerable en Bruselas. Estas intenciones y la batalla planteada con las autoridades europeas por parte del Gobierno  de la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas están pasando factura a la deuda italiana, con la rentabilidad de los bonos a 10 años en el 3,5% y su prima de riesgo por encima de los 300 puntos básicos, el nivel más alto desde 2014.

Pero nada de esto conmueve al BCE.¿Italia es una discusión fiscal¿, comenzó precisando Draghi. De ese modo subrayó que el asunto se desenvuelve en un terreno de juego ajeno al suyo. El banquero italiano defendió que lo `suyo¿ es lo monetario, no lo fiscal, y que su mandato es la ¿estabilidad de los precios, no financiar a los países¿, recordó. El BCE, por tanto, no se siente aludido por lo que está ocurriendo en Italia. Es una cuestión que concierne a Roma y Bruselas, no a Fráncfort.  

Pero el asunto no se limita a una cuestión formal ni procedimental. La realidad es que esta vez el BCE no tiene ningún ánimo de acudir en auxilio de Italia. Ni de nadie más. En la institución monetaria perciben que los países han malgastado el tiempo que les ha proporcionado con los tipos de interés en mínimos históricos, con sus inyecciones de financiación bancaria a muy largo plazo y con los 2,5 billones de euros que ha bombeado mediante las compras de deuda en el mercado. Sienten que en vez de aprovechar estas condiciones para acometer las reformas estructurales precisas, que Draghi tanto viene reclamando, las han usado como excusa para no hacer nada. Y su paciencia se ha agotado.

LA OPCIÓN OMT

Y Draghi lo expuso con suma claridad este jueves: ¿La herramienta del BCE disponible para trabajar con un país específico es el OMT. Y el OMT está sujeto a un programa del Mecanismo de Estabilidad Europeo (MEDE o ESM, por sus siglas en inglés)¿. No citó directamente a Italia cuando lo dijo, pero tampoco hizo falta. Era a Italia a quien se refería, como ya lo hizo el exvicepresidente del BCE, el luso Vítor Constancio, en mayo de este año.

De nuevo esas siglas, OMT, en boca de Draghi, seis años después de que el italiano se las sacara de la manga en septiembre de 2012 para concretar su histórico compromiso, lanzando en público dos meses antes, de ¿hacer todo lo necesario para salvar al euro¿. Las siglas OMT corresponden a las Operaciones Monetarias de Compraventa, un programa que el BCE puso a disposición de los países que lo quisieran emplear.

Básicamente, consiste en que el BCE comprará en el mercado la deuda del país que así lo solicite siempre y cuando este país cumpla una condición: la de someterse a un programa de medidas del MEDE. ¿Estos programas podrán consistir en un programa completo de ajuste macroeconómico del ESM o un programa precautorio (Línea de Crédito con Condicionalidad Reforzada), siempre que incluyan la posibilidad de que el ESM realicen compras en el mercado primario. También se requerirá la participación del FMI en el diseño de la condicionalidad específica para el país y en el seguimiento del programa¿, detalló el BCE en septiembre de 2012.

La `gracia¿ del OMT es que nunca ha sido utilizado. Jamás. Pero su sola presencia bastó como muro de contención para afianzar el futuro del euro y aplacar las presiones que estaban sufriendo los países periféricos, con España entonces como el país que más estaba contra las cuerdas.

LOS LÍMITES DEL MANDATO

Desde entonces, y pese a no haber sido estrenado, Draghi ha recordado en alguna ocasión que el OMT, junto con el resto de las medidas sacadas de la factoría del BCE durante la crisis, seguía formando parte de la caja de herramientas monetarias de la entidad y que podría ser empleado en cualquier momento. Sin embargo, había quedado en un segundo plano absoluto, sobre todo a partir de 2015, cuando el BCE empezó a comprar deuda pública en el mercado sin ninguna condición dentro del programa de compras de activos (APP, por sus siglas en inglés) que puso en marcha para luchar contra la deflación en la Eurozona.

Pero, cosas del destino, ahora se ha juntado todo. Justo cuando el BCE ha puesto fecha de caducidad al APP, que concluirá en diciembre aunque la entidad seguirá reinvirtiendo el dinero procedente del vencimiento de los títulos que tiene en su balance, Italia emerge como un problema potencial que puede afectar a su solvencia y su posición financiera y, ante esta amenaza, el OMT vuelve a escena. Y Draghi quiso dejar claro este jueves que es lo que hay; que Italia -y cualquier otro país- no debe esperar más medidas o apoyo del BCE que el OMT; que si quiere que le compre deuda, que se someta a un rescate del MEDE, sea cual sea el que se acuerde.

¿Y por qué es así? ¿Por qué ahora solo hay OMT cuando ya ha habido APP? Porque las compras de deuda del programa APP no se hicieron pensando en un país, sino en la estabilidad de precios del conjunto de la Eurozona en un momento en el que la inflación estaba en negativo. Ahora, con la inflación en el 2,1% en la Eurozona, una medida concreta orientada a ayudar a un país en particular sin exigir condiciones a cambio excedería el mandato del BCE. Ese mandato, la estabilidad de los precios, es el que Draghi, habilidosamente, imploró en 2012 para salvar al euro y colgar de él el OMT, sin vulnerar además sus límites, tal como estableció el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, pese a las reticencias de Alemania, donde se entendió que el OMT llevaba al BCE fuera de su terreno legal.

¿Confío en que se alcanzará un acuerdo¿, manifestó este jueves Draghi acerca del pulso entre Italia y la Comisión. Por si acaso, eso sí, recordó que a Roma siempre le quedará el OMT. El que nunca ha sido utilizado. Y del que no conviene olvidarse.