La mayor economía europea disfruta actualmente de una de sus fases más prolongadas de crecimiento y encadena una década de máximos de población empleada, mientras su tasa de paro desciende progresivamente y cerrará este año, según los criterios comunitarios, en el entorno del 3,5 %.
Sin embargo la pujanza de su mercado laboral, que ha animado el consumo privado y contribuido a la buena situación de las cuentas públicas, amenaza con convertirse ahora en el talón de Aquiles de la economía alemana, algo que puede tener graves consecuencias a largo plazo mordiendo del crecimiento a las pensiones.
El consejo asesor del Gobierno alemán en materia económica, los llamados "cinco sabios", apuntaron ya en su informe anual, publicado esta semana, que el crecimiento del país se está viendo refrenado por factores externos, como las tensiones comerciales y el "brexit", pero también por elementos internos , como los "cuellos de botella" en el mercado laboral.
El Instituto para la Investigación del Mercado de Trabajo (IAB), dependiente de la Agencia Federal de Empleo (BA), acaba de anunciar que el tercer trimestre de este año se cerró con 1,24 millones de puestos de trabajo vacantes en Alemania, un máximo histórico.
Según el IAB, el mayor número de empleos sin cubrir se encuentra en el sector servicios (658.000), pero las vacantes se extienden a lo largo y ancho de la economía, del sector agrícola (10.000) a la construcción (123.000), la distribución (87.000), la comunicación (49.000) y las finanzas (12.000).
El Instituto de la Economía Alemania (IW) indica que las empresas, especialmente las pymes, tienen problemas para cubrir dos de cada tres vacantes y que cerca de la mitad de las compañías en el país considera que no está creciendo en línea con sus posibilidades por no dar con los profesionales necesarios.
Incluso el Banco Central Europeo (BCE) ligó parcialmente en su último boletín mensual el fuerte encarecimiento de la vivienda en Alemania a la escasez de personal cualificado en su sector de la construcción.
El Gobierno alemán es consciente del problema y ha avanzado una batería de medidas dentro de una estrategia nacional para afrontar el déficit de personal cualificado en la economía alemana.
Una de sus propuestas estrellas es una ley de migración económica para facilitar la llegada de trabajadores de fuera de la Unión Europea, una iniciativa que se debate actualmente en el seno de la gran coalición de conservadores y socialdemócratas, donde aún deben aunarse posturas.
Estos esfuerzos se unen a otros que ha ido adoptando el Ejecutivo en los últimos años, con éxito desigual, como la idea de atraer a jóvenes desempleados del sur de Europa -especialmente, de España- para que cursasen en Alemania un ciclo de formación profesional.
La masiva llegada de refugiados en 2015 y 2016, de más de un millón de personas, se llegó también a analizar desde el punto de vista de las oportunidades para el mercado laboral, pero el acceso de asilados al trabajo está siendo, en el mejor de los casos, lento.
Como en el caso de los españoles que migraron a Alemania a principios de esta década en busca de trabajo a causa de la crisis, muchos refugiados se han topado con dos grandes dificultades para acceder al mercado de trabajo: la convalidación de títulos y el idioma alemán.
Además, algunos acogidos no tienen una formación formal o incluso no han completado su educación básica y no son integrables en el mercado laboral.
No obstante, los extranjeros están accediendo de manera cada vez más evidente al empleo en Alemania, donde la cuota de población extranjera está próxima al 12 %, en los más diversos sectores.
Según el IW, en los últimos seis años el número de no comunitarios en los denominados trabajos académicos MINT (matemáticas, informática, ciencias naturales y tecnología) ha repuntado un 53 %, hasta los 60.000.
La Asociación Alemana de la Construcción (HDB), por su parte, estima que la proporción de extranjeros empleados en el sector ha pasado entre 2012 y 2017 del 9,0 al 16,2 %, hasta los 127.700 trabajadores.