Se lo propuso. Y lo consiguió. Como con tantos otros asuntos que suponían un anatema hasta su llegada, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, logró reunir el apoyo suficiente dentro del Consejo de Gobierno de la entidad para poner en marcha un programa de expansión cuantitativa (QE) en la Eurozona. Es decir, el mecanismo mediante el que crear y meter dinero de manera más directa en la economía y los conductos financieros a través de la compra de deuda en los mercados. Preparó el terreno en la segunda mitad de 2014, lo anunció en enero de 2015 y dos meses más tarde inició las compras, agrupadas bajo el nombre de Programas de Compras de Activos (APP, por sus siglas en inglés).
Cuando fue presentado el 22 de enero de 2015, lo previsto era que se mantuviera hasta septiembre de 2016. Pero tras varias prórrogas será este miércoles cuando caducará de verdad. Este 19 de diciembre se realizarán las últimas adquisiciones netas en el mercado, y se pondrá fin así a casi 1.400 días de compras. Y no han sido pocas, precisamente. En total, cerca de 2,6 billones de euros -según los últimos datos oficiales-, o 1.843,5 millones de euros al día, repartidos entre los distintos activos que ha comprado: deuda pública o de agencias públicas (2,08 billones), cédulas hipotecarias (261.000 millones), deuda privada (174.000 millones) y titulizaciones (27.000 millones).
Como resultado de estas compras, el balance del BCE muestra un volumen sin precedentes. Alcanza los 4,7 billones de euros, cuando a comienzos de agosto de 2007, es decir, justo antes de las primeras medidas de urgencia que la entidad empezó a aplicar para combatir la crisis, se limitaba a 1,2 billones. Y otro efecto no menos espectacular: el bombeo constante de dinero por parte del BCE con estas compras provoca que sobre más dinero que nunca en la Eurozona. Según los últimos datos, el excedente de liquidez llega hasta los 1,9 billones de euros al día.
BUENO PARA LA ECONOMÍA, SIN IMPACTO EN LA BOLSA
Para Draghi no hay dudas: el QE europeo ha sido un éxito. ¿Especialmente en algunas fases de este periodo de tiempo, el QE ha sido el único catalizador de esta recuperación¿, defendió el banquero italiano en la rueda de prensa posterior a la reunión de política monetaria que el BCE celebró el pasado jueves.
Planteado fundamentalmente para luchar contra la deflación -caída general de los precios-, apoyar la reactivación económica y rebajar las tensiones financieras y las primas de riesgo, lo cierto es que la perspectiva es mucho mejor ahora que en febrero de 2015, justo antes de iniciar las compras. Entonces, la inflación de la Eurozona se encontraba en negativo -por debajo del 0%-, la región venía de un exiguo crecimiento del 1,4% en 2014 y el crédito al sector privado se seguía contrayendo. Ahora la inflación se encuentra en el 2%, la Eurozona viene de un crecimiento del 2,4% en 2017 y este año se acercará al 2% y el crédito al sector privado se expande a tasas que rondan el 4%.
La dificultad, claro está, reside en calibrar cuánta de esta mejoría corresponde al APP, porque no ha caminado solo. Las rondas de financiación bancaria a largo plazo del propio BCE, los tipos de interés en mínimos históricos, el rebote del precio del petróleo y el mayor impulso de la economía global.
"El QE europeo ha tenido tres grandes aspectos positivos y otros negativos. Entre los positivos, ha sostenido la oferta monetaria y su crecimiento para proporcionar al crecimiento el dinero que necesita y vacunar contra posibles problemas de liquidez; ha restablecido el circuito del crédito; y ha actuado como pegamento de la Eurozona. Actualmente, el euro y el BCE son el único pegamento auténtico de la región", valora el economista Javier Santacruz. Y continúa: "Entre los negativos, el QE ha generado el riesgo moral de pensar que el BCE siempre actuará así, con el consiguiente riesgo de decepcionar al mercado si no lo hace; ha generado un incentivo perverso para que los políticos no hayan hecho nada desde el lado fiscal, algo que se refleja en los altos niveles de deuda pública de países como Italia o España; y ha extremado las posiciones entre los países deudores y acreedores de la Eurozona, algo que supone una bomba de relojería".
Juan Ignacio Crespo, analista financiero y asesor del fondo de inversión Multiciclos Global de Renta 4, ve otros dos problemas. El primero, el momento de su llegada. "No tiene sentido aplicar medidas de emergencia cuando la emergencia no es real. En 2015 ya no tenía sentido lanzarlo", expone. Y el segundo, su volumen. "Si Draghi quería lanzarlo en 2015 para amarrar la situación, debería haberlo terminado antes. Con 1 billón hubiera sobrado. Al final ha sido un exceso total", afirma. "El QE europeo vino tarde y se tenía que haber parado antes", coindice Santacruz.
Aunque para espíritu crítico, el de las bolsas europeas, puesto que el QE europeo ha pasado totalmente de largo en ellas, algo que supone un contraste colosal con el estadounidense, puesto que los sucesivos QE de la Reserva Federal (QE1, QE2 y QE3) entre finales de 2008 y 2014 acunaron los históricos registrados alcanzados en Wall Street desde 2013. En la Eurozona, en cambio, el QE termina con los índices en niveles inferiores a los que marcaban cuando el BCE empezó a comprar deuda en marzo de 2015.
En este periodo, el EuroStoxx 50 acumula un descenso del 14%, el Dax alemán se deja un 5% y el Cac 40 francés, un 2,5%. En el caso español, el Ibex 35, que a finales de febrero de 2015 superaba los 11.000 puntos, no llega ahora a los 9.000, con una caída del 20% en el periodo. Incluyendo los dividendos, el descenso del Ibex se limita al 8%. Estos retrocesos se deben a que por el camino las bolsas europeas se han encontrado con situaciones como la crisis griega de verano de 2015, el Brexit o la continua incertidumbre política en Europa, pero también al hecho de que el QE europeo llegó con retraso y cuando las bolsas ya llevaban subiendo en la mayoría de los casos desde 2009.
SEGUIRÁ EN EL MERCADO
Aunque el fin del QE marca el fin de la etapa de la política expansiva más extraordinaria del BCE, no significa que esta se acabe. Para empezar, porque continuará en el mercado dedicando a la compra de deuda el dinero procedente de los bonos que tiene ahora en cartera, es decir, realizando reinversiones. En 2019 estas rondarán los 200.000 millones de euros. Y para continuar porque los tipos de interés seguirán en mínimos históricos, con los oficiales en el 0% y los de la facilidad de depósito en el -0,40%, ¿al menos hasta durante el verano de 2019¿. O lo que es lo mismo, como pronto subirán en septiembre u octubre de 2019.
La clave para la gestión monetaria del BCE en esta nueva etapa posterior al QE residirá en la gestión del balance, porque poco a poco se irá encogiendo al no hacer ya nuevas compras de deuda en el mercado -simplemente hará reinversiones- y al producirse los vencimientos de los préstamos bancarios a largo plazo realizados en 2015. Los efectos que puedan producirse en la liquidez y en las condiciones financieras guiarán al mercado a la hora de decidir si tiene que implementar nuevas medidas expansivas para equilibrar la situación.
Porque el QE ya es historia, y porque Draghi también lo será en noviembre, cuando ya dejará su puesto. Pero sus medidas, entre ellas el QE, ya son para siempre. ¿El QE es parte de nuestra caja de herramientas. Es permanente y es algo que estará disponible ante contingencias que el Consejo de Gobierno tenga que decidir¿, sentenció Draghi la semana pasada.