El arroz es un alimento básico, sobre todo en los mercados asiáticos, y es por ello por lo que no debe sorprendernos que de la misma manera que nosotros hemos dejado las estanterías limpias de papel higiénico y ahora nos está dando por la harina, allí comienza a escasear el grano.
De hecho, esa demanda por el arroz es pareja al incremento de los precios, ya que ha pasado de valer 12,30 dólares a mediados del mes de diciembre cuando apareció el coronavirus en China, a los 14,29 en los que cerró ayer en el mercado de futuros de Chicago. Esto supone una revalorización del 16%, además del excesivo nivel de volatilidad que se puede ver en el gráfico adjunto más adelante.
Esto también implica que se ha colocado en un nivel de precios no visto en casi 6 años. Y es que, además de la sobre demanda generada por acopio de los ciudadanos, se une el hecho de que también se esté exportando menos al resto del mundo. ¿El motivo? El confinamiento ha hecho que la producción de arroz esté muy mermada por la escasez de mano de obra.
China, el mayor productor
China produce el 90% del arroz del mundo, aunque ahora ha pasado a consumir prácticamente la misma cantidad de arroz por lo que ha pasado de exportar a importar. El gran exportador de arroz es India seguido de Tailandia, ambos tienen problemas de recogida de esta materia prima y de transporte, pero además se une una severa sequía en Tailandia lo que ha llevado a las autoridades a no firmar más contratos de exportación.
Las existencias de arroz no son pocas. Estamos hablando de una capacidad aproximada de cuatro meses de consumo normal, por lo que el impacto de la situación actual en los países productores y exportadores no es muy alta, pero todo debe medirse en términos de duración de la pandemia.
Lo que nos estamos jugando es la temporada de siembra, lo que implicaría que habría muy poca producción en la próxima cosecha y entonces sí que habría un estrangulamiento brutal de la oferta para el resto del año.
Pero los daños colaterales del coronavirus no quedan limitados al arroz. Ahora es tiempo de cosecha del trigo, muchas verduras y algunas frutas en el Sur de Asia y los agricultores necesitan de la ayuda de inmigrantes para la recolección, carga, descarga y uso de maquinaria. Sin embargo, las restricciones de movimiento en numerosos países hace difícil encontrar esa mano de obra. El resto lo hace el miedo evitando que los que sí que pueden ir a trabajar no lo hagan.
El precio del trigo también ha subido fuertemente desde mediados del pasado mes de marzo por la compra por parte de los consumidores sobre todo europeos y estadounidenses.