Se dice con sorna que Cristóbal Colón fue el primer economista porque cuando partió del Puerto de Palos ignoraba donde iba, no supo dónde llegó y todo lo hizo con una subvención del “Ministerio”. Hay una clase de economistas que no desarrollamos nuestro análisis con la intención de realizar proyecciones basadas en abstractos modelos econométricos.
Personalmente soy un creyente del análisis de la historia con el interés de aprender de los errores y no con la intención de predecir crisis o recesiones. Coincido con Howard Marks quien acertadamente habla de inferir no de adivinar el futuro. Y es que cuando se trata de proyecciones, los economistas tenemos esa fama que nos sitúa al mismo nivel de fallo predictivo que los meteorólogos.
Si usted es un optimista convencido, de los que desconfía de las opiniones de los economistas y además no ha leído el informe de perspectivas mundiales que el FMI publicó esta misma semana, mi recomendación es que pase a otro artículo.
En primer lugar porque negará que el momento actual sea mucho peor que hace seis meses, lo cual no por esperado no deja de ser deprimente. Y en segundo lugar porque argumentará que la reputación del FMI en sus proyecciones es tan mala que irónicamente se toman como un termómetro de lo indeciso que podría llegar a ser el panorama global. Pero si decide seguir leyendo porque tiene curiosidad, voy a intentar sintetizar lo más relevante del informe del FMI.
La visión del organismo es que el mundo experimentará por primera vez en su historia una recesión global en forma de una desaceleración más profunda de lo proyectado, que será del -4,9% y que sobrepasa en casi 2 puntos porcentuales la estimación de crecimiento del PIB en abril, que ya recogía los efectos iniciales de la pandemia. Así pues, el FMI espera una mayor caída de la actividad pero también una recuperación más lenta como demuestra la nueva corrección a la baja del crecimiento estimado para el próximo año.
Lo peor de las nuevas estimaciones es el elevado grado de sincronización. Las economías avanzadas caerán más que el crecimiento global, con EEUU dejándose un 8%, Japón un 5,8%, la Unión Europea un espectacular 10,2% y las economías Emergentes un 3%.
Esta revisión a la baja se produce después de que el comercio mundial se espere que sufra una contracción de casi el 12%, con una acelerada caída del consumo y de la inversión. Las expectativas de inflación pasan a estar sesgadas fuertemente a la baja apuntando a riesgos de deflación en algunas economías.
El FMI alerta que las proyecciones presentan riesgos a la baja ante la posibilidad de un nuevo brote
Por si este panorama no fuera especialmente negativo, el FMI alerta que las proyecciones presentan riesgos a la baja ante la posibilidad de un nuevo brote. Así la economía mundial podría caer el próximo año entre 4 y 5 puntos porcentuales si el coronavirus vuelve a congelar la economía.
Preocupante también es cómo se están financiando los déficits públicos en los países más desarrollados. En su informe, el FMI avisa del fuerte incremento del gasto público que podría empeorar el saldo fiscal en 16,5 puntos porcentuales, elevando el nivel de deuda sobre PIB en 13 puntos más que el año pasado. De esta forma, la deuda pública podría irse del 130% sobre PIB, equiparando por primera vez en la historia un ratio de deuda agregada equivalente al 100% de la producción mundial.
En el peor escenario de crecimiento para 2021, con un incremento sostenido del gasto público y asumiendo el desequilibrio que conlleva, el ratio de deuda sobre PIB podría llegar a un colosal 150% en las economías más desarrolladas. España por ejemplo podría pasar del 95,5% en 2019 al 140% en 2021 mientras que Italia se acercaría muy peligrosamente a duplicar su PIB. Insostenible para los contribuyentes y para los bancos centrales que siguen comprando la deuda de estados cada vez más insolventes.
Con todo, uno de los aspectos que más preocupa del informe del FMI es el temor a un sustancial aumento del riesgo de pobreza, incluso en las economías desarrolladas donde el riesgo de exclusión es evidente.
Uno de los aspectos que más preocupa del informe del FMI es el temor a un sustancial aumento del riesgo de pobreza
Cambiándome el gorro de economista por el de gestor, lo que me asombra de este informe es el reconocimiento abierto que el FMI realiza sobre el exacerbado optimismo de los mercados financieros que muestran una “desconexión de las perspectivas económicas fundamentales”. Una total desconexión de la realidad tras dos meses en los que solo hemos visto humo en forma de unos precios que no pueden estar más despegados del panorama actual de crecimiento global. Incluso aunque no se alcance el peor escenario.
La síntesis es más de lo mismo. Crecimientos a la baja y con riesgos que siguen siendo estructurales para un mundo sincronizado donde la deuda, cada vez con menores rendimientos por la insistencia de dar continuidad a las mismas políticas monetarias, va en aumento y donde hay nuevos riesgos de deflación que podrían desembocar en una guerra de divisas a la vista de las tensiones que sigue acumulando el dólar.
En este contexto los mercados han disparado la irracionalidad pues han cotizado a la baja los riesgos a la vez que han cotizado al alza las expectativas. Unos pronósticos que, como dice el FMI, “indican un declive sin precedentes de la actividad mundial”.