Existe una gran diferencia entre la crisis bursátil de 2008 y la crisis actual del Covid-19, principalmente por la afectación a diferentes economías. En 2008 la enorme burbuja de deuda afectó al corazón del sistema financiero, los bancos. En esta ocasión, la crisis lejos de ser una crisis financiera se ha convertido en una crisis productiva.
El Covid-19 ha atacado a la economía productiva y aunque todavía queda lejos la victoria definitiva al virus, tenemos claro que la respuesta de los Estados y Bancos centrales ha sido decisiva: ¡liquidez y deuda!.
La agilidad en la respuesta de las autoridades y la afectación al tejido productivo tiene unas repercusiones muy distintas a la atípica crisis vivida en 2008. Entonces vivimos en una época en la que los gobiernos eran incapaces de advertir lo que se nos venía encima y se sentían impotentes a la hora de tomar decisiones ante la avalancha bursátil que golpeó el mundo tras la quiebra de Lehman Brothers.
La sapiencia y autoridad en la materia de Ben Bernanke salvó el mundo a un elevado coste. Pero claro está que salvó al mundo capitalista de su aniquilación. La munición exigida por las bolsas ha sido incapaz de crear inflación en la economía real, algo que dista mucho de la realidad.
Y la realidad es que la burbuja "made in" Bernanke ha creado riqueza y burbujas selectivas. Actualmente las cosas son distintas, puesto que estamos viendo como a parte de las decisiones de apoyo por parte de los bancos centrales los Estados están acompañando con ingentes reformas fiscales y un gran fondo de reconstrucción que va directo al corazón de la economía productiva.
La sapiencia y autoridad en la materia de Ben Bernanke salvó el mundo a un elevado coste
Ya lo decía el anterior presidente del BCE Mario Draghi, sin apoyo fiscal de los estados sus maniobras tendrían un reducido impacto en la economía. Y si atendemos al multiplicador monetario que mide la solvencia bancaria y los avales nos encontramos con un nivel récord en el incremento de la oferta monetaria, algo que explica dos cosas, que el dinero por fin entra en la economía y que al fin se crea inflación.
En este entorno es probable que los bancos sufran mucha volatilidad en los mercados. No es para menos. La banca ha logrado un milagro en estos últimos años y es crecer en el beneficio por acción con un ROTE ridículo.
El ROTE es el ratio que mide la rentabilidad de los activos y tiene mucho que ver con los tipos de interés (el margen comercial de los bancos). La transformación digital ha roto el sector y la banca ha reducido considerablemente su volumen, apresurada por las exigencias de capital y la baja rentabilidad de su negocio core.
Una banca tradicional cada vez mas centrada en custodiar depósitos y prestar, se intuye como parte de la solución a esta crisis y no como el problema. Los bancos son los instrumentos que permiten disponer la oferta monetaria en circulación a la economía productiva.
Aquí es donde entendemos el comportamiento de Lagarde durante toda la crisis del Covid-19. Lejos de buscar medidas cortoplacistas con una clara afectación a los bancos privados, el BCE ha sido en todo momento muy cauteloso.
Para empezar no se han reducido los tipos de interés. Con posterioridad ha sido permisivo con algunos instrumentos financieros de baja calidad crediticia incorporados en sus recursos propios. Finalmente se postula en una posición complaciente en cuanto a la exigencia de garantías delante de un inminente movimiento de fusiones y adquisiciones sectoriales.
Lejos de buscar medidas cortoplacistas con una clara afectación a los bancos privados, el BCE ha sido en todo momento muy cauteloso.
La banca ha pasado de ser el demonio a ser un redentor. La banca es necesaria para instrumentalizar las líneas de financiación ICO a la economía productiva y es necesaria para apuntalar la economía. Si la oferta monetaria logra acelerar la inflación, el enorme esfuerzo realizado por la banca en cuanto a la venta de activos no estratégicos y reducción de los costes, se debería ver reflejada en un importante incremento de los beneficios y de su rentabilidad.
Por contra, es evidente que los riesgos que subyacen en el sectorial suponen un lastre. La escabechina provocada por el Covid-19 en el tejido de pymes debería de llevar implícita una subida en la morosidad. La habilidad de los banqueros en transformar préstamos a las empresas en líneas de ICO con aval del Estado, jugará parte importante en el futuro destino de las entidades.
Unas entidades que como el Sabadell cotizan a 0,17 veces su valor contable o que como Santander y BBVA cotizan en torno al 50% de su valor en libros. Nunca la banca había cotizado en estos múltiplos. También es cierto que nunca la banca había cotizado con tanta incertidumbre. Exigencia de requisitos de capital, baja rentabilidad, amenaza en la transformación digital y en el movimiento Fintech.
Así las cosas nos encontramos esperanzados en Blackbird Bank delante de la posibilidad de recomprar Santander y BBVA, entidades que vendimos al arranque de la pandemia al temer por un notorio incremento de la morosidad y que ahora podremos volver a retomar aquello que dejamos de lado, con un 40% de descuento.
Pensamos que los riesgos son muy elevados en ambos casos, debido principalmente a los argumentos que ampliamente les he detallado en este análisis. Sin embargo, las bajas valoraciones y el espectacular incremento de la oferta monetaria, así como un inminente movimiento de concentración debería favorecer las cotizaciones.
Es cierto que necesitamos ver el BBVA por encima de los 3,40 euros de cotización para tomar posiciones y no ver los 2,95 euros para cerrarla. Así como en el Santander tomar posiciones largas por encima del 2,40 euros y venderlas si el precio no se soporta sobre los 2.05 euros.
Estos niveles marcarán el devenir a corto y largo plazo de un sector defenestrado injustamente por el mercado, pero cotizándose a unas valoraciones excepcionalmente reducidas. La capacidad que tenga el mundo para sobrevivir al Covid-19 y rearmarse económicamente tendrá mucho que ver con lo que suceda en sus cotizaciones por lo que seguiremos atentos la evolución de la información, su afectación en la inflación y por ende, en sus cotizaciones.