José Manuel Del Puerto Laura Ojea

La transición energética comienza a ser una realidad en las bolsas. Lo que de momento son poco más que ambiciosos planes corporativos e institucionales, va tomando forma en los mercados de valores. Las renovables suben como la espuma mientras que las compañías de combustibles fósiles ven reducido su valor a una muy pequeña parte de lo que sumaban hace solo unos meses.

Los ejemplos se repiten en las bolsas de todo el mundo, pero la evolución de dos referentes como Exxon Mobil y NextEra es paradigmática. La gigante petrolera de Wall Street ha visto su capitalización menguar un 50% en el último año. Incluso ha perdido su plaza en el índice Dow Jones después de 92 años de permanencia. Mientras tanto, y en el mismo periodo, la especialista en renovables radicada en Juno Beach (Florida) ha subido un 32%.

Very visual chart about the #energytransition. Market cap of US Green Utility champion NextEra Energy reached the level of US Oil giants Exxon and Chevron

Si estos porcentajes se traducen a números, la evidencia de cómo el mercado está adelantando la transición del sistema hacia energías más limpias es aún más clara. Hace un año, la capitalización bursátil de Exxon Mobil rondaba los 290.000 millones de dólares. Ahora, en 145.663 millones, se queda por debajo de los 146.140 millones que marca NextEra.

Reconstrucción

La divergencia de comportamiento es más justificable si se tiene en cuenta que los planes de reconstrucción económica que van viendo la luz en todo el mundo prometen colocar a las renovables como uno de sus ejes vertebradores. Esto es, dicho de otra manera, una lluvia de financiación al sector por miles de millones en múltiples geografías.

Mientras que cada vez son más los grandes inversores que excluyen de sus carteras todo lo que tenga que ver con combustibles fósiles, el dinero abunda para apoyar proyectos de energías limpias. Una tendencia que viene de largo pero que se ha acelerado con la irrupción de la pandemia. Un vuelco que ha tenido lugar en otros muchos cambios a los que ya venía apuntando el devenir de la economía mundial, como la digitalización.

Producción

Así lo confirman diversos estudios económicos publicados en los últimos meses. La Agencia Internacional de las Energías Renovables (Irena) señala que las inversiones mundiales en energía limpia alcanzaron los 3 billones de dólares a lo largo de la última década, pero se espera que los desembolsos de capital en la industria se dupliquen cada año hasta 2030.

Más allá de la inversión y las previsiones de futuro, los números de producción también respaldan este vuelco bursátil. Las energías renovables generaron tres cuartas partes de la nueva capacidad eléctrica ya en 2019.

La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, presenta los planes de España en la materia.

Y si el análisis se limita a España, que se sitúa entre las diez potencias mundiales de desarrollo renovable, el sector sumó seis gigavatios (GW) más de capacidad instalada solo en 2019. Este año se espera un nuevo récord que deje pequeña esta cifra.

A falta de mayor concreción, la ministra Teresa Ribera ya dio pistas definitorias cuando a comienzos de este mes presentó su parte en el plan de reconstrucción “España Puede”. La titular del ramo anunció que un 37% de los 72.000 millones de euros que el país va a recibir en fondos europeos irán a parar a transición ecológica, con “una clara apuesta por la eólica marina flotante”.

Fiebre sin burbuja

En un reciente foro económico un directivo de una de las ‘Big Four’ explicaba que “los fondos europeos son una oportunidad para que las empresas realicen inversiones que solas no podrían acometer”. Sin embargo, los expertos del sector defienden que, incluso con independencia de estas inyecciones de capital, las renovables viven una época dorada para financiar nuevos proyectos.

El sector rechaza la idea de una burbuja y habla más de una fiebre inversora que también tiene su reflejo en la entrada de capitales en bolsa. A los analistas no se les escapa que el vertiginoso rally del 171% que acumula Solaria en el último año y sus amables perspectivas de negocio han sido dos cartas de presentación poderosas para conseguir el ascenso del Ibex Small Cap al Ibex 35 en espacio de solo cuatro meses.

Unos operarios supervisan las instalaciones de un parque solar.

Este apetito inversor ha sido también uno de los factores determinantes para que la renovable murciana Soltec se haya lanzado a salir a bolsa. El suyo será el primer debut puro en el mercado español después de dos años de sequía. La compañía tiene el objetivo de recaudar en los próximos días hasta 165 millones de euros si se cumplen sus mejores previsiones y debutar con un precio de hasta 4,82 euros por acción.

Mientras que las perspectivas para las energías limpias no han hecho más que mejorar, las de consumo de combustibles fósiles han ido empeorando. La paralización de los desplazamientos y la actividad industrial impuesta por las medidas de contención frente a la Covid-19 en todo el mundo han dejado un panorama tan desolador que incluso los futuros sobre el barril de petróleo cotizaron en negativo por primera vez en su larga historia el pasado mes de abril.

Electrificación

Con un panorama al que ni siquiera la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus socios (OPEP+) sabe bien cómo responder, no es de extrañar que las compañías del sector se esfuercen cada vez más por electrificar su negocio. Repsol, que pierde un 55% en la bolsa española en lo que va de año, está decidida a transformarse y girar hacia un modelo cada vez más verde.

La compañía que preside Antonio Brufau comenzó hace dos años este viraje con su entrada en el sector de la comercialización eléctrica y las renovables con la compra de Viesgo. Su meta es convertirse en una empresa cero emisiones netas en 2050. Una estrategia que están siguiendo comparables europeas como BP, Shell, Total y Engie.

En el polo opuesto dentro del mercado español, Iberdrola se destaca por cotizar a contracorriente en máximos históricos tras haber sumado alzas del 25% desde enero. La compañía que preside Ignacio Galán tiene previsto seguir invirtiendo miles de millones en energías renovables y en las redes e instalaciones de almacenamiento necesarias para integrarlas en el sistema.

Una turbina de Siemens Gamesa.

Su antigua participada, Siemens Gamesa, es a estas alturas del convulso 2020 el segundo mejor valor de todo el Ibex 35. Los planes de reestructuracíón que la compañía ha puesto en marcha, y cuyas consecuencias definitivas aún están por verse, se han traducido en un incremento de capitalización bursátil de nada menos que el 65% desde enero.

La tendencia es clara si se comparan dos de los grandes índices sectoriales de referencia en Europa. El Stoxx Europe 400 Oil & Gas, que agrupa a las mayores cotizadas de combustibles fósiles del Viejo Continente, pierde cerca de un 44% en el último año. El European Renewable Energy Total Return (ERIX) que aglutina a las compañías de energía verde suma un 67% en el mismo periodo.

La transición energética ha empezado, incluso está bien avanzada en las bolsas. Ahora queda por ver que los planes de inversión y recambio industrial se vayan concretando para que también comience a ser una realidad cada vez más extendida en el día a día.

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