No sé si España acabará siendo un Estado fallido. Lo que si sé es que ya es una economía fallida. Y no sólo por culpa de la pandemia. La pandemia es la puntilla. No, nuestro problema es estructural y viene de mucho más atrás. La pandemia es solo la confirmación de que las desgracias nunca vienen solas.
España es una economía fallida porque llega tarde a la revolución digital. Y no me refiero a que todas las empresas se conviertan en empresas tecnológicas, sino a tener un tejido productivo, una legislación y una administración pública adaptados a la nueva revolución industrial, que no es otra que la digital.
España llegó tarde, mal y a rastras a la primera revolución industrial y así es como llega a la digital. Como en aquella ocasión, las consecuencias durarán muchos años y quienes estén interesados en que sus ahorros sean rentables deberán tenerlo muy en cuenta.
Cero apoyo a la innovación. No se podía haber creado un escenario peor para una nueva revolución industrial
Los gobiernos que tuvo España desde la Transición no ponían demasiadas trabas al desarrollo empresarial. Algunos incluso lo fomentaban. Por el contrario, los de los últimos diez años se han dedicado a ponerle a la economía un traje de cemento en forma de burocracia y excesos regulatorios. Mucho discurso de cara a la galería, pero, como ocurre ahora, la dura realidad es una tormenta constante de nuevos procedimientos y normas que no solo no se adaptan a la nueva realidad económica y tecnológica, sino que van en el sentido contrario.
Y, por supuesto, cero apoyo a la innovación y al empresariado. No se podía haber creado un escenario peor para el desarrollo de una nueva revolución industrial, que, a falta de dinero para la investigación –eso ya sería mucho pedir- , requiere de apoyo al espíritu empresarial y la innovación.
Pero yo soy asesor financiero, no político. Mi misión no es sentar cátedra, sino dar consejos a los inversores para que, si el país ha decidido quedarse en el equivalente a la economía agrícola en plena revolución industrial, al menos sus ahorros eviten quedarse en el arado. Afortunadamente, pueden situarse sin mayor problema en países y negocios con futuro. Les va mucho en ello, porque otro regalo de la mala gestión económica es el problema de las pensiones.
La buena noticia es que es tan fácil comprar un fondo de inversión que invierte en la bolsa española como uno que invierte en EE. UU., China o países europeos que, si bien también están a la cola de la revolución digital, al menos todavía le sacan partido al periodo industrial. Y también es fácil comprar fondos de inversión que invierten en países asiáticos que están haciendo bien ambas cosas.
La diversificación hacia países con mejores perspectivas económicas no solo es sencilla, es que, encima, es barata
A los hechos me remito: la diferencia entre haberse quedado en España o haber invertido en EE. UU. ha sido abismal. La rentabilidad del índice S&P 500 en los últimos diez años ha sido del 190%. En ese periodo el Ibex ha perdido -sí, perdido- un 37%. Y dado que el nivel de los políticos tiene consecuencias en el nivel de la política (económica), mi sugerencia es que los miren detenidamente y a continuación se pregunten si es posible que cambie la situación -y particularmente el posicionamiento de España en la revolución digital- si no hay un cambio de dirigentes.
La diversificación hacia países con mejores expectativas económicas que el nuestro no solo es sencilla, es que, encima, es barata. Sencilla porque muchas entidades financieras españolas cuentan con fondos de inversión que invierten en países bien posicionados en la revolución digital o que, al menos, siguen siendo competitivos en la industria. Y es barata porque algunos de los grandes bancos comerciales y casi todas las modernas plataformas multimarca ofrecen fondos indexados, que se limitan a seguir un índice y, por lo tanto, sus comisiones de gestión son muy bajas.
Si se tiene en cuenta que el 90% de los fondos de renta variable de gestión activa (los caros) no baten a sus índices de referencia, el resultado será igual o mejor y el inversor se ahorra un dineral en comisiones.
Mucha gente duda si dar el salto pensando que tal vez sea mejor esperar a que el mercado español se recupere. Yo les recordaría la definición que hizo Einstein de la locura: “Locura es hacer muchas veces lo mismo esperando que tenga resultados distintos”. Cuando un negocio está tan mal llevado, el resultado es siempre malo. Tendrían que cambiar los directivos para que el negocio mejore. Y eso no parece muy probable en el caso español.
Si de verdad quiere garantizarse una buena jubilación, más vale que ponga a trabajar sus ahorros en el sitio adecuado
Quedan muy bien de cara a la galería las declaraciones altisonantes, pero la realidad es tozuda: comparada con los actores más dinámicos, España sigue siendo como una gestoría de los años 70. Muchas comunicaciones con la administración se siguen haciendo por correo certificado. Nuestros dirigentes consideran el teletrabajo como algo intrínsecamente malo y miran a la revolución digital con recelo, cuando no con pereza.
Obviamente, esa actitud afecta al mundo empresarial y a la economía. El ejemplo más evidente es precisamente la bolsa, reflejo de la economía de un país. En EE. UU. o China muchas de las empresas que salen a bolsa venden bienes y servicios online o se dedican a actividades como la inteligencia artificial, el fintech o el big data. Aquí ya ni siquiera hay OPV y si las hay son de empresas con actividades que podrían haber salido a cotizar hace 50 años.
No, no espere que los políticos se preocupen por sus ahorros. Si de verdad quiere garantizarse una buena jubilación, más vale que los ponga a trabajar en el sitio adecuado. El tiempo me dio la razón cuando dije esto mismo hace más de diez años y mucho me temo que me la va a volver a dar. Al menos mientras no cambie el escenario.
***Víctor Alvargonzález es asesor financiero independiente y socio fundador de Nextep Finance.