La renta fija tiene un papel esencial en la cartera de todo inversor que busque componer una rentabilidad suficiente a largo plazo basada en la combinación de un rendimiento seguro adecuadamente complementado con el mayor riesgo de la inversión en acciones. La certeza de los rendimientos que genera este activo se basa en la creencia de que los emisores siempre atenderán el compromiso adquirido por sus deudas. Esto ha sido así hasta hoy.
La crisis del petróleo en los años 70 llevó a la economía mundial a un período de estanflación (bajo crecimiento y pérdida de poder adquisitivo consecuencia de una elevada inflación) que aumentó la desconfianza hacia el mercado de acciones. ¿Por qué invertir en compañías volátiles si a cambio se podía hacerlo en deuda 'garantizada' que proporcionaba un lucrativo rendimiento de doble dígito?
A principios de la década de los 80, con Reagan en la presidencia y Volcker a los mandos de la Reserva Federal de EEUU (Fed), los FFR (Federal Fund Rates) llegaron a situarse en el 20% como consecuencia de los violentos episodios de inflación provocados por la crisis del petróleo. Fue la década en la que se puso fin al patrón oro y el inicio de la etapa del dólar como moneda de reserva mundial.
En ese período, se podía comprar un bono a 10 años cuyo rendimiento anual era nada menos que del 15%.
¿Imagina lo que supondría mantenerse hoy fuera del desgastante debate de las bolsas sentándose sobre un colchón tan lucrativo? Es más, bastarían cinco años para que ese tipo de interés permitiese doblar la inversión inicial. Es cierto que en términos nominales y antes de impuestos, pero son cinco años de horizonte temporal con un riesgo relativo favorable.
Salvo que se consiga una fórmula que prorrogue la vida del ser humano, la gran mayoría de ahorradores no llegará a tiempo a su jubilación
En los mínimos de este año, invertir en el treasury al 0,52% llevaría 144 años duplicar el patrimonio. Incluso si la inflación despertase de su letargo, llevando a que los tipos digamos doblasen, aun con una rentabilidad real todavía negativa se necesitarían algo más de 70 años. La magia del interés compuesto que menciona Warren Buffett.
Salvo que se consiga una fórmula que prorrogue la vida del ser humano, la gran mayoría de ahorradores en el mundo no llegará a tiempo a su jubilación. Gracias bancos centrales.
La situación en Europa es todavía más desalentadora. Esta semana el bund volvió a situarse cerca de sus mínimos históricos con una rentabilidad negativa del 0,60%. Ya no es que, como vimos antes, con rentabilidades tan magras se tarde más de un siglo en doblar la inversión, es que en Europa es matemáticamente imposible porque desde hace años los inversores en deuda soberana pagan al emisor por prestarle dinero y la práctica totalidad de las curvas soberanas están en negativo.
A veces hay que releer las cosas para darse cuenta de los efectos de la actual represión financiera. Un gobierno, con independencia de su solvencia, emite deuda sin límite y los inversores le tienen que pagar por ello. Y todavía tiene que dar gracias por devolverle el principal.
Un gobierno, con independencia de su solvencia, emite deuda sin límite y los inversores le tienen que pagar por ello
La cuestión es que desde hace cuarenta años, partiendo de los niveles récord de tipos de interés de principios de los ochenta, los precios de la deuda no han hecho otra cosa más que bajar. Ya no son los máximos de precio -y mínimos de rentabilidad- de la renta fija sino que, como señalaba anteriormente, la deuda hoy es una apuesta perdedora. ¿Qué sentido tiene adquirir un activo que genera rentabilidades negativas? La respuesta es obvia.
Los gestores de renta fija viven un drama permanente. Encontrar yield con un razonable margen de seguridad es un ejercicio que me recuerda a los forty-niners de la California de la fiebre del oro en el siglo XIX. Esa ausencia de rendimientos es tan elevada que un gestor ha de incurrir en riesgos que nunca se planteó hasta el momento.
Desde el punto de vista del inversor la situación es igualmente dramática. Dejando fuera del debate al resto de activos, un inversor en un fondo de renta fija tiene un panorama deprimente en esta clase de activo. Si la situación de tipos negativos se mantiene, y nada hace indicar que no sea así por los próximos diez años, el mejor escenario posible sería simplemente preservar capital. Es decir, no ganar nada. Si los tipos suben porque hay mayor inflación, su cartera hoy se depreciará y acabará perdiendo dinero.
Los gestores de renta fija viven en un drama permanente, incurriendo en riesgos que nunca se plantearon hasta el momento
El único escenario posible es que los tipos puedan ir más abajo, los inversores sigan prestando a coste a unos despilfarradores gobiernos y se mantenga la ilusión de que la deuda puede aumentar de precio sin riesgos colaterales. No se engañen, la gestión no puede vivir de la renta variable inflando precios y valoraciones de manera desmedida. El inversor necesita de la renta fija cuyo tamaño convierte este activo en el de mayor valor a precios de mercado.
James Carville, que fue asesor de Clinton, afirmó que si existía la reencarnación le gustaría ser presidente, papa, o incluso, un buen bateador pero lo que realmente querría es ser el mercado de bonos. “Puedes intimidar a quien quieras”.