La posibilidad de una vacuna eficaz contra el coronavirus reduce la incertidumbre sobre la duración de la crisis sanitaria. La economía puede volver a la normalidad en un tiempo delimitado. Esto sería un cambio radical porque la política económica recobraría su efectividad, ya que los hogares y las empresas ya no tendrían ninguna razón para mantener un comportamiento de espera.
Sin embargo, la crisis ha sacado a la luz y acelerado los cambios estructurales que conformarán la economía del mañana. Estas rupturas crearán persistencia, reduciendo la velocidad de ajuste de la economía.
Todos sabemos las recientes noticias: una vacuna capaz de ser efectiva en el 90% de los casos ha sido desarrollada por la subsidiaria alemana BioNTech del laboratorio americano Pfizer. Esta vacuna se encuentra en una fase de prueba a gran escala para que su uso pueda ser validado rápidamente, en las próximas semanas, por las autoridades sanitarias de EEUU, Europa y otros lugares.
El objetivo es obtener una rápida certificación para que la vacuna pueda ser producida a gran escala. Europa está finalizando la compra de 300 millones de dosis y los estadounidenses han adquirido 100 millones de dosis, con una opción de 500 millones de dosis adicionales.
Se necesitarían dos dosis por paciente, así que es necesario dividir los números por dos para obtener el número de los que podrían ser inmunes. Pfizer ha indicado que podría fabricar 1.300 millones de dosis en 2021, el número necesario para inmunizar a 650 millones de personas.
La vacuna sería un cambio radical porque la política económica recobraría su efectividad
El laboratorio podría fabricar 50 millones en 2020. La técnica utilizada para esta vacuna es original y permite fabricarla muy rápidamente a gran escala. No es necesario 'criar' los virus para poder inocularlos después, como ocurre generalmente con la gripe, la poliomielitis o el sarampión.
En el caso de la nueva vacuna, esto implicaría la inoculación de cadenas de instrucciones genéticas para enviar una señal a las células sobre qué fabricar para poder contener el virus, el llamado método del ARN mensajero. El principio es el mismo que en una vacuna clásica para la cual debe entrenar al sistema inmunológico para reconocer un virus (de ahí la ventaja de inocular virus en las vacunas), haciéndolo desarrollar sus defensas preventivas para neutralizar el verdadero virus cuando ha infectado el cuerpo.
El método aquí es el mismo, salvo que no se trata de un virus, ni siquiera atenuado, lo que se inocula, sino hilos de instrucciones genéticas que permitirán a las células desarrollar defensas preventivas. Entonces es necesario definir la característica del virus a buscar para que el sistema inmunológico lo localice. En el caso de la Covid-19, sería un pico específico en la forma del virus.
Tras estos anuncios, quedan al menos tres preguntas:
La primera es la duración de la activación de estos mecanismos genéticos. Debido a que la señal enviada a las células podría tener sólo una vida limitada.
La segunda es la eficacia según la edad del paciente. Parece que los datos no están aún disponibles. Podemos imaginar diferentes grados de eficacia según la edad.
Las diferentes oleadas sugieren que la forma misma de la crisis sanitaria no se entiende bien
La tercera pregunta es que si podemos fabricar vacunas muy rápidamente gracias a la tecnología desarrollada, ¿su aceptación a gran escala será espontánea? No es seguro, las encuestas realizadas sugieren una reticencia de la población.
En función del país e independientemente de la técnica utilizada, la tasa de aceptación oscilaría entre el 62% y el 90%. La forma muy particular de la vacuna, las hebras de instrucciones genéticas, podrían aumentar la renuencia y reducir la aceptación del remedio.
Por otro lado, cabe valorar qué impacto tiene esta noticia en la crisis económica. Como decíamos, tener una vacuna significa tener la posibilidad de poner fin a la crisis en un tiempo delimitado. Hasta ahora, todo el mundo ha sido testigo del desarrollo de esta crisis tratando de frenar sus consecuencias.
La contención, el trabajo a distancia, los gestos de barrera o la detención del transporte aéreo son todos métodos cuyo objetivo es limitar la propagación del virus en espera de la inmunidad colectiva, el agotamiento del virus o la obtención de una vacuna. Las diferentes oleadas sugieren que la forma misma de la crisis sanitaria no se entiende bien. Como resultado, su duración puede ser larga, mucho más larga de lo que cualquiera quisiera imaginar.
Mientras el final de la crisis se tenga poco en cuenta, por falta de información precisa, el comportamiento económico se ve limitado. El impacto en la macroeconomía es entonces significativo. Esto resulta en un comportamiento de ahorro que va más allá de la norma por parte de los hogares, esto es lo que observamos, limitando así la demanda dirigida a las empresas.
Estas son reacias a invertir y renovar su capital físico. En efecto, si la crisis dura y la demanda es débil, ¿qué sentido tiene invertir? Una inversión ahora si la crisis se prolonga en el tiempo perderá su eficacia.
Los hogares tranquilos reducirán sus ahorros y las empresas invertirían
Por lo tanto, existe el riesgo de que la actividad disminuya con el tiempo y limite su capacidad de recuperación en el futuro.
La existencia de una vacuna permitiría imaginar que esta crisis terminará en un tiempo concreto. A partir de esta observación, todo podría cambiar. Las políticas económicas saben cómo manejar este tipo de situación relanzando la actividad. Los hogares tranquilos reducirían sus ahorros y las empresas invertirían.
Sin embargo, incluso con la existencia de una vacuna, es poco probable que la economía invierta sus tendencias pasadas. En ocho meses, los sectores de actividad se han debilitado, algunos nunca recuperarán su apariencia anterior a la crisis, otros sectores se han desarrollado. Estas dos situaciones contradictorias tendrán que combinarse.
Esta reasignación de recursos está en el modelo de gestión de la crisis actual y es fuente de su persistencia, ya que es necesario alterar la función de producción de la economía. En el caso de una vacuna, el proceso podría ser más corto y la capacidad de respuesta de la economía, mayor. Eso seguiría siendo una buena noticia.
***Philippe Waechter es jefe de investigación económica de Ostrum AM (Natixis IM).