Cuando Stefan Zweig escribió su obra autobiográfica El mundo de ayer, narraba los acontecimientos entreguerras de principios del siglo XX. Con una maestría inigualable plasma en primera persona las agitaciones socioeconómicas de la época de una forma que invita a tomar conciencia ante los cambios que nos sobrepasan o no llegamos a entender.
Al igual que le ocurrió a Zweig, cuando en un pasaje magistral de su obra detalla los devastadores efectos de la hiperinflación que azotó Alemania, podemos pensar que el mundo que hoy vivimos se encuentra en un momento de cambio acelerado pero también desordenado, que debería llevar a detenernos por un momento y a pensar qué está ocurriendo.
En un punto de la conversación que mantuve recientemente con un íntimo amigo que vive al otro lado del Atlántico sobre las diferencias entre América y Europa, hablamos de lo complicadas que tienen que ser las clases de economía en la facultad. Como economista, y con base en mi experiencia docente, me resultaría muy difícil seguir la teoría económica sin dejar de lado el hecho de que lo que ocurre es justamente lo contrario de lo que sabemos del ayer. Pero ¿y en el mundo de mañana?¿Cómo sería enseñar un Grado de Economía en un futuro próximo?
A los alumnos les costaría entender que un agente que quisiera financiación pagase intereses, ya que lo normal es que se le remunere. Explicar los activos monetarios sería harto difícil con tipos de interés en negativo. Como ejemplo, se pondría la deuda alemana que con una estructura de tipos negativa hasta 30 años se vería obligada a emitir deuda perpetua sin intereses.
En la clase de historia económica se explicaría que, después de tres siglos de ortodoxia e inmovilismo, el Banco de Inglaterra no tuvo más remedio que aceptar que los tipos negativos iban ayudar a la economía británica. Japón, que fue un adelantado en esta materia y marcó el camino, acumuló décadas con tipos de interés reales negativos sin que su economía se fuese por un sumidero.
¿Qué ocurría con la asignatura de Valoración de Empresas? A los estudiantes se les contaría que hubo un tiempo en el que los flujos de caja que genera una compañía se descontaban a una tasa normalizada para determinar su valor actual y con ello poder determinar el valor de una empresa.
Los alumnos, acostumbrados a empresas zombis, les dirían que si los tipos subiesen de forma inesperada una gran parte de las empresas desaparecerían. Por suerte, eso no podría pasar ya que los bancos centrales no lo permitirían dejando en ese momento su prioridad que es la de monetizar déficits y la de incrementar la inflación para así poder pagar las deudas y elevar el endémico crecimiento de sus economías.
El pasivo equivale casi íntegramente a la deuda, pues como ya sabemos, emitirla es rentable
A los estudiantes de la clase de Contabilidad, en el análisis de balance de una compañía, se les contaría que los activos intangibles son los que recogen el verdadero valor de la empresa y que, por eso, es la partida que más pesa en el activo, mientras que el pasivo equivale casi íntegramente a la deuda, pues como ya sabemos, emitirla es rentable. Una deuda que se ve alentada por un figura conocida como bancos comerciales a los que un regulador les urge a tomar prestado y prestar 'sin riesgo', como ya vieron en la asignatura de Sistema Financiero I.
Para los que como asignatura optativa escogieron Pensamiento Económico, gracias a Richard Thaler sabrán que, por la teoría de los costes hundidos, a la mayoría de empresarios les cuesta no utilizar la deuda una vez que la han emitido justificándose en que la misma se podría emplear en invertir “en otros proyectos” sin importar el riesgo.
En la asignatura de Teoría del Dinero, se explica el blockchain y las criptodivisas a unos alumnos que muy posiblemente no han tenido contacto físico con la moneda más allá del interés puntual de coleccionar eso que llamaban dinero fiat. En esa clase aprenderán que el dólar fue divisa de reserva mundial pero que la saturación de deuda de una economía incapaz de soportar un déficit de magnitud tan colosal, acabó quebrando la confianza de la moneda.
Y como no, habrá una clase de Mercados Financieros en la que los alumnos mirarán los gráficos en una sola dirección. El análisis técnico, siempre por encima del fundamental. Aprenderán conceptos como que las OPV son una forma segura de inversión que garantiza una revalorización explosiva.
Acostumbrados a empresas zombis, les dirían que si los tipos subiesen de forma inesperada una gran parte de las empresas desaparecerían
Es posible que todavía existiese una lucha entre conceptos arcaicos como el valor intrínseco y el “eternal growth promises forever and ever” ad infinitum. De hecho, el S&P dejó de ser 500 y pasó a ser 10, en el momento en que Tesla logró su segundo billón de dólares de capitalización, aceptando por fin que no tiene sentido ponderar las otras 490 empresas pesando tan solo un 10%.
Frente a un guión de Tim Burton como el descrito permítanme recomendar para estas fechas la productiva lectura de un maestro como Zweig. Si no se es capaz de extraer conclusiones económicas de la obra a la que me refería al principio, siempre quedará el disfrute de la prosa de su ensayo. Tengan muy felices fiestas.
*** Alberto Roldán es economista y gestor.