Hace poco vi un interesante documental sobre el origen y desarrollo de Silicon Valley. Todo el mundo coincidía en que el éxito se había basado en crear un 'ecosistema' en el que convivían e interactuaban empresarios, investigadores, universidades e inversores. Y lo hacían con libertad y sin excesos burocráticos ni regulatorios.
A continuación leí en un digital español que la forma que ha establecido el Gobierno español -y probablemente todos los gobiernos europeos- para “invertir” (sic) el dinero para la digitalización de la Eurozona es crear oficinas, ministerios y comisiones para que el Estado dirija el proceso.
Y como en estas cosas siempre tiene que haber un ideólogo, puesto que estamos hablando de una visión política y no empresarial, parece que le ha tocado en suerte a una economista italiana, que va a ser quien provea la justificación ideológica y las directrices a seguir. Según las leo me recuerda bastante más a los planes quinquenales de la antigua Unión Soviética que a lo que he visto en el reportaje de Silicon Valley.
Estamos ante dos visiones absolutamente opuestas de lo que debe ser la forma de digitalizar una economía, con el agravante de que en esta ocasión el resultado de elegir una u otra es tan evidente que da vergüenza repetir el error. Ese resultado es que, a día de hoy, Norteamérica es un líder digital y comparativamente Europa es una indigente digital. Los Amazon, Facebook, Twitter, Zoom, Apple o Netflix europeos simplemente no existen.
Quienes lean esto pensarán que quiero hacer política, pero no es el caso. En todo caso, política económica y porque en esta ocasión es una información muy importante para los inversores a la hora de decidir si invertir en Europa con una visión de corto o de largo plazo.
Entre el fondo de inversión y sus errores y la eficiencia en la asignación de recursos de un comité de políticos, me quedo claramente con el primero
Que invertir en Europa es interesante lo digo desde hace tiempo, especialmente desde que se hizo evidente que el anuncio de la vacuna era cuestión de poco tiempo. Al ser Europa una indigente digital su capacidad de generar actividad económica en medio de los confinamientos es mucho menor que en Norteamérica. Así, una vez que fueran desapareciendo los confinamientos se notaría económicamente incluso más que en Norteamérica.
Si a eso añadimos la inmensa cantidad de dinero que se ha inyectado y se va a inyectar, da igual que vaya a ser para hacer zanjas y comprar votos. Al final es dinero y, aunque vaya a haber mucho despilfarro, generará crecimiento. Menos que si estuviera bien empleado, pero crecimiento al fin y al cabo. Lo que no está tan claro es que Europa sea una buena inversión a largo plazo.
El problema del despilfarro y del modelo de plan quinquenal frente a modelo Silicon Valley es que el primero es pan para hoy y hambre para mañana. Mientras EEUU, además de planes de infraestructuras incluso mayores que los europeos, seguirá dejando crecer la actividad privada y sus fondos de inversión seguirán invirtiendo en empresas innovadoras, aquí el destino de las ayudas se va a decidir en una oficina gubernamental presidida por un especialista en propaganda política.
Pese a los muchos defectos que tienen los fondos de inversión a la hora de acertar en sus inversiones -todas las grandes empresas digitales han sido rechazadas por uno o varios fondos antes de dar con el adecuado-, nada que ver con el desastre que puede ser que quien decida lo que puede ser rentable en la revolución digital sea un comité de políticos. Va contra la misma definición de la economía, que dice que es la ciencia que trata de la administración eficiente de los recursos escasos.
En esta ocasión, quien convierte a los inversores en especuladores es el Estado
Entre el fondo de inversión y sus errores y la eficiencia en la asignación de recursos de un comité de políticos, me quedo claramente con el fondo. Al menos, detrás tienen accionistas que exigen resultados y no ciudadanos mansos que aceptan cualquier cosa si viene del Gobierno.
Esto nos lleva a plantear la inversión en Europa como inversores oportunistas y no de largo plazo. Pero en esta ocasión, quien convierte a los inversores en especuladores es el Estado, que en lugar de fomentar la creación de un ecosistema con resultados probados para el desarrollo digital propone un plan quinquenal estilo soviético.
Y ya sabemos qué tipo de desarrollo han creado los planes quinquenales de la antigua Unión Soviética en comparación con la libertad y el dinamismo del ecosistema de Silicon Valley. Como dijo el filosofo español: “Qué error, qué inmenso error”.
***Víctor Alvargonzález es asesor financiero independiente y socio fundador de Nextep Finance.