Si a un gestor de inversiones le preguntaran hace semanas cuál era su escenario negativo para los mercados financieros globales, sin duda hubiera respondido algo alrededor de la pareja Covid-19 y vacunas.
La evolución a la baja de uno y al alza (en número y en efectividad) de las otras ha hecho que ese escenario negativo sea cada vez menos negativo y, por tanto, cada vez menos un escenario probable.
En cambio, el escenario negativo o pesimista ahora es nuevo. Se llama inflación. O, por concretar, el riesgo de que la inflación se acelere más de lo que esperamos o llevamos viendo desde hace algunos meses.
El escenario negativo o pesimista ahora es nuevo. Se llama inflación.
Eso, a su vez, podría presentar un dilema a los bancos centrales principales: dejar crecer a la economía o contener la inflación. Y que los inversores salgan corriendo (más aún) de los bonos de gobierno. Y que los tipos de interés –no sólo el 10 años americano, que ya lleva una fantástica subida– suban para vencimientos cada vez más cortos.
Y (fin de las conjunciones) así seguiría una cascada de acontecimientos que, por un lado, acabaría recortando la rentabilidad real de los bonos y las acciones. Parece mayor amenaza para los bonos que para las acciones. Obvio. Pero si creemos que un porcentaje de lo que está invertido en acciones hoy viene por la falta de alternativa en la renta fija combinado con tipos reales cero o negativos, también el mercado de renta variable se verá afectado.
Ahora bien, la inflación, ¿a quién amenaza primero? ¿A esa rentabilidad de bonos y acciones? ¿O al ahorrador a largo plazo?
No sólo amenaza primero al ahorrador a largo plazo. Es que ya está recortando su capacidad adquisitiva.
La inflación no sólo amenaza primero al ahorrador a largo plazo. Es que ya está recortando su capacidad adquisitiva.
Para empezar, ahorro y largo plazo no es una ecuación óptima. Se optimiza si combinamos ahorro+inversión, además del largo plazo. De esta manera, no sólo el ahorrador se protege de la amenaza, sino que la vence.
Los que nos dedicamos a invertir llevamos unos meses protegiendo las estrategias que gestionamos para nuestros clientes contra los riesgos de la inflación. Pero lo que deberíamos hacer, al menos al mismo tiempo, es advertir a los que no invierten.
100 euros hoy seguirán viéndose mañana en la app de su banco con un 1, un 0 y otro 0. Pero no podrá comprar lo mismo con esos 100 euros.
Pongamos un ejemplo, cogiendo grandes números para facilitar la explicación: una persona tiene un patrimonio de 1 millón de euros todo en liquidez, y, sin ingresos, tiene unos costes de 50 mil euros al año. Con sólo un 1% de inflación (muy por debajo de lo esperable), 10 años después tiene menos de la mitad de su patrimonio.
En cambio, imaginemos que esa misma persona tuviera ese mismo patrimonio invertido con una rentabilidad anual del 3%. A mismos costes anuales y misma inflación, 10 años después tendría más del 75% de su patrimonio intacto.
Volviendo a la pregunta de si amenaza más a la rentabilidad de los bonos y acciones o al ahorrador a largo plazo: la inflación la combatimos invirtiendo.
Seguramente, de manera diferente según el momento (empezando por activos favorecidos por una subida de la inflación, siguiendo por reducir la sensibilidad a movimientos de tipos de interés de la cartera…). Pero asistir impasible a la devaluación de nuestro patrimonio, no parece la mejor estrategia. Contra la inflación, tenemos mucho que perder siendo ahorrador sin ser inversor.
*** Gonzalo Pradas es director de Openbank Wealth.