Los mercados financieros de hace 20 años no se diferenciaban en la parte técnica de los de ahora. Por ejemplo, ya existía el Ibex y sus correspondientes derivados asociados a él. La gran diferencia era que aún no había llegado la inmediatez actual.
Salvo los CFDs que llegaron años después, incluso el gran público podía operar en futuros como ahora, si bien no se había llegado a la popularización de internet y había menos “especuladores intradiarios”.
La información no se movía tan deprisa, siendo aún muy importantes los periódicos de papel para seguir las cotizaciones y, para los más nerviosos, el teletexto con sus 20 minutos de retraso.
Me voy a permitir contar una anécdota real: cuando en mi trabajo vimos que un segundo avión se estrellaba y que por lo tanto quedaba descartado el accidente, un compañero llamó por teléfono (lo de hacer las cosas directamente por internet no se estilaba) a su banco y vendió unas acciones que tenía.
Tras ejecutarse la orden, la otra persona al otro lado del teléfono le comentó: “Ha sido vender tú y han desaparecido todas las compras. ¿Ha pasado algo?”.
Esos segundos, e incluso minutos, hoy son impensables. Como lo es que una persona de una entidad financiera destinada a comprar y vender acciones no esté enterado de las noticias, aunque sólo sea por las redes sociales.
La otra gran diferencia si comparamos las tablas de cotización de hace 20 años y de ahora es que no existían las criptomonedas.
La renta variable
En bolsa es complicado hacer comparaciones de cómo estaban cotizando entonces respecto a cómo cotizan ahora.
Si lo hacemos con índices hay que tener en cuenta por un lado que se restan los dividendos, por lo que cualquier subida es aún mayor en la realidad pero habría que tener en cuenta también la inflación para restársela.
Es decir, de poco sirve, para la capacidad adquisitiva de un comprador, invertir en algo que genera un 10% anual si el IPC anual es del 10%.
Pero en general en estos 20 años se ha podido comprobar con claridad que la inversión bursátil es, a largo plazo, de las pocas que bate consistentemente a la inflación.
Podemos elegir para demostrarlo dos índices de dos países con inflaciones moderadas, uno que no descuenta dividendos por lo que su rentabilidad es exacta, y otro que apenas tiene acciones que paguen dividendos por lo que afectan poco: el Dax alemán y el Nasdaq.
El Dax ha subido en estas dos décadas un 265% y el Nasdaq (que llevaba un desplome en ese momento respecto a sus máximos del año 2000 del 65%), un 800%.
Desafiantes
Algunos sí que han desafiado lo de que a largo la bolsa siempre sube, incluso si tenemos en cuenta los dividendos. Es el caso, por ejemplo, de la bolsa griega que perdió un 66% bruto (y eso que en septiembre de 2001 estaba ya muy lejos de sus máximos).
En valores, y en lo positivo, podemos destacar a Amazon que tiene la ventaja de no haber pagado dividendos ni haber hecho ningún Split desde el siglo pasado, por lo que su rentabilidad es exacta. El 10 de septiembre cerró a 8,63 dólares (en ese momento su caída respecto a sus máximos históricos rondaba el 90%), y ahora está a casi 3.500. Es decir, más de un 40.000% de rentabilidad.
En España tenemos un caso de éxito claro en Inditex, que apenas llevaba unos meses en el Ibex cuando ocurrió el 11-S y cotizaba a 18,4 euros que, como realizó un Split dividiendo entre cinco su precio y multiplicando por el mismo número sus acciones, supone un 3,68 real. Hoy está más de un 700% por encima, y además ha pagado buenos dividendos.
En lo negativo también hay casos, en España quizás el más extremo sea el de Prisa, integrante del Ibex en ese momento y que cotizaba a 9,63 euros, como además hizo un contrasplit de 30 por una en 2015 reduciendo sus acciones, ese precio real era 288,9 euros. Hoy cotizan a 0,62, así que supera el 99% de pérdida.
Aunque el peor caso, tanto en el mercado nacional como en el internacional, siempre es el de las que dejan de cotizar con valor cero, como el Popular aquí o Lehman Brothers en Estados Unidos, son las grandes olvidadas de la estadística puesto que se “borran”.
Otros activos
Un caso curioso es el del euro/dólar ya que por aquel entonces nuestra moneda era mucho más débil que en la actualidad y por eso por cada euro sólo nos daban 90 centavos de dólar mientras que en la actualidad nos dan casi 1,19 dólares (un 32% de apreciación).
Es por eso que tampoco son exactas, pensando en un inversor en euros, las revalorizaciones de los activos denominados en dólares, aunque en algunos casos la subida es tan grande, que no hace falta un número concreto.
Es el ejemplo del oro, que el 10 de septiembre de 2001 se negociaba a 271 dólares la onza, y ahora lo hace en torno a 1.800, más de un 560% de alza.
Algo menos ha subido el crudo, el Brent se negociaba entonces a 18,40 dólares, por lo que ha subido en torno a un 300%.
Ya sin mirar porcentajes, podemos recordar cómo estaban los tipos de interés entonces: el del tipo oficial del BCE era el 4,25%, el Euribor a 12 meses estaba al 3,97%, y el bono a 10 años español rentaba un 5,25%.
Hoy esos números son 0%, -0,50% y +0,33%. Nadie se hubiera creído entonces algo así, sobre todo si tenemos en cuenta que actualmente el IPC interanual en España es del 3,3% y en la Eurozona del 3%.
La rentabilidad del Bund alemán estaba en el 4,86, es decir, que la prima de riesgo era de 39 cuando hoy es de 69, puede parecer poco si no tenemos en cuenta que superó los 600 en verano de 2012.
Para terminar, un dato económico: en 2001 la deuda pública española suponía un 54% de nuestro PIB, hoy es el 125%.
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