Aguantar las acciones un año para obtener una rentabilidad inferior al IPC no es una buena decisión financiera, ya que cuanto más tiempo se está invertido en un activo de riesgo, como es la renta variable, la exigencia de un mayor beneficio es mayor.
Por eso tiene poco sentido para un inversor minoritario comprar solo por el dividendo, ya que en un año la revalorización debe ser un factor más importante y nada demuestra que un valor que pague más dividendos vaya a subir más en bolsa.
La rentabilidad por dividendo del conjunto de las acciones del S&P500 está tocando mínimos de 20 años. Esto puede deberse al aumento de las recompras de acciones, al aumento de peso de las tecnológicas, que en general no reparten o abonan muy poca cantidad de dividendo, o a los tipos de interés tan bajos.
Pero eso no explica que en tan sólo un año se haya pasado del 2,6% de rentabilidad por dividendo de hace año y medio al 1,28% actual, justo cuando la inflación está en máximos de muchos años.
Quizás es que, con la estupenda revalorización que han tenido las acciones en el último año y medio, el que el dividendo sea menor es, financieramente, apenas una anécdota.
Un poco de historia
Cuando finalizaba la Edad Media, en lo que hoy conocemos como Benelux se ampliaban los negocios mercantiles a través de todo el mundo utilizando rutas comerciales recién descubiertas.
Pero los riesgos para invertir eran muy altos: equipar una flota de barcos con destinos remotos que podían naufragar, por mucho beneficio que se obtuviera, podía significar que un solo viaje malogrado provocara la ruina de cualquier inversor.
Una asociación con otra gran fortuna implicaba dejar de poseer la gestión exclusiva del negocio, por lo que surgió la idea de crear participaciones del negocio entre pequeños inversores a cambio de una rentabilidad (dividendo).
De este modo, un inversor podía prescindir de hasta el 49% de su negocio, conseguir financiación sin coste y, a cambio, solo tenía que repartir un máximo del 49% de sus beneficios (si estos llegaban) y continuar dirigiendo la compañía.
Pero de ahí a que se creara un mercado donde negociar estas participaciones hubo un corto paso. Así, la primera bolsa moderna donde se reunían compradores y vendedores -y que se llamó así por el apellido de un noble llamado Van der Buërse- se fundó en 1460 en Amberes.
Con ello, el que compraba acciones pensando en un futuro dividendo, pasó a poder ganar dinero sin tener que esperar tanto. Si alguien sabía que algún barco había tenido un percance o que el precio del producto transportado había bajado podía deshacer su inversión.
En cuanto se divisaba la flota por el horizonte, sin llegar a conocer su contenido, se podía especular con ello y comprar o vender acciones.
En la actualidad un cargamento de petróleo o de diamantes suele cambiar de propietario varias veces desde el puerto de origen hasta el de su destino. No ha cambiado tanto.
Y el dividendo, aunque algunos le sigan dando importancia, ha perdido valor como argumento para invertir, ya que la volatilidad es tan alta que esa rentabilidad se puede ganar o perder, por la evolución del precio, en minutos.
Diferencias entre inversor minorista y mayorista
Cuando una compañía paga un dividendo, se descuenta la misma cantidad abonada del precio de la acción. Es decir, no hay ningún plus para el accionista, la única ventaja es que tiene algo de liquidez de vez en cuando pero con la actual volatilidad, lo que se pueda cobrar de dividendo en todo un año puede perderse en apenas unas horas.
¿Cuántos inversores que compraron Iberdrola o Endesa por su rentabilidad por dividendo anual han perdido más del doble en apenas dos sesiones de esta semana?
Los dividendos son un factor importante para los accionistas de referencia, aquellos que invierten en una empresa pensando en que no la van a vender, para ellos sí es algo a tener muy en cuenta. Pongámonos en el caso del fondo de pensiones que lanzó una oferta para adquirir parte de Naturgy, ¡claro que le interesa recibir altos dividendos periódicos para sus participantes!
En un contexto de tipos de interés bajos, mantener un porcentaje de inversión en una compañía por la que van a ingresar periódicamente unos intereses que superan, de media, al IPC, es un muy buen negocio. Pero esto es así porque aunque el precio de la acción baje un 20% su intención no es vender.
Sin embargo, el inversor pequeño, el típico que busca un plus para sus ahorros poniendo algo de sus ahorros en bolsa, incluso si no tiene pensado vender en años, no "necesita" que cada cierto tiempo le abonen unos euros en la cuenta, ya que su principal objetivo es la revalorización del precio de la acción.
No olvidemos la cantidad de minoritarios españoles que compraron unos miles de euros en Telefónica o Santander con el argumento de la rentabilidad por dividendo y están perdiendo mucho dinero sin que les consuele haber recibido unos euros cada cierto tiempo. ¡Menuda diferencia con los que compraron Amazon, que nunca ha pagado dividendo!
El punto de vista financiero
Muchas empresas que pagan dividendos tienen un alto nivel de endeudamiento. Lo hacen precisamente para mantener contentos a sus accionistas de referencia pero no deja de ser, en muchos casos, financieramente desaconsejable.
2020 fue un año especial, en el que Santander y Repsol, por ejemplo, presentaron pérdidas y, aun así, pagaron dividendos. Telefónica paga buenos dividendos a la vez que no deja de desinvertir por todo el mundo para reducir deuda.
Cellnex es de las empresas del Ibex que más ha incrementado su endeudamiento los dos últimos años, a lo que suma cuatro ampliaciones de capital, y paga dividendo. ¿No tendría más sentido reinvertir toda la liquidez en la campaña de expansión?
Fiscalidad
Como hemos visto, todo inversor que compra acciones no obtiene una rentabilidad real superior por cobrar dividendos periódicos, ya que la liquidez percibida se resta del precio al que cotiza la acción. Pero sí tiene que pagar a Hacienda por lo que recibe.
Esto se complica aún más cuando los valores son de otros países, por el asunto de la doble imposición: y más si la operativa se hace con brokers "low cost", ya que muchos ni especifican con detalles el informe fiscal anual.
Si el dividendo se cobra en acciones nuevas o se renuncia a él vendiendo los derechos también hay una complicación administrativa y un efecto fiscal. No es tan sencillo como comprar un valor y pagar al año siguiente de haberlas vendido con beneficios.
Hay que dejar de ver el pago de los dividendos como un premio al accionista, lo es para un inversor institucional pero para el pequeño nada demuestra que invertir en valores que los abonen sea más rentable que lo contrario. El Nasdaq, donde muy pocas compañías pagan dividendos, es el mejor ejemplo: ha subido más del 20% en 17 de sus 50 años de historia.