Al final mi curiosidad se ha apoderado de mí y he sucumbido a ponerme delante del televisor para ver la serie de Netflix de la que todo el mundo está hablando y debo de reconocer que no he perdido una hora de mi vida porque al final me ha servido para sacar grandes conclusiones.
Si bien es cierto que tras los primeros 20 minutos como todo eran penas y tristezas al ver las desgracias producidas por la ludopatía del que suponía que era el personaje principal estaba muy tentado a apagar el televisor y dedicarme a otra actividad, pero como sabía que acabaría viendo esa horrible matanza de la que todo el mundo está hablando pues pude aguantar con el interés en lo que estaba viendo.
Está claro que es una serie de ficción, que recoge la situación de unos jugadores inocentes a la par que desesperados de la vida por la ludopatía que no saben que se trata de un juego en el que el término quedar eliminado se lleva a su máxima expresión simplemente por el gozo y diversión de los ultra ricos.
Me considero una persona que domina bien las escenas muy duras tras mi paso por Cruz Roja Española al realizar el servicio militar recogiendo personas accidentadas de tráfico con todo tipo de amputaciones, ahogamientos en menores en piscinas privadas y todo tipo de desgracias personales que no suele ver una persona en su día a día. Y sin embargo, las imágenes de ese juego macabro que yo conocí de pequeño como "un, dos, tres, pollito inglés", me impactaron bastante por el mero hecho de haber jugado horas y horas en el patio de mi colegio.
De hecho, inmediatamente me vino a la cabeza que en términos bursátiles estamos caminando hacia un escenario en el que estas alegres subidas en bolsa están también a punto de convertirse en un juego muy macabro en donde en lugar de pagar con la vida, se pagará con dinero de la manera más dura posible.