La llegada del verano, y con ello los desplazamientos por carretera, vuelve a colocar en la palestra el impacto que el crudo mantiene sobre el precio de los carburantes. Una semana más tenemos que hablar de máximos en los precios de la gasolina. En España, este fin de semana recién concluido la gasolina sin plomo 95 volvió a marcar niveles por encima de 2 euros/litro en algunos distribuidores convencionales. La gasolina sin plomo 98 hace tiempo que los sobrepasó. Y no es un problema que atañe solo a España.
Estados Unidos celebró recientemente el Memorial Day, fin de semana de desplazamientos masivos y por tanto de consumo. Pues bien, los norteamericanos tuvieron que hacer frente a precios récord de 4,59 dólares/galón, un 52% por encima del mismo período el año anterior. En algunas regiones del país, como en California, el precio del galón llegó a los 6 dólares.
No son solo la gasolina y el diésel. El queroseno que alimenta los motores de los aviones también ha doblado su precio en un año. El gas natural, otra fuente vital para el transporte por carretera y mar, ha subido en el año un 122% en su referencia Henry Hub y va camino de triplicar el precio marcado hace un año.
El mundo sigue sufriendo las consecuencias del conflicto ruso-ucraniano. Y no va a mejorar la situación ni a corto ni a medio plazo. Incluso aunque tuviésemos buenas noticias desde el frente, los combustibles afrontarían lo que se conoce como el efecto “rockets and feathers”, una analogía que muestra que cuando el petróleo se dispara los precios de los combustibles también lo hacen como un cohete, pero cuando cae los precios lo hacen como una pluma.
En España, este fin de semana la gasolina sin plomo 95 volvió a marcar niveles por encima de 2 euros/litro
Los gobiernos están preocupados, pero no tanto. La máquina de ingresar no olvidemos sigue activa por mucho que el Estado español subvencione, que no regale, unos céntimos al consumidor. A diferencia de Estados Unidos, donde por cada galón de gasolina los impuestos apenas suponen el 12%, en España los impuestos suponen un mínimo del 40%. Visto de otra forma, mientras por cada unidad vendida del mismo combustible en Estados Unidos el precio de la materia prima explica el 60%, en España es la mitad. Esto también ayuda a entender ese efecto pluma que mencionaba antes.
Y es que el gobierno español, muy dado a medidas populistas de corte electoral, en 2021 recaudó la nada despreciable cifra de 11.500 millones de euros por impuestos al hidrocarburo, que supusieron un incremento de más del 11% respecto a la recaudación de 2020 y que con toda probabilidad se volverá a elevar en dobles dígitos este año.
Cuesta mucho creer que el Gobierno esté realmente preocupado por esta cuestión cuando además obliga, literalmente, a que los productores tengan que participar de la medida. Que, por cierto, no está saliendo tan mal ya que la ligera pérdida de margen que tendrá que seguir haciendo frente el sector, se está viendo compensada por los sorprendentes elevados volúmenes que están registrando los distribuidores. Algunas compañías están viviendo un año histórico difícilmente repetible con precios de la gasolina por encima de 100 dólares el barril y márgenes de refino irrepetibles.
Y luego tenemos el tema medioambiental, una cuestión en la que siendo justos no podemos cargar contra el gobierno pues es toda la Unión Europea la que está haciendo el más absoluto ridículo con este tema de la sostenibilidad, un discurso que esconde una de las peores planificaciones que se recuerdan. Pero este es otro análisis que tendrá su momento.
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