A consecuencia de la retirada del mercado del Banco Central Europeo (BCE), las rentabilidades de los bonos europeos y las primas de riesgo han alcanzado máximos de varios años. En este contexto, España se ha visto obligada a pagar más a los inversores para colocar su deuda, algo que ya venía sucediendo desde el pasado marzo.
Hay que remontarse hasta el día 8 de ese mes para encontrar una subasta del Tesoro en la que el organismo dependiente del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital cobrase más a los inversores. Se trató de una emisión de letras a 3 y 9 meses en la que colocó 1.944,2 millones de euros.
Desde entonces, España ha acudido al mercado en 12 ocasiones para emitir casi 65.000 millones de euros en deuda con diferentes duraciones. En todas las subastas, el Tesoro se ha visto obligado a ofrecer mayores rentabilidades, logrando así mantener el apetito de los inversores por el ‘papel’ español.
Subastas
Por ejemplo, en esa subasta de marzo, España colocó letras a tres meses con un tipo de interés marginal del -0,678%, mientras que la rentabilidad de las letras a nueve meses fue del -0,544%.
Los porcentajes contrastan con los registrados en la subasta de este martes. El rendimiento de las letras a tres meses fue menos negativo (-0,350%). Pero más relevante fue que España pagó por colocar letras a nueve meses por primera vez desde abril de 2020.
En ese momento, el BCE acudía al rescate de los países de la periferia europea, cuyos bonos y primas de riesgo sufrían la incertidumbre económica generada por el coronavirus. Para intentar frenar la escalada de los diferenciales, la autoridad monetaria lanzó su programa de compras de emergencia contra la pandemia (PEPP, por sus siglas en inglés).
A su amparo, el BCE realizó compras netas de activos por valor de 1,718 billones de euros, antes de darlo por culminado el pasado marzo, justo en el momento en el que España se comenzó a ver obligada a ofrecer mayores rentabilidades en las subastas de deuda.
Ahora se aproxima el final del programa de compras de activos públicos (APP, por sus siglas en inglés) del BCE. Tras la reunión celebrada el pasado jueves, la institución anunció que a partir de julio no acudirá a los mercados de deuda, al tiempo que anticipó que en el séptimo mes del año realizará una subida de tipos de 25 puntos básicos. En septiembre volverá a incrementar el precio del dinero.
A pesar de que en la rueda de prensa posterior a la cita, su presidenta, Christine Lagarde, insistió en que la entidad "no tolerará" una ‘fragmentación’ del mercado de deuda de la zona euro, la ausencia de detalles sobre cómo abordará el BCE esta situación ha alimentado la divergencia entre las rentabilidades de los bonos de la región.
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Este martes, el interés exigido al bono a diez años superó el umbral del 3% por primera vez desde mayo de 2014. Llegó a acercarse al 3,2%, cerca de 280 puntos básicos por encima del nivel al que se encontraba hace un año, cuando rondaba el 0,40%. En diciembre de 2020, llegó a entrar en territorio negativo como consecuencia de la intervención del BCE.
De su lado, el interés del bono alemán ha rozado el 1,8%. La diferencia entre ambas rentabilidades, es decir, la prima de riesgo que España debe pagar para financiarse respecto a Alemania -considerado el emisor más seguro- ha llegado a superar los 137 puntos básicos, niveles que no se veían desde la primavera de 2020.