Allá por enero del año 2021, la Fed nos decía que la inflación iba a ser transitoria y que la recesión estaba claramente fuera del tablero de juego. Luego, tan solo cuatro meses después, nos dicen que la inflación está generando daños a la economía, pero que la recesión es poco probable.
Pero van cayendo los meses y, en noviembre del año pasado, dejan la puerta abierta a la recesión para luego, con el cambio de año, decirnos que la inflación comienza a estar fuera de control.
Y ahora los últimos mensajes vienen a decirnos que nos preparemos para una recesión severa. Como estrategas, los chicos de la Fed no tienen precio.
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Las reuniones de los distintos bancos centrales esta semana fueron todas positivas para el dólar estadounidense. La Fed confirmaba el pasado miércoles que no va a dejar la postura más que agresiva sobre los tipos de interés y que los pondrá en el 4,25% para finales de este año, que es casi el doble de lo que se esperaba antes del verano.
La Fed ahora está principalmente preocupada por la inflación en el mercado inmobiliario. Lo cual es irónico, porque han sido ellos los que han actuado como la única fuente de inflación inmobiliaria.
Durante la pandemia, sus programas de QE hicieron que los precios de la vivienda se disparasen y, ahora, durante la fase de ajuste, sus aumentos en los tipos de interés están causando que los costes de mantenimiento de las hipotecas se disparen.
“Creo que la inflación de las viviendas se mantendrá alta durante algún tiempo. Estamos buscando que bajen, pero no está exactamente claro cuándo sucederá. Puede llevar algo de tiempo. Espera lo mejor, planifica para lo peor”, dijo Jerome Powell esta misma semana.
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En otras palabras, la Fed está utilizando sus propias subidas de tipos como justificación para nuevas subidas de tipos. Lo que significa que lo único que va a ser capaz de reducir la inflación es un colapso en los precios de la vivienda.
De hecho, ya estamos en ello, pero no está llegando lo suficientemente rápido como para evitar el desastre.