El último dato de inflación conocido en EEUU ha supuesto un cambio importante no tanto en la tendencia de precios, es preciso observar algo más de consistencia en los próximos meses, sino en el optimismo y la confianza inversora.
Sabíamos que una lectura negativa por encima del dato registrado en septiembre de 8,2%, iba a provocar un considerable impacto tanto en la renta variable como en las rentabilidades de los bonos. Todo ello causado por una constatación de que el ciclo de subidas no iba a aflojar sino que incluso podría ser más largo de lo previsto.
Pero el inversor es una figura voluble con un estado de ánimo cambiante y, sobre todo, sesgado. Una mejoría de apenas dos décimas en una tendencia que sigue siendo aterradora, sirvió para que el ánimo se reactivase, el optimismo volviese con fuerza y todo ello generase un estado de euforia no visto desde la pandemia. Ese mismo jueves tras conocer el anuncio de inflación, el índice S&P500 subió un 4,34% mientras que el más volátil Nasdaq lo hizo nada menos que un 6,12%. Para el que le gusten los datos, mientras que el alza del índice Nasdaq no estuvo ni entre las 20 mayores subidas de su historia, en puntos, fue de largo la más significativa nunca vista.
El sesgo que mencionaba viene por el hecho de que de forma colectiva y en apenas unos días ha surgido una corriente que intenta autoconvencerse de que, dado que el mal mayor son unos tipos de interés al alza como consecuencia de una tensa subida de los precios, si estos hacen pico desde ahí solo cabe esperar un tope en el ritmo de subidas dibujando una tasa terminal de tipos en un nivel aceptable.
Qué significa aceptable ¿suficiente, soportable, máxima? No, significa que el inversor quiere, desea y pide volver a un escenario de bajadas lo antes posible. Establecer el tope del precio del dinero en el 5,5%, que es donde ahora mismo están señalando los tipos de interés de corto plazo significa que, en un escenario de desaceleración y potencial recesión, el tipo de interés neutral sería mayor que los tipos nominales por lo que habría que bajar el nivel para evitar que la recesión causase un daño mayor a la economía.
"Lo único que nos queda es un alto nivel de consumo acompañado de un muy alto apalancamiento".
Sin embargo, ahora que se busca establecer el paralelismo de lo ocurrido en los 70 en la economía americana (alta inflación, tipos al alza, bajo crecimiento real y recesión), nadie retrocede a la década anterior cuando el TIN estuvo anclado entre el 4% y el 5% gracias a que el mundo experimentaba un crecimiento robusto y sano de la población acompañado de altos niveles de consumo y mejoras de productividad constantes.
El panorama hoy es radicalmente diferente. La población no crece igual, de hecho, está cada vez más desbalanceado el crecimiento, no hay mejoras sostenibles en la productividad y lo único que nos queda es un alto nivel de consumo acompañado de un muy alto apalancamiento.
A esto se agarra el inversor sin saberlo, a un crecimiento endémico con un alto nivel de gasto (de exceso de gasto más bien) financiado con deuda a tipos bajos (o lo que es lo mismo, deuda perpetúa). Y claro, para ello hacen falta dos cosas. O se tiene disciplina en el gasto y se reduce todo ese gasto que se considere superfluo (malo para el nuevo paradigma de consumo y economía 3.0) o se reduce el apalancamiento. Y para reducir la deuda se necesita, de nuevo, disciplina para no caer en la tentación de refinanciar las deudas constantemente o incorporar una buena dosis de inflación.
Y ahí es donde está el conundrum económico en el que estamos. No se puede tener inflación al alza con tipos nominales bajos. Algo que es todavía más complicado de entender con una probabilidad de recesión que viene y va en profundidad pero que, en caso de producirse, parte de un nivel de desempleo altísimo con baja participación laboral, cuyo nivel actual (62,4%) ha retrocedido cuatro décadas, qué curioso, hasta donde se encontraba a mediados de los 70.
"Para reducir la deuda se necesita, de nuevo, disciplina para no caer en la tentación de refinanciar las deudas constantemente o incorporar una buena dosis de inflación".
Así pues, el mercado ha vuelto a hacerlo. Se ha puesto la venda en los ojos, se ha lanzado a comprar en los mínimos o cuando peor estaban las cosas y ha vuelto a reventar la situación dando un mensaje tan preocupante como endeble en el sentido de que ceteris paribus, no estamos ni tan mal. Lamentablemente, estamos mucho peor.
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