Francia revive el Frexit
No ha sido una semana fácil para los mercados europeos. Mientras los índices americanos se movían de máximo en máximo los europeos registraron su peor semana en mucho tiempo.
El Ibex 35 tuvo su peor semana desde que en marzo de 2023 la inestabilidad financiera sacudiera los cimientos de la banca como consecuencia de las quiebras bancarias en Estados Unidos. Peor balance tuvo Italia mientras que el Cac-40 parisino no registraba una caída tan elevada desde hace algo más de 100 semanas coincidiendo con la crisis de Ucrania.
Precisamente Francia está hoy en el ojo del huracán. La incertidumbre política que genera la convocatoria de elecciones de Macron y un eventual giro hacia una posición extrema, llevaron a que los spreads de deuda se situasen en una zona denominada peligrosa -100 pb de prima de riesgo serían un nivel crítico- que no frecuentaba desde que en 2017 se hablara por primera vez del Frexit. Para entender esta reacción de los inversores conviene explicar dos cuestiones.
La primera es que Macron convoca elecciones no porque se rinda a la evidencia del cambio generado por el hastío hacia la clase política convencional. El actual primer ministro da un paso lógico muy del estilo de su maquiavélico homólogo español enmarcado en una estrategia para que la derecha radical se exponga al máximo. Y lo hace incluso a riesgo de que gane las elecciones, lo que hasta la fecha ha sido casi imposible. De nuevo, el cara a cara lo que busca es avivar la conciencia cívica para bloquear su triunfo.
El riesgo está medido porque hay quien piensa que, incluso ganando, el margen de cambiar radicalmente el país es limitado y su ciclo legislativo corto lo cual le permitiría a Macron optar a la reelección como salvador patrio. Hacerlo mal tiene el precio de hundir definitivamente el partido que es lo que precisamente ha pasado con la izquierda extremista y comunista en España beneficiando al “sanchismo”.
El riesgo está medido porque hay quien piensa que, incluso ganando, el margen de cambiar radicalmente el país es limitado
La segunda es que la salida del euro y lo que ello conlleva es una cuestión que siempre lleva a un callejón sin salida pues el Brexit contaba con una agenda y un horizonte de hitos que no se dan en la economía francesa. El referéndum no es suficiente y se necesitan pasos más sólidos para que uno de los miembros fundacionales de la unión, cuyo germen es un acuerdo comercial posterior a la II Guerra Mundial, abandone el proyecto.
El coste de abandonar el euro es muy caro, elevadamente costoso. Reino Unido sabe bien las consecuencias que contribuyeron a que su economía se encuentre en un estancamiento del que le cuesta salir.
El problema es que estos movimientos asentados en Francia e Italia contra el espíritu del euro, o los secesionistas de Bélgica y España, llevan a pasos agigantados a la irrelevancia en un momento especialmente sensible, con un conflicto bélico en la frontera europea, el resurgimiento del poder asiático y una hegemonía de Estados Unidos que siempre ha mirado a Europa por encima del hombro y va camino de ignorarla si no fuera porque pierde un aliado con el que hacer frente al bloque Rusia-China.
La incertidumbre de Francia y la sensibilidad de los inversores a estos cambios radicales pueden truncar lo que hasta el momento ha sido un año plácido de mercados. El euro reacciona como lo hace la renta fija de una economía, la francesa, apalancada y condicionada por su elevada política de gasto público. Las facturas hay que pagarlas y hacerlo con una mayor exigencia de coste es un precio muy alto para que los políticos lo expongan como reclamo electoral.