Uno de los principales avances de la segunda mitad del siglo XX ha sido la globalización. Gracias a ella, los mercados se ampliaron, ofreciendo una mayor variedad de productos, y promoviendo un movimiento de los precios de los productos elásticos hacia abajo. Ahora, además, el desarrollo tecnológico se ha acelerado, mientras las fronteras económicas casi han desaparecido.
Con la llegada del presidente Trump a la Casa Blanca, volvimos a escuchar una palabra que creíamos olvidada: “proteccionismo”. Las consecuencias de esta política ya son visibles en una serie de indicadores macroeconómicos.
El crecimiento global se ha desacelerado, por lo que los bancos centrales se vieron obligados a implementar estímulos, incluyendo la bajada de los tipos de interés. Teóricamente, este instrumento de la política fiscal expansiva busca reanimar la economía, ofreciendo un crédito más barato, pero la crisis de 2008 nos ha enseñado que la gente a veces se olvida de que los préstamos hay que devolverlos. ¿Qué es lo que estamos observando a día de hoy? Un verdadero auge en la emisión de los bonos empresariales.
Según los datos de Dealogic, se vendieron poco más de 2,5 billones de dólares de bonos corporativos durante el 2018, superando el récord anterior establecido en 2017. Al mismo tiempo, el volumen interanual de los préstamos verdes y ESG aumentó de 41 mil 300 millones de dólares en 2018 a 112.300.000 millones en 2019. Incluso el Banco de la Reserva Federal de Nueva York reiteró su preocupación por el aumento de las deudas emitidas por compañías de baja calificación, que podrían verse presionadas si las condiciones económicas empeoran.
Pero hay más. Con la bajada de los tipos de interés, el volumen de la deuda de rendimiento negativo alcanzó un pico de más de 17 billones de dólares en agosto del año pasado, empujando a los inversores a comprar deuda corporativa más arriesgada para incrementar el retorno.
Pocos mercados generan más preocupación que los préstamos apalancados, utilizados por compañías típicamente calificadas como basura para financiar todo: desde compras de capital privado hasta dividendos para los accionistas. Dicho de otra manera, “el dinero gratis” ayuda a mantener vivas a algunas empresas que de otro modo habrían cerrado. Ahora representan alrededor del 6% de las acciones no financieras cotizadas en economías avanzadas, según el Banco de Pagos Internacionales.
De acuerdo con el Banco Mundial los bajos niveles de tasas de interés, que los mercados financieros esperan que se mantengan en el futuro próximo, "mitigan algunos de los riesgos asociados con los altos niveles de deuda". De hecho, las tres olas anteriores de acumulación de deuda terminaron con crisis financieras en muchas economías en desarrollo y emergentes.
La pregunta que muchos empiezan a plantearse es: ¿cómo de efectiva es esta política y cuánto tiempo va a durar? De momento, la “no expansión cuantitativa (QE)” ayuda a mantener la bolsa en el ciclo alcista, pero una vez que la Fed anuncie su suspensión, todo va a cambiar.
**Igor Kuchma es analista de Trading View.