`Euríbor¿. Ningún otro concepto financiero, ninguno, rivaliza en importancia y familiaridad para los hogares españoles como él. Otros puede que se le acerquen. Como `Ibex 35¿. Pero no genera la misma sensación. Ni está tan arraigado. Porque el euríbor ha sido `uno más en la familia¿ de cientos de miles de hogares españoles durante muchos, muchos años.
Y lo sigue siendo, porque el euríbor a 12 meses no deja de ser la gran referencia de aquellas personas que contratan una préstamo hipotecario variable. Es decir, de los que tienen intereses cambiantes, unos cambios que dependen precisamente del euríbor.
Un euríbor que agoniza. Porque no es lo que era. El euríbor no es más que el acrónimo en inglés del concepto tipo de interés de la oferta interbancaria. Porque eso es lo que mide el euríbor, el tipo de interés al que los bancos están dispuestos a prestarse dinero entre ellos. Precisamente por suponer el precio al que las entidades aceptarían prestarse dinero, ese interés sirve luego como referencia para financiarse en los mercados financieros o para vender productos como las hipotecas.
Como tal, el euríbor es `hijo¿ del euro. Es decir, nació para tomar el relevo a los distintos índices nacionales cuando el euro emergió como moneda oficial y sustituyó a las nacionales. En ese momento, el euríbor era una gran familia. Literalmente, porque había hasta 15 `euríbores¿. Es decir, se calculaban diariamente hasta 15 plazos distintos, que iban desde el euríbor a una semana hasta el euríbor a 12 meses. Y todos esos plazos se calculaban a partir de los datos que proporcionaban 50 de las principales entidades de crédito más activas y potentes de la región. Casi nada.
¿Y LLEGÓ LA CRISIS
Pero llegó la crisis. Y ni siquiera el euríbor salió indemne. Como toda la familia de este índice no se calcula a partir de transacciones reales que ocurren en el mercado, sino que recoge el interés al que los bancos estarían dispuestos a prestarse dinero, las sospechas de que era manipulable emergieron. Y se confirmaron luego, con multas millonarias a varias entidades por haber manipulado el euríbor.
Como consecuencia, el Instituto Europeo de Mercados Monetarios (EMMI) recibió el encargo de realizar una reforma del euríbor. Iniciado en 2014, este proceso perseguiría que el índice respondiera a operaciones reales del mercado, no a un ejercicio de voluntades o posibilidades. Es decir, en adelante su cálculo sería más transparente y más fiable.
En apariencia, todo lógico. Pero no. Los problemas surgieron desde el primer momento. Desde el nombre, incluso. Rebautizado inicialmente como `Euríbor +¿ o `Euríbor Plus¿, pronto se abandonó este idea porque podía dar pie a futuros litigios dado que ese nombre no estaba en los contratos antiguos. A continuación, su entrada en vigor se retrasó de 2016 a mediados de 2017. Luego, cuando el nuevo sistema fue examinado durante un periodo de prueba, se comprobó que el cálculo no era lo suficientemente fiable. Y a comienzos de mayo de 2017, EMMI confirmó que el proceso quedaba interrumpido.
Pero no enterrado. Porque EMMI empezó a trabajar en una nueva fórmula de carácter híbrido, basado en operaciones reales cuando sea posible y reforzado con otras referencias de precios del mercado si resulta preciso. El objetivo de EMMI es volver a ponerlo a prueba ¿está en ello, de hecho-, para lanzarlo definitivamente a finales de 2019.
En paralelo, el Banco Central Europeo (BCE) puso en marcha otro proceso, consistente en lanzar su propioíndice de referencia de actividad interbancaria a un día. Lo ha bautizado con el nombre de `Ester¿, y la idea es que complemente al eonia ¿el euríbor a un día- y a los diferentes `euríbores¿ y que esté en marcha antes de 2020.
CADA VEZ MENOS BANCOS Y MENOS `EURÍBORES¿
Esta `resaca¿ de la crisis y toda esta larga e incierta reforma laten tras la lenta e imparable decadencia del euríbor, algo increíble si al mismo tiempo se tiene en cuenta su extraordinaria influencia. Según los cálculos de las autoridades europeas, el euríbor sirve como referencia para contratos por valor de 180 billones de euros. Sí, 180 billones, más del doble que el Producto Interior Bruto (PIB) mundial. En España, cerca de 9 de cada 10 hipotecas variables están ancladas al euríbor a un año.
Y pese a esta suma, pese a esta importancia, su declive es imparable. Con datos. Del medio centenar de entidades que proporcionaban cifras para calcular el euríbor apenas quedan veinte. ¿Desde 2012, coincidiendo con el momento en que se ponen en marcha las investigaciones sobre la presunta manipulación del euríbor y otros índices, el panel de contribuidores del euríbor se ha reducido a menos de la mitad¿, apuntaba ya María José Gómez Yubero a finales de 2016 en un estudio titulado `La regulación de los índices de referencia y la reforma del euríbor¿.
Pero aún hay más. Cada vez hay menos entidades¿ y cada vez hay menos `euríbores¿. Esa quincena inicial quedó recortada ya a ocho miembros en los últimos años. Y este mismo mes EMMI ya ha comunicado que desde el 3 de diciembre dejará de calcular otros tres plazos: los de dos semanas, dos meses y nueve meses. Por tanto, la `familia¿ quedará reducida a cinco miembros: 1 semana, 1 mes, 3 meses, 6 meses y 12 meses.
Estos son los irreductibles. Los que son tan sensibles para la arquitectura financiera, por servir de referencia para tantos contratos, emisiones de deuda y financiaciones, que su cálculo no puede evaporarse. Y los que, en última instancia, están a la espera de que la reforma o la puesta a punto pretendida por las autoridades cuaje de una vez. Porque casa mal que un índice tan relevante muestre esta decadencia. Y, sobre todo, porque sería bueno que todo lo que lo rodea estuviera libre de sospechas ante el incremento de los tipos de interés que comenzará en la Eurozona en septiembre u octubre de 2019. El euríbor lo merece. Y quienes lo tienen como referencia, más.