Los consumidores españoles se están pasando al 'dinero de plástico' por momentos. Según la última remesa de datos ofrecida por el Banco de España (BdE), correspondientes al cuarto trimestre de 2018 y por tanto al conjunto del pasado ejercicio, el dominio de las tarjetas resulta incontestable: hay más tarjetas y más terminales de puntos de venta (TPV) que nunca, cada vez se pagan más operaciones con ellas, por un importe total que supera con creces al de las retiradas de efectivo y con unas comisiones cada vez más bajas en los comercios. Todo, por tanto, juega a su favor. 

Los datos del BdE muestran que en España hay 83,72 millones de tarjetas en circulación, repartidas entre 36,64 millones de tarjetas de crédito y 47,08 millones de tarjetas de débito. La cifra supera en un 5,6% la de finales de 2017 y cada vez deja más atrás el récord previo a la crisis, marcado en los 76,4 millones de tarjetas que se contaban en 2008. 

La evolución del número de TPV sigue el mismo camino. A finales de 2018 existían 1,81 millones de terminales, una cifra sin precedentes que crece un 2,7% con respecto a la de 2017 y un 16% con respecto a la existente en 2008. Aunque el principal contraste se observa con respecto a la red de cajeros. Pese a que en 2018 aumentó 1,1%, hasta los 51.391 cajeros, esta cifra aún es claramente inferior a los cerca de 62.000 cajeros de 2008. 

"La tasa media de intercambio para las tarjetas de particulares descendió al 0,41% en 2018. Una década antes alcanzaba el 0,88%"

El protagonismo del número de tarjetas y TPV con respecto al número de cajeros se refleja igualmente en las operaciones y los importes. En todo 2018 se registraron 3.903 millones de operaciones en TPV, casi un 14% más que un año antes, por un importe total de 147.431 millones de euros, un 9% más. Nunca antes se había operado tanto y por tanto dinero. Por el contrario, hubo 934,69 millones de operaciones de retiradas de efectivo en los cajeros por un volumen total de 124.864 millones de euros. Aunque este importe también es el más alto de siempre, apenas crece un 2% con respecto al de 2017, y el número de operaciones todavía es inferior a los más de 1.000 millones registrados en 2007 y 2008. 

LAS COMISIONES IMPORTAN

Si bien el creciente dominio del 'plástico' obedece a unos tiempos que favorecen el uso de nuevos medios de pago en perjuicio del efectivo, como trasfondo también subyace otro motivo que expica su pujanza en los últimos años: el descenso de las comisiones asociadas al acto de pagar con tarjeta en un comercio. 

Estas compras comportan dos tipos de tasas. Por un lado, la de descuento, que es la que el comercio paga al banco al que contrata el TPV; y por otro, la de intercambio, que es la que el titular del TPV paga al banco o entidad de la tarjeta con la que paga el cliente. 

El comportamiento de estas tasas vivió un auténtico punto de inflexión en 2014. Hace cinco años, España dio un paso clave para impulsar el uso de las tarjetas de crédito en detrimento del efectivo. Con el Real  Decreto-ley  8/2014,  de  4  de  julio,  de  aprobación  de  medidas  urgentes para el crecimiento, la competitividad y la eficiencia, se buscó dar un empujón al 'dinero de plástico'. Lo hizo, precisamente, poniendo el foco en las comisiones. Limitó las de intercambio para provocar un'efecto arrastre' que también redujera las tasas de descuento. Es decir, pretendía que las entidades de TPV bajaran las comisiones a los comercios puesto que ellas también pagarían menos a las emisoras de las tarjetas. 

"Los comercios también han entendido que vetar el pago con tarjeta les exponía a perder la venta. Y han pasado a ver las comisiones como una inversión, no como un gasto"

¿Se ha conseguido? Sí. A finales de 2018, y siempre según los datos del BdE, la tasa media de intercambio para las tarjetas de particulares descendió al 0,41%, inferior al 0,44% de 2017, al 0,61% de 2014 o al 0,88% de 2008. Es, de hecho, la cifra más baja de la serie histórica. En cuanto a las de intercambio, las tasas superiores al 0,6% existentes hasta 2014 han dado paso a otras encajadas dentro de los límites establecidos desde entonces: 0,1% para la tarjetas de débito y 0,2% para las de crédito en operaciones hasta 20 euros y 0,2% y 0,3%, respectivamente, para importes superiores a esa suma. 

Como ya no les sale tan caro, como consecuencia del descenso de las tasas de descuento, los comercios han ido viendo con mejores ojos a los clientes que llegaban a pagar con la tarjeta en la mano. Incluso por importes cada vez más bajos. En paralelo, existe otra causa para este cambio de actitud: los comercios han entendido que rechazar las tarjetas les exponía a quedarse sin venta. O lo que es lo mismo, que corrían el riesgo de no poder hacer una venta por no aceptar el pago con tarjeta, con lo que el coste en comisiones asociado a este medio de pago ha pasado a ser visto como una inversión y no solo como un coste que no daba rédito. 

 

Noticias relacionadas