Pim. “El cambio climático ha pasado a ser un factor determinante en las perspectivas a largo plazo de las empresas”. Pam. “Nos encontramos en los albores de un replanteamiento de las finanzas desde sus cimientos”. Pum. “Los inversores tienen cada vez más en cuenta estas cuestiones y son conscientes de que el riesgo climático constituye un riesgo de inversión”.

Seguramente, no es la primera vez que alguien se expresa en estos términos. Incluso cabe la posibilidad de que suenen a ‘viejos’, de tanto que se vienen diciendo en los últimos tiempos. O que parezcan simplemente los mantras en los que se insiste para sumarse a la ‘moda’ de la sostenibilidad y el cambio climático. Pero hay un matiz. Y no menor, por cierto. Lo que eleva estos mensajes a otra dimensión es quién los emite. Llevan la firma, porque los ha trasladado esta semana a través de la carta anual que manda a los consejeros delegados de las compañías, de Larry Fink, presidente y consejero delegado de BlackRock. ¿Qué es BlackRock? La mayor gestora de fondos del mundo, con unos activos bajo gestión de 7,4 billones de dólares -unos 6,7 billones de euros-. 

El mensaje de Fink es directo: quien no se tome en serio la sostenibilidad del planeta y los criterios ESG, se quedará fuera de su radar inversor. Es decir, se perderá la porción de una gigantesca tarta de 7 billones de dólares"

Toda esta munición, estos 7 billones de dólares que BlackRock coge de sus partícipes e invierte en compañías de todo el planeta, es la que otorga una resonancia mucho mayor a esos mensajes. Porque, en su carta de este año, Fink está lanzando un mensaje muy serio a los consejeros delegados de las empresas: quien no se tome en serio la sostenibilidad del planeta y los criterios ESG (medioambientales, sociales y de buen gobierno corporativo), se quedará fuera del radar inversor de la gestora. Es decir, se perderá su porción de esa gigantesca tarta de 7,4 billones de dólares

En España, por ejemplo, BlackRock destaca como el principal inversor institucional. Entre otras cotizadas, cuenta con presencia en el capital de Telefónica, Banco Santander, BBVA, Inditex o Amadeus.

Para que no queden dudas, la firma lo deja claro en el encabezado de otra misiva enviada al mismo tiempo a sus clientes: “La sostenibilidad es el nuevo pilar de inversión en BlackRock”. Y ya dentro, detalla: “Dado que las estrategias de inversión sostenible tienen el potencial de brindar a los clientes mejores resultados, estamos situando la sostenibilidad en el epicentro de la manera en la que BlackRock gestiona el riesgo, construye carteras, diseña productos e interactúa con las empresas. A nuestro juicio, la sostenibilidad debería constituir nuestro nuevo pilar de la inversión”. 

"Estaremos cada vez más dispuestos a votar en contra del equipo directivo cuando las empresas no progresen lo suficiente"

Acompaña estos mensajes con el anuncio de medidas concretas. Como el compromiso de liquidar las inversiones en productores de carbón térmico, reducir el riesgo de que no se cumplan los criterios ESG en sus estrategias activas, duplicar la oferta de fondos cotizados (ETFs) conforme a esos principios ESG o colaborar con proveedores de índices para ampliar y mejorar el universo de índices sostenibles. Y también, por supuesto, afilando su marcaje sobre las empresas para que no se piensen que BlackRock no va en serio. “Estaremos cada vez más dispuestos a votar en contra del equipo directivo cuando las empresas no progresen lo suficiente”, avisa la firma en su carta a los clientes. 

LA RELEVANCIA DEL DIVIDENDO SOCIAL

Fink y BlackRock potencian así una cruzada por la que ya llevan años luchando. Igualmente impactante fue la carta que el presidente de la firma envió a los consejeros delegados en enero de 2018. Titulada ‘Sentido de propósito’, emplazaba a los directivos a trascender el objetivo de ‘crear valor para el accionista’. Había que ir más allá, atender a todos los públicos. A toda la sociedad. 

"La sociedad está demandando a las empresas, tanto públicas como privadas, que sirvan un propósito social", decía ya entonces. Y añadía: "Para prosperar en el tiempo, cada compañía no solo debe ofrecer un rendimiento financiero, sino también mostrar cómo hace una contribución positiva a la sociedad. Las empresas deben beneficiar a todos sus públicos de interés, incluidos los accionistas, los empleados, los clientes y las comunidades en las que trabajan". "Sin un sentido de propósito, ninguna empresa, ya sea pública o privada, puede alcanzar su máximo potencial. En última instancia, perderá la licencia para operar de los interesados clave", remataba.

Desde entonces, y tras definir un marco de actuación que evidenciaba su puesta en valor de los 'dividendos sociales' que las empresas pueden realizar, BlackRock ha ido dando más pasos. Ahora va más lejos. Sube su apuesta contra el cambio climática. Y como la economía y las finanzas van de incentivos y premios, el suyo, su incentivo, ese radar sustentado en 7 billones de dólares, puede ser de lo más poderoso. 

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