Varios son los factores que hacen que una moneda aumente su valor de manera significativa: su antigüedad, el número de unidades que se pusieron en circulación, algunos errores a la hora de fabricarse… y otro que es igual de importante que los anteriores. Se trata de su estado de conservación.

Y es que una moneda reluciente y en buen estado puede disparar su cotización, siendo bastante superior al de otro ejemplar idéntico pero manchado. Así se hace bueno el dicho de que una imagen vale más que mil palabras.

Varias son las circunstancias que pueden hacer que una moneda no esté ‘en perfecto estado de revista’, como se solía decir en la mili. La humedad, el sudor, la grasa, el polvo… son algunos de los factores que acaban por ensuciar las monedas. Y todo ese brillo y esplendor que tenían en sus orígenes se acaba perdiendo... al igual que su valor.

Estos son los trucos ¿de la abuela?

Cuando se utilizan una serie de materiales de uso común, básicos, y al alcance de la mano de todos, se suele utilizar la famosa frase de ‘los trucos de la abuela’. Remedios caseros que servirán para devolver a su estado original a esas monedas oxidadas, que han perdido color o brillo.

Uno de ellos tiene como protagonista al bicarbonato de sodio y el limón. ¿Por qué? Porque el primer es limpiador y desinfectante, mientras que el segundo es abrillantador y desengrasante. Un cóctel perfecto para eliminar la suciedad y el óxido sin causar ‘daño’ a la moneda.

[Si tienes estos billetes y monedas de 100 pesetas estás de enhorabuena: valen miles de euros]

¿Cómo usar este combo? Hay que tener a mano media cucharada pequeña de bicarbonato de sodio y medio limón. Ambos se mezclan en un recipiente para formar una pasta. En la misma, deposita las monedas durante 10 minutos.

Pasado este tiempo, hay que frotarlas con un cepillo de cerdas suaves o un paño de microfibra. Por último, limpiarlas con agua tibia y secarlas con otro paño distinto.

¿Jabón y vinagre?

Sí, pero por separado, ya que se trata de dos trucos distintos. Con el jabón neutro, y agua destilada tibia, se lleva a cabo también una mezcla que, en este caso, será jabonosa. Hay que remojar cada moneda en la misma, y frotarla entre los dedos índice y pulgar suavemente.

Si la moneda está muy, muy sucia, conviene dejarla un tiempo en dicha mezcla. ¿Cuánto? Unos 30 minutos. Pasado este tiempo, se enjuaga con agua destilada y se seca con una toalla.

[¿Adiós a la calderilla? Estas son las monedas de euro que no vas a poder utilizar a partir del 1 de julio]

¿Y qué pasa con el vinagre? Pues que, entre sus cualidades, están las de poder disolver el óxido y la cal, a la par que desinfecta y abrillanta. En este caso, el vinagre blanco se deposita en un recipiente.

Allí se colocan las monedas, dejándolas entre quince o veinte minutos, según el grado de suciedad. Pasado este tiempo, hay que cepillarlas con un cepillo suave. Después, enjuagarlas con agua tibia, y secarlas con toalla o papel.

¿Y qué no hay que hacer?

Hay que evitar una serie de circunstancias para que las monedas, en este proceso de limpieza, no ‘sufran’ y acaben deteriorándose. Porque, y parafraseando el lema de la Real Academia Española (RAE), el fin no es otro que limpiar, fijar y dar esplendor.

Para que así sea, conviene no poner monedas unas encima de otras. Así se evita que se manchen o se rayen. Y, por nada del mundo, utilizar herramientas como cuchillos o similares para intentar quitar esos pedacitos de suciedad que no han acabado de salir. De hacerlo, lo único que se conseguirá será rayar o perforar las monedas.

Monedas viejas. Pixabay

Tampoco es pertinente usar calor ni fuego en este proceso de limpieza. De hacerlo, es posible que se altere el color o que se funda el metal. Ni secar las monedas con el sol, o con secadores de pelo, en un afán en este último caso por adelantar los tiempos. Lo que se conseguirá son manchas o decoloraciones.

Con estos sencillos trucos, el aspecto de las monedas de colección mejorará. Y si se quiere dar el paso de venderlas, su valor aumentará.