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Depósitos

La pregunta de los 815.000 millones: ¿cómo es posible que bajen más los tipos?

  • El BCE garantiza varios años más de tipos negativos tras reducirlos al -0,50%
  • El entorno financiero se vuelve aún más hostil para gestionar el ahorro de las familias
13 septiembre, 2019 06:00

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Seguramente, usted ya habrá leído o escuchado que el Banco Central Europeo (BCE) ha vuelto a reducir los tipos de interés. Seguramente, a estas alturas usted ya habrá leído o escuchado que los intereses importantes ahora, los de la facilidad de depósito, están en negativo, bajo el 0%. En concreto, el BCE los recortó este jueves un poco más, del -0,40% al -0,50%Y seguramente, usted entenderá ya poco o nada de todo esto que se está haciendo. En especial, porque también seguramente usted tendrá parte de su dinero en el banco, en una cuenta o un depósito, que en España suman en total 815.000 millones de euros, según los últimos datos del Banco de Espala (BdE), y se preguntará cómo es posible que los tipos sigan bajando cuando ya parece que no existe margen para hacerlo.

No se preocupe, no está solo en esas reflexiones. No es fácil entender esta 'era de los tipos negativos' que lo trastoca todo, puesto que nuestra cabeza está acostumbrada a pagar un interés cuando uno se endeuda y cobrarlo cuando lo presta o deposita y ahora resulta que la realidad empieza a ser justo al revés. Y no es cuestión de ser más o menos experto en la materia, puesto que entre los analistas financieros también se extienden las dudas, las preguntas, sobre este nuevo entorno y, en particular, sobre la conveniencia y la efectividad de medidas como las enviadas en batería este jueves por la entidad presidida por Mario Draghi

"Habría que preguntarse si el beneficio marginal que se puede conseguir con las medidas anunciadas este jueves merece la pena teniendo en cuenta el daño causado al sector bancario y el sistema de pensiones", apunta Azad Zangana, economista senior para Europa de la gestora Schroders. “Las medidas del BCE tendrán un éxito económico limitado”, expresa Esty Dwek, de Natixis Investment Managers. "La política monetaria está agotada y está perdiendo su efectividad", apuntaba ya días atrás Andrew Bosomworth, gestor de carteras de Pimco.

Con una inflación a la baja, el BCE reduce los tipos, aunque ya estén bajo el 0%, para que los tipos de interés reales sean más negativos y penalizar así el ahorro e incentivar el gasto

Es más, hasta en el BCE son conscientes de esta realidad. La propia insistencia con la que Draghi reclamó este jueves estímulos fiscales a los países que tengan margen para hacerlo, rematada con la confesión de que los miembros del BCE están convencidos, de forma "unánime", de que en estos momentos "la política fiscal debería ser el principal instrumento" para reactivar el crecimiento y la inflación en la Eurozona, delata que la institución asume las limitaciones con las que se está moviendo una vez que sus decisiones han llegado ya tan lejos. 

MÁS REPRESIÓN FINANCIERA

Entonces, ¿por qué lo hace? ¿Por qué el BCE estruja más y más los tipos y refuerza su descenso con otras medidas expansivas, como la reanudación de las compras de activos en el mercado (QE2) a razón de 20.000 millones mensuales y sin límite temporal definido? Porque, a la espera de que las autoridades nacionales y europeas den un paso al frente con la política fiscal, si es que lo dan, Draghi, con el respaldo del Consejo de Gobierno del BCE, entiende que la amenaza de la recesión y de las presiones deflacionistas está creciendo por momentos y juzga que no hay tiempo que perder

Para ello, insiste en su estrategia, reduciendo los tipos y recuperando las compras de activos, principalmente, para, en conjunto, dar otra vuelta de tuerca a la represión financiera. "El propósito de la represión financiera es reducir los incentivos para ahorrar e incrementar los incentivos para gastar con la intención de estimular la actividad económica", señala Philippe Waechter, economista jefe de Ostrum AM (filial de Natixis IM).

Con una inflación a la baja, que en agosto se situó en la Eurozona en el 1%, el BCE reduce los tipos, aunque ya estén bajo el 0%, para que los tipos de interés reales sean más negativos. De este modo, penalizan más el ahorro y estimulan más el consumo. O, al menos, eso es lo que se pretende. 

Además, con la combinación de unos tipos más bajos y la nueva inyección de euros a través del QE2 se busca presionar a la baja sobre el euro para que ejerza de palanca inflacionista y de aliado para las exportaciones europeas. Y hay más. Mantener extremadamente bajos los costes de financiación para los Estados, las empresas y los hogares es otro de los motivos, aunque en este caso para que surta efecto, en lo que respecta al sector privado, requiere una banca dispuesta a prestar más y una demanda suficiente y solvente

AÚN MÁS INHÓSPITO

Desde el BCE, siempre se han defendido los efectos positivos que estas medidas, incluso los tipos negativos, tienen en la economía. Y siempre se han revuelto ante sus posibles efectos secundarios. Pero existen, en especial en lo que respecta a las familias, sus ahorros y el cada vez más inhóspito escenario al que se encuentran para gesionar su dinero y tratar de sacarle rentabilidad. "Las previsibles nuevas compras continuarán ejerciendo presión sobre los tipos en general (especialmente en un contexto de tipos negativos en gran número de tramos) y perjudicando así aún más a los productos de ahorro", avisa Gonzalo de Cadenas-Santiago, director de análisis macroeconómico y financiero del servicio de estudios de Mapfre.

Siempre ha habido que asumir riesgos para cazar rentabilidades. El problema es que ahora hay que correrlos no ya para aspirar a un 8% o un 10%, sino a un 2% o un 3%

Tras lo expuesto este jueves, como poco los tipos seguirán en negativo hasta 2022. Y hasta puede que bajen más, de hecho. "Seguimos pensando que el BCE tendrá que hacer más con el tiempo, incluyendo recortes aún más profundos de los tipos de interés", constata Paul Diggle, economista senior de Aberdeen Standard Investments.

O lo que es lo mismo, se viene un panorama extremadamente complicado para los hogares, incluso más que el de los últimos años por el desgaste que provoca la prolongación del proceso. Porque ya no es solo que la rentabilidad de los depósitos esté en el 0%, como ahora, sino que va a seguir así durante muchos años más. Es más, la persistencia de los tipos negativos presionará de manera creciente para que los bancos acaben cobrando por los depósitos incluso a los particulares con sumas altas de dinero o adoptando otras medidas, vía comisiones o similares, para contrarrestar el coste que esos tipos negativos suponen para su negocio.

Las mismas dificultades aplican para los productos con enfoques a muy largo plazo, como los planes de pensiones o los seguros, puesto que los rendimientos bajos o negativos en gran parte de la deuda pública europea van a seguir vigentes durante una larga temporada. Porque, ¿qué hay de la deuda pública? En el caso español, luce rendimientos negativos hasta el caso de los bonos a siete años. Y el rendimiento de los bonos a 10 años se limita al 0,2%, con perspectiva de que entre igualmente en terreno negativo en los próximos meses. En agosto ya reculó hasta el 0,03%. 

La conclusión, casi por descarte, es clara: quien quiera rentabilidad, que asuma riesgos. Esta realidad, la conformada por el binomio rentabilidad-riesgo, siempre rige, pero en este contexto se expresa con más crudeza. Porque 'la cosa' ya no va de aspirar a rendimientos del 8% o el 10% y correr los riesgos correspondientes, es que hay que asumir riesgo para ambicionar rentabilidades más modestas. Del 2%, del 3%. La renta fija corporativa, el 'ladrillo', la bolsa o los fondos con 'picante' -activos con potencial de rentabilidad- en su cartera piden paso en ese escenario, con el peligro de que terminen llegando a ellos perfiles poco o nada adecuados para esos activos. "Meter en bolsa a alguien de depósitos puede ser como darle dos cuchillos a un mono", advierte gráficamente Miguel Ángel Bernal, profesor y tutor del programa de renta fija de IEB.

El problema es que la represión financiera aprieta. Y pilla a los hogares españoles con 815.000 millones de euros en depósitos o cuentas. Unos hogares que, seguramente, cada vez entienden menos todo esto.