Los fondos ASG 'aburren' a los inversores y el dinero empieza a escasear
Europa sigue liderando el sector, pero la profunda división ideológica de EEUU está frenando la llegada de capital.
La inversión sostenible pierde fuelle. Tras cosechar una gran popularidad cuando los tipos de interés estaban bajos y, sobre todo, a raíz de la pandemia de Covid-19, la guerra rusa en Ucrania ha cambiado el escenario. Los flujos de dinero ya no acompañan con tanta fuerza a los fondos que aplican los criterios medioambientales, sociales y de buena gobernanza corporativa (ASG).
Los fondos ASG siguen captando capital, es cierto, pero a menor ritmo. Además, su patrimonio a nivel mundial ha retrocedido. Según Morningstar, los fondos sostenibles europeos captaron casi 18.950 millones de euros de dinero nuevo neto en el segundo trimestre, frente a los cerca de 32.200 millones del primer trimestre.
Europa supone la mayor parte de estos flujos y el 84% de los activos sostenibles del mundo. En cambio, Estados Unidos se está alejando de esta tendencia por su profunda división ideológica, y eso pasa una importante factura a la foto global del sector, donde Japón y la región Australasia también están sufriendo salidas.
La moda de la ASG se ha extendido a lo largo y ancho del mundo durante el último lustro. En el Viejo Continente, punta de lanza de la inversión verde y socialmente responsable, se puso negro sobre blanco en 2018.
Desde ese momento, la Comisión Europea, a través de su Estrategia de Finanzas Sostenibles, viene dando pasos firmes para convertir a la UE en una sociedad equitativa y próspera, con una economía moderna, eficiente en la utilización de los recursos y competitiva, y en la cual no haya emisiones netas de gases de efecto invernadero en 2050.
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En junio de 2023, había más de 1.400 fondos y ETF con un mandato climático, frente a menos de 200 en 2018. Esto es, siete veces más en cuestión de cinco años.
Además, en 2020 se adoptó el reglamento sobre la Taxonomía, un sistema de clasificación sólido y científico que permita a las empresas financieras y no financieras compartir una definición común de la sostenibilidad, ofreciendo una protección contra la práctica del ‘greenwashing’, ‘ecopostureo’ o ‘ecoblanqueo’.
Cuestión de credibilidad
Hace tres años, los activos mundiales de fondos sostenibles se aproximaban a los 1,4 billones de euros. A finales de 2021, en sólo año y medio, se habían doblado hasta los 2,8 billones. Pero el pasado junio experimentaron un ligero descenso hasta los 2,6 billones, desacelerándose por primera vez desde su apogeo.
“Más que apatía u hostilidad, puede que los inversores se estén volviendo más exigentes con los fondos que compran, y el sector de la gestión de activos, siempre atento a los cambios en las preferencias de los consumidores, ha respondido”, señala James Gard, analista de Morningstar.
En opinión de Yolanda Courtines, gestora del Wellington Global Stewards Fund, la ASG ha entrado en una fase de escrutinio. Lo que cuenta ahora es la autenticidad. Algunas empresas “se equivocan al querer demostrar que lo hacen todo para todos”, afirma.
Y añade: “Nuestro papel como gestores es pensar en la credibilidad y entender quién está siendo creíble en este viaje”. En otras palabras, no todo vale en el espectro sostenible.
En esa línea se posiciona William Bryant, director de Asesoramiento de NorthPeak Advisory. Puede que el sector haya “prometido demasiado”, pero al fin y al cabo “hay que ser capaz de cumplir”.