Además de uno de los empresarios más exitosos de su generación, el fundador de Apple, Steve Jobs, supo plasmar con sus reflexiones en sus intervenciones públicas las claves que han guiado los principios de la innovación corporativa durante las últimas décadas. Su célebre discurso en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford de 2005 dejó para la posteridad una de las expresiones más utilizadas para resumir el ADN emprendedor: "Stay Hungry, Stay Foolish".
En el mismo discurso, Jobs dejó caer otra reflexión que, aunque no haya conseguido la misma popularidad, encierra una carga de profundidad tan potente o más como su oda a los locos hambrientos. "Your time is limited, so don't waste it living someone else's life [...] Don't let the noise of other's opinions drown out your own inner voice. And most important, have the courage to follow your heart and intuition".
En 2015 Enric Asunción era responsable de las instalaciones domésticas de carga de Tesla en Países Bajos. Mientras trabajaba para el fabricante de coches eléctricos creado por Elon Musk, tomó una decisión que bien podría haber servido a Jobs como ejemplo práctico de su discurso en Stanford. Decidió seguir su intuición.
Asunción se dio cuenta de que los cargadores con los que suministraban la energía eléctrica a esos vehículos se podían mejorar. Dejó su trabajo, reclutó a una serie de compañeros de viaje y fundó Wallbox para perseguir este objetivo desde Barcelona. Ayer, ese proyecto que sólo era una idea en 2015 anunció que en el tercer trimestre de 2021 cotizará en Wall Street con una valoración de 1.500 millones de dólares.
"El tiempo que estuve trabajando en Tesla me sirvió para darme cuenta de que la clave del coche eléctrico estaba más en los hogares que en la carga pública. Mucha de la atención estaba, y sigue estando, en los cargadores públicos. Pero el gran cambio respecto a los coches actuales está en que podemos cargarlos mientras estamos en nuestras casas o trabajamos", explica el CEO de Wallbox para Invertia.
Los retos de la carga doméstica
Una de las cuestiones que motivó los primeros conceptos de Wallbox giraba en torno a las capacidades de estos cargadores más allá de suministrar energía a los vehículos. "Existía una gran oportunidad dotando a estos cargadores de una capa de inteligencia. La carga doméstica encierra muchos retos. Instalación, capacidades, potencia instalada... Haciendo inteligentes a estos cargadores podíamos permitir que se adaptasen a las necesidades de cada vivienda".
Y es que, si algo diferencia al discurso del fundador de Wallbox de otras compañías similares es que ve en los puntos de carga y en los vehículos eléctricos elementos que trascienden a permitir que los desplazamientos en coche no generen emisiones. "Estamos ante un cambio de paradigma no sólo en la movilidad, también en todo lo que tiene que ver con la energía. Contamos con tecnología que permite que nuestros coches eléctricos cargados sean fuente de energía para una casa".
Tanto es así que, según su visión, los vehículos eléctricos, además de transportar a personas entre dos puntos, pueden ser un elemento clave para el almacenamiento de energía. "Con la batería de un coche un hogar puede funcionar durante cuatro días. Esto nos permitiría captar la energía en los momentos de precios más bajos y usarla en los momentos más caros. El coche lo puede cambiar todo en este sentido".
Seis años de rally
Antes de llegar a estar en disposición de cotizar en Wall Street, el equipo de Wallbox ha ido quemando etapas a un ritmo vertiginoso. Menos de un año después de que los fundadores dejaran sus respectivos trabajos, Wallbox recibió una primera ronda de 300.000 euros en la que participaron Juan Campmany y Josep María Tarragó.
Con ese impulso lanzaron su primer producto en 2016, denominado Comander. Un año en el que no tardaron en poner en marcha su segundo modelo, denominado Pulsar. Una versión de tamaño más compacto. A medida que la compañía fue creciendo captó otros 750.000 euros, que en este caso vinieron de la familia Soler de Quadis.
En 2017 la compañía ya contaba con unos 40 empleados y una facturación cercana a los 2 millones de euros. En este ejercicio lazó MyWallbox. Una plataforma que desempeña un papel clave en la experiencia de usuarios de sus cargadores. Durante este año también recibió una nueva ronda de 1,7 millones encabezada por el family office de los propietarios de Eurofred.
Además, se impuso en la competición de startups organizada por el South Summit. Un hito al que posteriormente se sumó la selección entre los tres mejores proyectos de la Startup World Cup de Silicon Valley.
La buena evolución del negocio sumada al impulso de los inversores permitió a Wallbox dar el salto a China en 2018. Abrió una fábrica gracias a un acuerdo con la empresa china Changchun Fawsn. Un ejercicio en el que el crecimiento llevó las ventas a acercarse a los 5 millones de euros y a su plantilla al centenar de personas.
En 2019 llegó el turno de la entrada en el mercado estadounidense. En junio, Wallbox anunció el primer tramo de su Serie A, una ronda de financiación de 15 millones de euros liderada por Iberdrola a la que en diciembre se uniría el fondo de capital riesgo español Seaya Ventures con una inversión de 2 millones.
Pisando el acelerador de la internacionalización
Pese a la pandemia, en 2020 Wallbox no paró. Cerró el segundo tramo de su Serie A acumulando 23 millones de euros, esta vez liderada por Seaya Ventures, con una inversión adicional de Endeavor Catalyst y de inversores ya existentes, como Iberdrola. Unos fondos con los que la empresa afianzó su expansión internacional. Además, durante ese ejercicio cerró la compra de Electromaps, una plataforma que va a jugar un papel clave en la red de cargadores públicos.
De la mano de 2021 llegó una nueva ronda de financiación por valor de 33 millones de euros que iba a ser destinada principalmente a su expansión a nuevos mercados, la ampliación de sus instalaciones y la búsqueda de emplazamiento para su nueva fábrica estadounidense. Del mismo modo, en el segmento de cargadores públicos la compañía puso en marcha su modelo Supernova, que recibió un pedido de 1.000 unidades de Iberdrola.
Con la guinda de la llegada a Wall Street, una vez se consume su fusión con la compañía de adquisición de propósito especial (SPAC) Kensington Capital Acquisition Corp II, y una estructura de más de 500 empleados repartidos por 60 países de los 5 continentes, Asunción no encuentra muchas diferencias con la energía del primer momento. "Cuando lanzamos la empresa sí soñaba que todo esto llegaría. Seguramente un año después, con todo el proyecto lanzado y conociendo las dificultades, no me habría atrevido a predecirlo pero hemos ido quemando etapas de forma muy natural".
Ahora que la compañía avanza a velocidad de crucero, sus predicciones para los próximos años han pasado a estar en el folleto con el que saltarán al parqué. "Dentro de otros seis años nos veo totalmente asentados a nivel global y siendo capaces de crear nuevos productos cada vez más eficientes e inteligentes. Esto es lo que estamos proyectando a nuestros inversores". Todo parece indicar que, pese al rally de estos años, el hambre y la locura siguen intactos.