Europa está perdiendo la carrera de los semiconductores. Tras un verano en el que muchas noticias apuntaban a que los grandes gigantes de la industria tenían importantes anuncios que realizar de cara a levantar instalaciones para fabricar este tipo de componentes en el Viejo Continente, Estados Unidos ha pegado primero. Intel invertirá más de 20.000 millones en la puesta en marcha de dos nuevas plantas de semiconductores en Ohio.
Esta decisión no es incompatible con el proyecto para Europa, pero lanza un mensaje claro: la Unión Europea (UE) no está siendo capaz de mostrarse como un territorio atractivo para la fabricación de estos componentes estratégicos para multitud de industrias. Se sigue esperando que, a lo largo del año, Intel desvele sus planes para Europa pero, por el momento, tendrán que esperar.
Según las estimaciones iniciales, Intel estaría dispuesta a invertir más de 90.000 millones de euros durante los próximos 10 años para reforzar sus capacidades productivas. Su objetivo sería contar con dos localizaciones que aportaran el músculo necesario para que las necesidades europeas quedaran satisfechas.
A la espera de la Ley de chips
Patrick Gelsinger, máximo ejecutivo de Intel ha explicado que los planes de la fábrica europea no se han desvanecido. "Espero que la Unión Europea termine su Ley de chips y que nos permitirá realizar un anuncio importante próximamente", ha señalado.
Esta nueva legislación pretende reducir la dependencia exterior que el continente tiene de estos componentes. Una situación que se ha visto agravada en los últimos meses debido a los cuellos de botella que se han generado en el contexto de la pandemia. Actualmente la gran mayoría de los proveedores de sectores clave como el del automóvil se encuentra en Asia, lo que está causando problemas muy graves de desabastecimiento a las principales firmas europeas.
El origen de esta crisis está en los primeros azotes del coronavirus. Al declararse los primeros confinamientos, las compañías automovilísticas renunciaron a los pedidos de semiconductores que tenían previstos. Estas empresas funcionan con un modelo denominado just in time por el que sólo se trabaja con los componentes necesarios para satisfacer la demanda. Durante años prácticamente el 100% de los coches que se fabricaba ya tenía dueño. Al ver que la demanda de vehículos descendería radicalmente las firmas renunciaron a tener stocks de todo tipo de componentes, incluidos los semiconductores.
En paralelo, otras industrias como la informática o las telecomunicaciones aumentaron sus pedidos ante la explosión de demanda de dispositivos debido, precisamente, al confinamiento. Cuando meses después los fabricantes de automóviles reanudaron sus pedidos estaban al final de una cola. Con el agravante de que la demanda por estos componentes se había multiplicado varias veces mientras que la capacidad de producción no podía crecer más.
¿Anuncio a final de año?
Si los tiempos siguen el esquema marcado, la Comisión Europea tendrá lista la Ley de chips a finales de febrero. El proceso de su aprobación podría alargarse durante gran parte del año. Este calendario hace que sea complicado que se realice ningún gran anuncio en materia de semiconductores antes de terminar el año. Dada la magnitud de las inversiones necesarias, ningún jugador pondrá en marcha sus planes sin conocer al detalle la nueva regulación.
Alemania, Francia e Italia parten en cabeza para hacerse con esta instalación. Una carrera que parece que España no va a estar en disposición de disputar. Los planes en este sentido parecen ser más humildes y, a la vez, más alineados con las necesidades de la industria automovilística española. De hecho, el PERTE del coche eléctrico y conectado tendrá convocatorias específicas de proyectos de esta índole, pero contará con inversiones muy alejadas de las necesarias.
En este punto es importante destacar que las decisiones que se tomen hoy no tendrán un impacto real a corto plazo. Desde su aprobación hasta que una instalación de este tipo llega a estar al máximo de su capacidad pueden pasar entre tres y cinco años, según señalan desde el sector.
Así las cosas, la tradicional falta de flexibilidad administrativa se vuelve a presentar como el principal Talón de Aquiles para Europa a la hora de presentarse como un territorio atractivo para la puesta en marcha de industrias de última generación. Si a ello se suma el ¡Que inventen ellos! de Unamuno en el que parece estar sumida la visión estratégica europea parece complicado que el continente esté en disposición de sacarse de encima la etiqueta de "viejo" a corto plazo. Algo que marcará, irremediablemente, el futuro tanto de las industrias clave como de las nuevas generaciones de europeos.
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