Quien haya conocido en su círculo cercano de familia o amigos un caso de Alzheimer entiende la crudeza de esta enfermedad. El desgarrador avance de la pérdida de memoria y de capacidades golpea con la misma crueldad a pacientes y familiares cercanos. Nada es comparable a la situación que viven los enfermemos, pero las vivencias de las personas cercanas provocan heridas que tardan mucho en cicatrizar.
Las residencias especializadas en el cuidado de estos enfermos juegan un papel crucial para todos los afectados. Los residentes cuentan con la atención necesaria por parte de profesionales que entienden lo que les está pasando y, del mismo modo, los familiares consiguen entender que por mucho que quieran no tienen todas las capacidades para ayudar a sus seres queridos.
A la complejísima actividad de estos centros, durante los últimos días se le ha sumado un elemento que hace que la situación roce lo macabro: el coronavirus. El perfil de edad convierte a gran parte de los enfermos de Alzheimer en pacientes de alto riesgo en el caso de que resulten infectados por el Covid-19.
En este contexto, el Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía está viviendo una lucha sin cuartel durante las últimas semanas. La instalación pública gestionada por Clece, filial de ACS, se encuentra en una situación crítica. 54 de sus residentes son potencialmente sospechosos de estar infectados (al no haber contado hasta ahora con test no han podido conocer con exactitud si tienen el virus). Por tanto, la plantilla del centro lucha contra la enfermedad con sus capacidades al límite.
En alerta desde el primer momento
El centro redobló todos sus esfuerzos desde el momento en el que se conocieron los primeros casos en España. "Nada más ser conscientes de la situación empezamos a poner en marcha protocolos y a dar formación a los trabajadores. Arrancamos haciendo un seguimiento de todos nuestros residentes y redoblando nuestras políticas de higiene antes incluso de que las instituciones pusieran en marcha sus planes", explica Cristina Rodríguez directora del Centro Alzhemier Fundación Reina Sofía.
Del mismo modo, como primera medida prohibieron el contacto de los residentes de los nueve módulos de la instalación con el centro del día hasta que las instituciones públicas mandaron cerrar este tipo de instalaciones. En paralelo, se restringieron las visitas para minimizar el contacto de los residentes con el exterior. "Nos adelantamos todo lo posible y, una vez llegaron las medidas desde las distintas instituciones públicas las seguimos al milímetro" comenta Rodríguez.
Pero, como en muchos centros de atención a mayores el virus no tardó en traspasar los muros de la residencia. "Desde el primer momento que tuvimos sospechas de que algunos de nuestros residentes podían tener síntomas tomamos todas las medidas para separarlos del resto. A la vez nos pusimos en contacto con todos los organismos, así como con la Fundación Reina Sofía y, por supuesto, con los familiares".
Pese a la virulencia con la que el Covid-19 afecta a los perfiles de riesgo, el resto de la ciudadanía también está poniendo en juego su salud. En un contexto así la formación a los trabajadores del centro ha jugado un papel vital para que los residentes puedan seguir contando con la atención que necesitan y, a la vez, no se ponga en riesgo su salud. "Por el momento, no hemos tenido ningún positivo por coronavirus entre nuestros trabajadores. Sí contamos con bajas por cuarentenas por casos cruzados y otras causas médicas. Nuestros empleados se están dejando la piel".
Ante esta situación desde Clece han redoblado los esfuerzos para dotar al centro de más capacidades para hacer frente a la situación. "Hemos podido contar con auxiliares de enfermería que antes estaban en el centro de día así como de los centros de día del Ayuntamiento de Madrid. Hemos ampliado nuestro equipo médico que está operativo las 24 horas. Ahora cuenta con un refuerzo tanto para la mañana como para la tarde. Los primeros días contratamos a más de 30 personas. Pese a ello la mayoría de nosotros estamos trabajando desde primera hora de la mañana a altas horas de la noche" indica la directora del centro.
Papel clave de la comunicación
En momentos de tal nivel de incertidumbre, la comunicación está siendo una herramienta vital para profesionales sanitarios, residentes y familiares. El equipo de Rodríguez ha puesto en marcha un grupo dedicado a la información a las familias. "Cada vez que un familiar pide información se le atiende. Diariamente tienen acceso a todo lo relacionado con el residente y a la situación del centro. Diariamente informamos a los familiares de la evolución de los residentes que muestran algún tipo de sintomatología. Tienen posibilidad de llamar en cualquier momento. Los que no tienen síntomas y, además aún el Alzheimer no ha avanzado lo suficiente para que puedan comunicarse, cuentan con un teléfono en la habitación. Incluso les ayudamos a hacer videollamadas. Para un enfermo de Alzheimer es muy complicado entender lo que está pasando. Por qué no se pueden mover. Por qué no vienen a verlos. La labor de los gerocultores está siendo tremenda en un contexto tan complejo".
En este sentido, la directora del centro destaca el importante papel jugado por todos los departamentos de Clece para ayudar con sus capacidades en la gestión de los centros más vulnerables ante el coronavirus. "El músculo extra con el que estamos contando está siendo fundamental. La implicación de toda la empresa nos está permitiendo llegar donde no llegaríamos de otra manera".
Ahora, ya metidos en el ojo del huracán Rodríguez se muestra muy firme a la hora de subrayar la necesidad de hacer frente a una serie de urgencias que tienen tanto su centro como otros similares. "La situación es muy crítica. Tenemos 54 casos. Llevamos tiempo pidiendo que el centro fuera medicalizado y afortunadamente nos han informado de que, por medio de la Comunidad de Madrid, nos asignan un equipo sanitario formado por un médico, una enfermera, y por un técnico de emergencias sanitarias, con equipo propio de desinfección, con equipo de radiología, tests de coronavirus, etc. Esto ayudará a reorganizar a nuestros pacientes. Pero, además, podremos conocer la realidad de nuestros trabajadores".
Ahora hay que acelerar los trabajos en otro campo: se están produciendo los primeros fallecimientos en las residencias y los servicios funerarios están colapsados, es necesario abordar esta situación.
Aunque aún queda mucho para terminar con esta pandemia, Rodríguez tiene claro que la crisis del coronavirus será un antes y un después tanto en el ámbito sanitario como en el social. "Hay mucho que cambiar de cara al futuro. Vamos a superar esta situación pero será un antes y un después para la atención a los mayores. Los organismos tendrán que dotarse de planes de contingencia y recursos para que, si vuelve a pasar algo similar, podamos enfrentarnos un desafío de este tamaño con muchas más herramientas".