Pfizer es uno de los grandes nombres de la industria farmacéutica. Nacida a mediados del siglo XIX, la multinacional es una de las firmas del sector del medicamento, junto a Bayer, más conocida por el gran público. Aunque en los últimos años pasaba por un bache innovador, la vacuna de la Covid-19 la ha vuelto a poner en la cresta de la ola.
Como reza el refrán, 'quien tuvo retuvo'. A pesar de que la multinacional estadounidense ha pasado por un periodo de sequía en el hallazgo de medicamentos superventas en el último lustro, Pfizer no deja de ser el laboratorio que ha lanzado algunos de los fármacos más vendidos de la historia reciente.
Entre ellos, la atorvastatina. Este medicamento contra el colesterol que se comercializó con el nombre de Lipitor permitió a Pfizer ingresar unos 100.000 millones de dólares entre 1997, cuando fue lanzado, y 2011, año en el que cayó la protección por propiedad intelectual.
Sin embargo, si por algo es conocida la compañía ha sido por descubrir y comercializar el popular sildenafilo, es decir, ‘la’ Viagra. La icónica pastilla azul, que fracasó como medicamento cardiovascular pero que fue un sonoro triunfo como tratamiento contra la disfunción eréctil, se lanzó en 1998 y aportó pingües beneficios hasta que su patente caducó.
Aún así, gracias a su cartera diversificada de productos (entre ellos Champix, el popular medicamento para dejar de fumar) la compañía se ha mantenido en los últimos años en el ‘top 3’ de ventas mundiales de productos farmacéuticos, junto a Novartis y Roche.
Tiempo de fusiones
En gran medida, Pfizer es hoy el gigante que es fruto de varias fusiones. En el 2000, Pfizer compró Warner-Lambert, en 2003 Pharmacia y en 2009 se fusionó con Wyeth.
Se trata de una estrategia que ha intentado repetir en los últimos años, tratando de fusionarse con Allergan, primero, y con AstraZeneca, después. Sin embargo, las operaciones no fructificaron. En el caso de AstraZeneca, porque la farmacéutica británica se resistió.
Sin embargo, en el de Allergan, fue la administración estadounidense, que en aquel momento estaba presidida por Barack Obama, la que bloqueó la compra por parte de Pfizer del productor de Botox.
¿La causa? Que Allergan tiene (bueno, tenía dado que la compañía hoy pertenece AbbVie) su residencia fiscal en Irlanda. La compra hubiera servido de ‘huida tributaria’ para la multinacional americana.
Sin embargo, esto ocurrió mientras la compañía estaba comandada por Ian Read. Hoy Albert Bourla, presidente y consejero delegado de Pfizer, se ha encontrado con el regalo de la vacuna de la Covid-19 que permite a la farmacéutica sostener una capitalización de 217.890 millones de dólares.
Un regalo entre comillas, claro, puesto que llega tras la apuesta de la compañía de avanzar en solitario y sin ayudas públicas en el desarrollo de la vacuna y la búsqueda de colaboraciones con otros desarrolladores, más humildes, a los que Pfizer pudiera prestar su músculo y experiencia en el campo de los antígenos.
La pata alemana
La otra pata de la vacuna, cuya eficacia todavía se tiene que probar definitivamente, es la alemana BioNTech, una biotecnológica cuyo valor se ha disparado. Hace un año valía 4.600 millones de dólares y hoy unos 21.000 millones.
El timonel y director general de esta empresa es Ugur Sahin, hijo de un inmigrante turco trabajador de una fábrica de Ford en Colonia, quien con 55 años ahora mismo figura entre los 100 alemanes más ricos del mundo, junto con su esposa y miembro de la junta directiva Oezlem Tuereci, de 53 años, según el semanario ‘Welt am Sonntag’, cuenta Reuters.