A estas edades, uno ya no aguanta ni moralinas marxistas (nunca las he soportado) ni credos neoliberales y de mercado selvático que buscan aplicar solo a sus competidores y al resto de mortales¿ nunca a ellos. Tal vez la desaparición de las ideologías obedezca, simplemente, a que solo vivieron en el papel y no en la realidad de los que las propugnaban.
La nomenklatura rusa seguía exigiendo la austeridad, la falta de ambición, y no pocas veces más miseria a su ciudadanía, mientras ellos vivían en un mundo aparte de opulencia. Esto no se puede soportar durante mucho tiempo en sociedades avanzadas. Ni el poder emana de Lenin y Stalin por los siglos de los siglos, como es imposible hacer para siempre absolutistas a los monarcas nombrados por Dios o por Alá.
Una de las mayores aportaciones de los hombres a la política absolutista que tantos siglos o milenios se mantuvieron en tantas dinastías fueron las que hablaban del tiranicidio. Un concepto, sin lugar a dudas, muy revolucionario.
Estos conceptos mentales arcaicos y ventajistas traídos a nuestra cotidianeidad se reflejan en los abusos que ejerce esa nomenklatura española, al tiempo que pide sacrificios, moderación y contención del ánimo. El Tribunal de Cuentas no entiende cómo el Banco de España liquida con cantidades desproporcionadas la marcha de consejeros y directivos que se produce de forma voluntaria en busca de otros destinos más generosos.
Estando esto muy mal, lo que nos conecta con esa exageración de mis primeros párrafos es que se permiten el lujo de decir a los demás lo que tienen que hacer. O sea, no pedir subidas de sueldos, abaratar sus despidos y, de paso, hacerse un plan de pensiones con el que alimenten a la industria financiera. Cualquier exceso por parte de los demás traerá desequilibrios, paro y más pobreza. Pero, a cambio, ellos cometen el gigantesco exceso de decir adiós a sus directivos con un buen maletín repleto de euros.
Solo se puede entender esta forma de actuar si creen que su poder viene del cielo, que son distintos al resto. Es un terreno en el que no cabe la empatía, el ponerse en el lugar del otro. Es imposible pensar o sentir en el semejante¿ para ellos solo existe la comparación entre iguales e iguales son solo ellos.
Me consta que aquellos que propugnan la iniciativa del autónomo, que sermonean con la necesidad de una sociedad flexible, sin apenas coberturas, o que están a favor del despido libre botan de alegría cuando consiguen colocar a su hijo en una gran empresa llena de protecciones y cuidados laborales.
Es imposible que vayamos a ninguna parte con este modelo del yo en mi mundo protegido, calentito y seguro y los otros que se busquen la vida como puedan. No quiero entrar en temas de méritos ni de esfuerzos que, para mí, deben ser lo único que distinga a los trabajadores.
Realmente, hemos evolucionado muy poco. Seguimos manteniendo esquemas mentales muy antiguos y perversos. El presidente de la patronal, Juan Rosell decía que ¿El trabajo fijo y seguro es del siglo XIX, ahora hay que ganárselo a diario¿. Supongo que le faltó añadir salvo mi familia y amigos¿