La desaceleración económica no es una buena noticia para las finanzas verdes y sostenibles, ya que podría quebrar el ritmo de avance que venía experimentando en los últimos años, como parece haber ocurrido en 2018, año en el que se ha ralentizado el ritmo de crecimiento de las emisiones verdes. Su volumen se situó en torno a los 167.300 millones de dólares, con un incremento ligeramente menor que el experimentado en el año anterior.

Sin embargo, lo que ya resulta imparable es el cambio de mentalidad que se está produciendo en la opinión pública, pero también entre las empresas, las entidades de financiación y las distintas instituciones públicas, tendencia que sí seguirá consolidándose en 2019 y los próximos años. Esa inercia puede resumirse diciendo que “lo verde será el estándar y el resto estará penalizado”, una conclusión coincidente entre los expertos que acudieron a un reciente debate organizado por 'Guía de la Financiación Empresarial'.

ES LO QUE PIDEN LOS INVERSORES

No sólo eso. Hoy ya se vislumbra un fuerte aumento de la demanda de inversiones que incluyan aspectos de ESG (Environmental, Social and Governance), como señalaba Adolfo Estévez, director de Axesor Ratings. “Es cuestión de tiempo hasta que todo inversor incluya el factor de ESG en su proceso de toma de decisión de inversión sobre un activo concreto”, añadía.

Se requieren incentivos para la inversión sostenible, entre ellos, “unas menores exigencias de capital para los bancos, como ha indicado la propia Unión Europea en su dictamen de marzo. En todo caso, lo que está claro es que al final lo bueno va a ser lo sostenible y la financiación irá cada vez más por el lado verde y social. Los inversores van a querer lo sostenible y lo que no sea sostenible será lo que sufra”, precisaba en esta reunión Gabriel Martínez, responsable de Rating Advisory Iberia, de Santander.

Si el entorno global actual se caracteriza no sólo por la desaceleración, sino por los muchos riesgos e incertidumbres geopolíticas presentes en las distintas áreas del planeta, precisamente las inversiones en proyectos verdes y sostenibles serán capaces de superar la inestabilidad y las dudas que cabalgarán a lo largo de 2019 en la economía y las finanzas, condicionando cualquier iniciativa inversora o de financiación.

Entre estos factores de tensión e inseguridad se encuentran las guerras y las enturbiadas relaciones comerciales, especialmente entre Estados Unidos y China; las incógnitas permanentes y hasta sorprendentes en torno al Brexit; sin olvidar los numerosos procesos electorales en el caso de nuestro país, las elecciones europeas y en numerosos países, desde Dinamarca a Polonia, o Israel, así como en países latinoamericanos como Bolivia, Panamá o Uruguay, y otros países.

A ello se suma que tanto la Reserva Federal estadounidense como el Banco Central Europeo (BCE) parecen decididos a continuar en 2019 con la normalización de la política monetaria y la elevación de los tipos de interés, lo que de suyo ya es un cambio de gran trascendencia para los mercados financieros. Eso sí, en los últimos meses parece existir cierto consenso en poner en cuarentena la consistencia de ese proceso, que podría moderarse para tratar de neutralizar el frenazo de la economía mundial, consenso alentado por las recientes declaraciones del presidente del BCE, Mario Draghi, en las que reconoce que “la economía está más débil de lo esperado y la incertidumbre es notable”, lo que requerirá aún "una cantidad significativa de estímulos monetarios”.

Todas estas circunstancias complicarán la trayectoria de los mercados y su estabilidad, entorpeciendo las salidas corporativas a los mercados, tanto para las emisiones de bonos como para las empresas que quisieran optar por la vía del 'equity', con salidas a bolsa o ampliaciones de capital.

EL ATRACTIVO Y LA DIVERSIFICACIÓN DE LO SOSTENIBLE

Sin embargo, estos factores pueden hacer más atractiva la financiación sostenible y verde y convertir el factor ESG en una poderosa palanca para la diversificación de inversores, institucionales y particulares, como señalaba en la reunión citada Rodrigo Robledo, jefe de Área de Mercado de Capitales del ICO: “En este contexto, las emisiones de bonos verdes y sociales tienen menor riesgo de ejecución que el resto de emisiones y cada vez más emisores están viendo las ventajas de desarrollar este tipo de productos. Esto, entre otros factores, hará que cada vez veamos a más participantes en este sector”.

Este factor de diversificación “facilita el acceso a inversores que tienen un mandato específico para este tipo de emisiones”, y comentaba que el ICO colocó el 62% de su última emisión de bonos sociales fuera de España. “Estos buenos datos de colocación fuera de España son más difíciles de conseguir en una emisión generalista”, concluía.

NOVEDADES NORMATIVAS Y SOBRE TAXONOMÍA

El año que comienza traerá consigo importantes novedades en lo relativo a la normativa sobre financiación sostenible, especialmente en el seno de la Unión Europea, que mantiene sus esfuerzos por liderar los avances en la taxonomía de este tipo de financiación e inversión. Se espera que en 2019 vea la luz el informe definitivo de la Comisión, apoyado en el trabajo realizado por el denominado Grupo de Expertos de Alto Nivel sobre Finanzas Sostenibles. 

"Lo verde va a ser el estándar, dejará de ser un plus y lo que no lo sea va a estar penalizado. Los índices tradicionales irán perdiendo posiciones"

El proceso de articulación de unas normas y principios que enmarquen estas actividades y permitan una calificación estándar será clave de cara al impulso de las finanzas sostenibles durante los próximos años. “Los emisores quieren asegurarse que si tengo una certificación verde no sea necesario renovarla para cada instrumento que emita, que se me considere de forma general y no tenga que ir a cada inversor a explicárselo. Aclarar qué información tengo que elaborar y publicar para que los inversores lo perciban. La estandarización es buena para todos”, manifestaba Gabriel Martinez.

ÍNDICES VERDES

Desde el lado de la inversión, será un factor de gran impacto en la valoración de las empresas cotizadas. Carmen López, responsable de Índices de BME, señalaba que la Comisión Europea impondrá una nueva regulación de los índices bursátiles que precisamente “comenzará en enero de 2019, y en una segunda fase establece que en 2022 todos los contenidos deberán ser sostenibles". Y añadía: "Esto supone un cambio tremendo ya que en un plazo corto los 'asset managers' no podrán recomendar a sus clientes inversiones no sostenibles, y los índices tendrán que ser de dos tipos, o bien low-carbon index o positive impact index. Esta nueva configuración de los índices canalizará la inversión de forma que los gestores y los asset managers no tendremos más remedio que ir hacia las inversiones sostenibles. Lo verde va a ser el estándar, dejará de ser un plus y lo que no lo sea va a estar penalizado. Los índices tradicionales irán perdiendo posiciones”.

Los datos aportados por la responsable de Índices de BME son significativos: "Estar en un índice de sostenibilidad e invertir en esas compañías comporta una mayor revalorización en el medio y largo plazo. En el acumulado de los últimos 10 años el rendimiento del Ibex 35 ha sido del -36% y el del FTSE 4Good IBEX ha sido del -30%, y si tenemos en cuenta la reinversión de los dividendos pasa de un rendimiento del 9% del IBEX 35 a un 26% del FTSE 4Good IBEX”.

A ello añadía Adolfo Estévez que “el no estar presente en índices de sostenibilidad, por ejemplo, con el tiempo eliminará de facto a las empresas del mercado. Estoy convencido que, en siete o diez años, aunque no existiera una regulación, el 90% de las emisiones van a ser sostenibles”.

* Juan Carlos Villanueva es Editor de Guía de la Financiación Empresarial

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