La semana pasada, Ana Botín estuvo de viaje en Boston -ciudad clave para los negocios del Banco Santander en EEUU- y encontró un rato libre para curiosear en la librería de aire romántico con coffee shop Trident Books. Compartió el instante con sus seguidores en las redes sociales, a los que de vez en cuando recomienda lecturas.
Hace ya unos meses, les sugirió un libro que también ha animado a leer a otros líderes que comparten con ella su interés por la lectura. Se trata de The Age of Surveillance Capitalism, (La era del capitalismo de la vigilancia), obra de Shoshana Zuboff que fue preseleccionada por FT y McKinsey para hacerse con el premio del Libro del año 2019.
En el manuscrito, todavía no traducido al español, pero muy comentado ya en el mundo anglosajón, la socióloga norteamericana advierte de los peligros de la llegada de un nuevo modelo económico "sin salida" para el ser humano.
El mundo ha asistido al nacimiento de un nuevo capitalismo, cuyo caldo de cultivo fueron los atentados del 11-S, en los que el miedo hizo que los ciudadanos desistieran de reivindicar algo irrenunciable hasta entonces: su privacidad.
Un mes antes de aquel trágico día, la tecnológica Apple sobrepasaba a la petrolera Exxon Mobile como la empresa en Bolsa más valiosa del mundo por primera vez en la historia.
Era en este contexto global, en el que los usuarios comenzaban a aceptar que su privacidad es el precio a pagar por acceder al universo digital y lo hacían con un razonamiento estrambótico: "no tengo nada que esconder", escribe Zuboff.
En un momento marcado por la crisis de las puntocom, Larry Page y Sergey Brin, los fundadores de Google, aceptaron imponer para dar aire a su cuenta de resultados lo que la socióloga llama "estado de excepción". Nacía así un nuevo modelo de negocio en el que la publicidad daba un paso más para llegar al usuario gracias a unos datos que permiten predecir (y en una segunda fase, inducir) el comportamiento de los clientes.
En este nuevo capitalismo de la vigilancia, la experiencia humana se convierte en la materia prima gratuita de las grandes tecnológicas. Una commodity que no solo permite a quien comercializa con ella conocer nuestro comportamiento, sino también modelar la conducta para ponerla al servicio de las grandes corporaciones... y de la política.
La amenaza es tal que Zuboff considera que si la revolución industrial nos está pasando ahora una enorme factura por el desgaste del planeta Tierra, la era que marcará el capitalismo de la vigilancia prosperará a expensas de la naturaleza humana hasta desafiar a la Humanidad.
Si la revolución industrial nos está pasando la factura del desgaste del planeta Tierra, el capitalismo de la vigilancia desafiará a la Humanidad.
Su temor no es una extravagancia. Nada más ser nombrada secretaria de Estado de Digitalización, Carme Artigas, señaló en una entrevista concedida a El País que Europa debe liderar el "humanismo tecnológico" en una era en la que la inteligencia artificial va a ayudar a controlar a los gobiernos y grandes empresas.
La obra de Zuboff abre una nueva óptica para interpretar la guerra que Estados Unidos ha declarado a la china Huawei y que también se está librando en España, el primer país de Europa en el que aterrizó la tecnológica asiática hace 19 años.
La materia prima del capitalismo de la vigilancia circula por las autopistas del 5G. El control de las infraestructuras de red es clave para esta nueva Revolución Industrial. Algo lo suficientemente importante para justificar la reciente gira europea de la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi, para instar a los países europeos a que no trabajen con una empresa con la que el Partido Comunista Chino está buscando exportar su "autocracia digital".
La voz a esa advertencia en España la ha puesto el secretario de Estado adjunto de EEUU y responsable de las políticas cibernéticas, Robert L. Strayer, que amenazó con dejar de compartir inteligencia con nuestro país si abre sus redes de 5G a fabricantes chinos como Huawei y ZTE.
La división española de Huawei, que dirige Tony Jin Yong, difundió un comunicado oficial, para insistir en que es una empresa privada.
Una "empresa privada" china, pero que ya factura más en el resto del mundo que en su mercado de origen. Como empresa de redes, gestiona la autopista, pero no los datos que son propiedad de los operadores de telecomunicaciones.
La información que Pekín le obliga a compartir por ley solo opera en territorio chino. Curiosamente, Donald Trump sacó adelante una ley similar, la Cloud Act, que en caso de amenaza a la seguridad nacional obliga a cualquier empresa norteamericana a facilitar información detallada a Washington de lo que circula en la nube.
La guerra sin precedente de un Gobierno contra una corporación forma parte de una nueva geopolítica en la que los Estados son conscientes de que controlar el dato es "controlar" también a sus votantes.
La guerra sin precedente de un Gobierno contra una corporación forma parte de una nueva geopolítica en la que controlar el dato es "controlar" al votante
Y como en toda batalla siempre hay víctimas, España ha visto caer el Mobile World Congress (MWC) que tenía previsto abrir sus puertas este lunes.
No debe pasar desapercibido que Huawei era uno de los principales patrocinadores del MWC y que iba a ser la firma con más expositores en una feria para la que había reservado casi 9.200 metros cuadrados.
En su stand principal, la empresa china se disponía a exhibir sus últimos avances en 5G, smarphones o inteligencia artificial. Tecnologías en las que en muchos casos, lleva la delantera a sus rivales occidentales.
¿Fue casualidad que la cascada de empresas que cancelaron su asistencia a un evento hasta forzar su suspensión fueran sobre todo de nacionalidad estadounidense y europea?
Huawei presentó ayer, con más silencio de lo esperado inicialmente, su nueva store de más de 800 metros cuadrados en la Plaza de Catalunya de Barcelona. Y este lunes mantendrá el anuncio oficial que pretendía hacer coincidiendo con la inauguración del MWC. Lo hará en streaming para los periodistas que se han quedado en Madrid. Silenciar al enemigo es importante en una contienda.
ATENTOS A...
Ignacio Martín. El consejero de Repsol se ha convertido en uno de los consejeros en los que más confía el consejero delegado de la petrolera en 'transición verde', Josu Jon Imaz. Con su experiencia pasada en el sector de las energías renovables, Martín se ha convertido en uno de los pilares del plan de Repsol para convertirse en una compañía de cero emisiones en 2050.
A nadie se le escapa su pasado como presidente de Gamesa hasta su fusión con Siemens Wind Power. Repsol anunció el pasado diciembre un ajuste para reorientar su estrategia con un coste que se ha visto en los últimos resultados con pérdidas de 3.816 millones de euros que servirán ahora como palanca para el futuro crecimiento. Quien ha visto con detalle ese plan considera que lleva la impronta de Martín a la hora de idear estrategias.
El consejero también ocupa sillones en los consejos de Acerinox e Indra. En esta última empresa, dicen que su voz se escuchó más de una vez durante el intento de compra de ITP. Y es que su pasado en CIE Automotive estuvo marcado por las fusiones.
Habrá que seguir sus pasos porque dicen que apunta alto.