"La corrupción raras veces comienza por el pueblo" (Montesquieu).
La corrupción le cuesta al mundo alrededor de tres billones de dólares cada año. La hay de muchos tipos: soborno, lavado de dinero, extorsión, evasión de impuestos, malversación de fondos... Cualquiera que sea su forma, la corrupción pone en peligro a las instituciones, perpetúa la pobreza y causa daños incalculables a la sociedad, a la política y al mundo de los negocios.
España ha mejorado en cuatro puntos (que se han traducido en un ascenso de 11 posiciones) en el índice de percepción de la corrupción de 2019 de Transparencia Internacional. Nuestro país ha obtenido 62 de 100 puntos en una escala en la que cuantos más puntos se obtengan más honesta es la gestión de las administraciones públicas. Esta marca nos ha situado en el puesto 30 entre los Estados menos corruptos, frente al puesto 41 de 2018. Dos naciones hispanohablantes están mejor posicionadas que nosotros: Uruguay y Chile.
En el mapa de Transparencia Internacional, podemos observar que cuanto más rojo, más corrupto es el país; y cuanto más amarillo, menos corrupto. En América, destaca sobremanera Venezuela lógicamente. También resulta curioso que Estados Unidos figure ligeramente peor que Uruguay.
En esta edición, los Estados mejor clasificados han sido Dinamarca y Nueva Zelanda. Los peores han sido Somalia y Sudán del Sur.
En Europa occidental, destacan Italia y Grecia por sus malísimas posiciones (51 y 60) como se puede ver en la tabla siguiente de Transparencia Internacional. No es de extrañar que sean las dos naciones con más economía sumergida del mundo (ojo, que la tercera es España), entendida ésta como dinero negro en porcentaje del PIB.
En el tercer gráfico, podemos ver el ranking a nivel global de lo que los ciudadanos consideramos las instituciones y los grupos sociales más corruptos. Los cuatro primeros son (en este orden): la policía, los políticos electos, los funcionarios del Gobierno y los directivos de las empresas:
Finalmente y como complemento a los gráficos anteriores, la última infografía refleja el índice "capitalismo de amiguetes" de The Economist, que trata de medir la magnitud de la corrupción clientelar. El valor de las fortunas de los multimillonarios involucrados en industrias “compinches” se disparó un 385% entre 2004 y 2014, hasta los dos billones de dólares.
Utilizando datos de Forbes, se etiqueta a cada individuo como "compinche" o no en función de la fuente de su riqueza. Las industrias que tienen una gran interacción con el Estado son las más vulnerables.
Estas actividades suelen ser legales, aunque sea injusto (Donald Trump ocupa el puesto 104 del ranking). Se suman los multimillonarios por país de origen y se expresa la riqueza total como porcentaje del PIB. Alemania es el país más limpio. Rusia es el peor: la riqueza de los sectores dados al clientelismo asciende al 18% del PIB: no es de extrañar, por tanto, que figure en el puesto 137 de los 180 que analiza Transparencia Internacional.
¿Queremos los españoles realmente acabar con la corrupción? ¿O vamos a seguir culpando a los políticos mientras a nivel microeconómico hacemos lo mismo? Como decía José de San Martín: "La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder".