La disrupción digital y el cambio climático están ya remodelando el mundo tal y como lo conocemos. En los últimos años todos estamos, o deberíamos estar de acuerdo, en que nos enfrentamos a desafíos ambientales urgentes. Estos desafíos son de naturaleza global, y como tales, exigen respuestas globales y coordinadas por parte de todos, incluidos los bancos.
Tanto la sociedad civil como la comunidad inversora, empresas e instituciones públicas ya han tomado nota, aunque deben actuar con mayor celeridad. Este mensaje ha calado en la sociedad y lo hemos comprobado, sin ir más lejos, en la reciente Cumbre del Clima (COP25) celebrada en Madrid.
Por fin hemos entendido que el cambio climático implica riesgos de carácter físico y también riesgos de transición, con un notable impacto económico. Estos efectos en la economía se traducen en cambios en la cadena de valor, variaciones en los precios de la energía, nuevas tendencias migratorias y una disrupción, en general, en el mundo de los negocios como no hemos visto antes.
Consecuentemente, los efectos sobre la economía se transmiten hacia el sector financiero. Se produce una inevitable bajada de la capacidad adquisitiva de las familias, menor valor de las empresas y reducción de sus ganancias y empeoramiento de la economía y la productividad. Esto, a su vez, implica pérdidas en los mercados de capital y mayores riesgos, entre otros efectos.
Se trata, además, de un impacto que se acelera. De hecho vamos a sentir mucho antes el impacto financiero del cambio climático que el propio cambio climático. Los mercados actualizan los beneficios y pérdidas futuras. Y en esta transformación que supone una enorme transferencia de valor entre unas actividades y otras, habrá ganadores y perdedores.
El cambio climático implica riesgos de carácter físico y de transición, con un notable impacto económico
Dicho esto, el alcance de estos riesgos depende, en gran medida, de la respuesta global que se dé a los desafíos planteados por el cambio climático. Cuanto antes se comience a reducir las emisiones, en una respuesta coordinada y medida para cumplir los objetivos climáticos, menores serán estos riesgos físicos y de transición. Esta respuesta necesita de una coordinación entre el sector público y privado, que han de caminar de la mano si queremos cumplir con los objetivos marcados en el Acuerdo de París. Además, dicha respuesta que debe impulsar una transición justa que no deje a nadie atrás y mitigue los impactos de aquellos que más puedan sufrir.
Estos riesgos y oportunidades del cambio climático necesitan ser incorporados en la estrategia de negocio de las compañías y en las agendas públicas de los principales líderes políticos y organismos internacionales y locales. En concreto, los análisis históricos y prospectivos considerando los impactos del cambio climático deberían incorporarse en la planificación estratégica y la gestión de riesgos a nivel global.
En los últimos años, la concienciación sobre los peligros de esta emergencia climática ha sido significativa, pero aún queda camino por delante. Cinco fuerzas han ganado relevancia. En primer lugar, estos asuntos han conseguido un hueco de primer nivel en la agenda global, en especial gracias a dos hitos singulares: el Acuerdo de parís sobre el cambio climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.
En segundo lugar, suponen una oportunidad de negocio, un nuevo mercado. En concreto, los ODS componen un mercado de 12 billones de dólares al año hasta 2030 y una inversión anual - no esperada hasta ahora - de entre cinco y siete billones de dólares hasta ese mismo año.
En tercer lugar, los inversores han incorporado las oportunidades y riesgos asociados al cambio climático en su estrategia y cuentan ya con equipos especializados y mandatos muy concretos en materia de sostenibilidad. En cuarto lugar, toda una nueva regulación está siendo diseñada para dar respuesta a estos desafíos. Y por último, las tecnologías exponenciales son fundamentales para impulsar la transformación necesaria para lograr estos ODS.
En este contexto, los bancos juegan un papel crucial en la lucha contra el cambio climático y la consecución de los ODS de Naciones Unidas, gracias a su posición única para movilizar capital mediante inversiones, créditos, emisiones de deuda y también con el asesoramiento. Las entidades financieras tienen la capacidad de ayudar a abordar estos desafíos: primero, como proveedoras de soluciones financieras innovadoras que ayuden a sus clientes en la transición hacia una economía baja en carbono; y segundo, incorporando sistemáticamente los riesgos sociales y medioambientales en sus procesos de toma de decisiones.
En resumen, y tal y como ha citado en varias ocasiones el presidente de BBVA, Carlos Torres Vila, el futuro de la banca es financiar el Futuro. Nuestro éxito depende de la prosperidad de las sociedades a las que servimos.
***Antoni Ballabriga es director global de Negocio Responsable de BBVA