Después del desplome de la última semana de febrero, las bolsas se han convertido en una montaña rusa en función de las noticias sobre la epidemia, sus efectos económicos y la reacción de los gobiernos y bancos centrales. Nos espera un tortuoso proceso de consolidación hasta que se confirme la continuación del ciclo y las acciones puedan retomar su senda alcista.
Nuestro grado de convicción irá aumentando a medida que se contenga la epidemia, se vaya normalizando la actividad económica y los mercados entren en una dinámica menos dominada por las ventas forzadas de los fondos cuantitativos. Estas son las señales que consideramos más relevantes para discernir si en efecto es solo un susto pasajero.
Respecto al COVID-19, el primer indicador es su ritmo de expansión. Las medidas de contención se han demostrado efectivas en China, rebajando drásticamente su propagación. Ahora hay que comprobar que, tras unas semanas de contagio exponencial, también se sigue ese patrón en otros países. Si además no hay muchos con dinámicas epidémicas como las de Corea o Italia, la situación podría estar bajo control a final de marzo y se evitaría una pandemia global.
En cuanto al impacto sobre la economía, la señal más importante es el ritmo de normalización de la actividad en China. Para esto seguimos diariamente el consumo de carbón y electricidad, el tráfico de mercancías y pasajeros y hasta la intensidad de los atascos en las grandes ciudades.
En la primera semana de marzo parece que el gigante asiático estaría operando aún a cerca del 80% del nivel habitual. También vigilamos muy de cerca si comienzan a producirse disrupciones en las cadenas productivas por falta de componentes críticos. A estos efectos, las cifras de exportaciones entre Corea y China dan las señales más rápidas y fiables.
Para determinar el impacto sobre la economía, la señal más importante es el ritmo de normalización de la actividad en China
Además, hay que seguir de cerca a las empresas para comprobar en directo qué sucede. Otro indicador muy útil es el clima empresarial. Aparte de China, los PMI e ISM de febrero aguantaron muy bien, pero las encuestan se habían realizado a mediados de mes. Cabe esperar que se deterioren en marzo, aunque lo más importante serán los comentarios que contengan sobre si faltan inventarios que obligue a las empresas a parar la producción.
Un factor crucial es si se endurece la financiación de la economía real. Los diferenciales crediticios han subido de forma moderada, los bancos siguen prestando y los índices de condiciones financieras agregadas se mantienen en niveles muy favorables.
Por si acaso, los gobiernos y bancos centrales están diseñando líneas de liquidez para las pymes que puedan tener dificultades para pagar deudas si les caen temporalmente las ventas. Por último, están los indicadores sobre la dinámica interna en los mercados financieros, para evaluar cuándo se frenan las ventas forzadas de los fondos de gestión cuantitativa y si el pánico y aversión al riesgo alcanzan niveles de capitulación.
Aquí las señales son aún mixtas, apuntando a una volátil consolidación antes de poder retomar una tendencia alcista consistente. Con la prolongación del ciclo, el régimen estructural de tipos reales negativos debería de seguir empujando a los inversores a las acciones, muy atractivas respecto a los bonos. El recorte puede ser una oportunidad para añadir o ajustar la exposición, en especial a las bolsas emergentes y a las inversiones temáticas y sostenibles.
El escenario más probable es que la epidemia se contenga en unas semanas y sus efectos económicos sean temporales y se concentren en el primer semestre.
*** Roberto Scholtes Ruiz es director de estrategia en España de UBS.