Cuando publiqué hace dos semanas el artículo Paralización de la actividad y crisis económica en este medio, pedía un plan urgente de confinamiento que precisamente se anunció, en forma de estado de alarma, la noche del 14 de marzo. Se cumplen, así, dos largas semanas en las que buena parte de la población española se encuentra recluida en sus hogares, angustiada por la evolución de una pandemia que ha contagiado a cerca de 100.000 personas y se ha cobrado miles de víctimas mortales.
Esta angustia se junta, además, con una preocupación por el daño a la economía que este cese generalizado de la actividad va a originar. En estas dos semanas parece que ha avanzado el consenso sobre dos cuestiones fundamentales: (i) la primera es que el confinamiento es condición necesaria y suficiente para terminar con la pandemia. Se han descartado opciones como la "herd inmunity" o "inmunización de rebaño", en la que mucha gente supere la enfermedad y se conviertan en barreras para la propagación. Esta era la alternativa inicial de Trump y Johnson.
Por otro lado, el "modelo coreano", que aísla a los grupos afectados, detectados a partir de unos test masivos, en sociedades fáciles de cerrar transitoriamente al exterior (islas, penínsulas) y cuando se actúa con un número reducido de casos. (ii) la segunda, que el verdadero daño a la economía lo produce la duración del confinamiento, no la magnitud de la caída de la actividad. Y que más vale una paralización casi total de la economía si se consigue adelantar el final de la epidemia, que un confinamiento parcial que dure varios meses.
Los tres países pioneros en la estrategia de confinamiento han sido China (25 de enero), Italia (8 de marzo) y España (15 de marzo). Aunque los 3 países decretaron las medidas cuando habían alcanzado en torno a los 1.000-1.300 nuevos casos diarios, lo cierto es que su evolución ha sido muy dispar. En el gráfico presento la curva del incremento de casos desde el primer día del confinamiento hasta el día 40. Se trata de datos cerrados para China y de mis proyecciones para España e Italia.
Al contrario de lo que se ha dicho de "aplanar la curva", en el sentido de reducir el pico de la misma, aunque se prolongue su duración, lo cierto es que actuar contundentemente reduce ambos: tanto la altura del pico, eje vertical, como la duración de la epidemia, en el eje horizontal.
Así, China alcanzó su pico el día 11 después del confinamiento, con 4.000 casos, y a los 30 días ya habían conseguido la "victoria", definida ésta como la situación en que no se registran nuevos casos. Italia consiguió alcanzar su pico a los 15 días de las medidas, con 6.600 casos nuevos diarios. Y España no ha conseguido llegar a la cima de su curva, pese a que ya ha superado los 8.000 casos diarios.
En cuanto a las proyecciones para el "final", no es aventurado anticipar que a Italia le llevará 40 días, haciendo honor al término "cuarentena", y que España probablemente necesite hasta primeros de mayo, esto es, unos 50 días. Y eso que la gran demanda social es que esto "cabe pronto".
Que acabe pronto. - Encoger la curva, acortando su duración requeriría medidas de confinamiento más contundentes. Una opción es limitar el listado de las actividades que se consideran "esenciales" para el país. La otra, siguiendo el modelo chino, que prolongó los días festivos de Año Nuevo, o de Rusia, que acaba declarar una semana festiva remunerada para todos los trabajadores, sería aprovechar la cercanía de la Semana Santa, en la que estaremos confinados, en cualquier caso, y adelantar esos 3 o 4 días festivos con una semana de anticipación.
El verdadero daño a la economía lo produce la duración del confinamiento, no la magnitud de la caída de la actividad
Además del drama social, la cascada de noticias sobre ERTES asociados a las empresas que congelan temporalmente su actividad, y el temor a que las dificultades de liquidez se conviertan en problemas de solvencia que se traduzcan en cierres definitivos y los anuncios repetidos sobre la magnitud de la recesión en la que ya estamos inmersos, urgen a que se busque adelantar el final de la epidemia lo antes posible.
Que acabe bien.- Si hay un clamor generalizado para que acabe lo antes posible, deberíamos también poner el foco en que "acabe bien". Con esto me refiero a dos temas: (i) que no se derive en una crisis de deuda como la que vivimos en 2010 como consecuencia de la falta de acción del BCE ante los ataques de los mercados a la deuda soberana de los países del sur de la zona euro.
La negativa de Holanda y Alemania a mutualizar los esfuerzos fiscales en que deban incurrir los distintos países de la eurozona ponen en riesgo este final feliz. Si no quieren eurobonos y prefieren que cada país emita su propia deuda para hacer frente a esta guerra, la única alternativa es que el BCE se comprometa a adquirir esa deuda en el mercado primario, a un tipo de interés nulo o simbólico. La Reserva Federal de EEUU ya ha anunciado que lo hará, y debemos aprender de la forma de resolver las crisis financieras al otro lado del Atlántico. (ii) La otra faceta de "acabar bien" es que el proceso de relajación del confinamiento se haga de forma gradual y ordenada, de forma que se monitoricen posibles rebrotes de casos y se tengan localizados. Es decir, que se aplique "el modelo chino" también para levantar las restricciones.
Al principio, salidas dentro de cada barrio con reaperturas de comercios y parques. En una segunda fase se autorizarían los movimientos dentro de cada ciudad o área metropolitana, a la par que se van retomando las actividades productivas. En una tercera fase podríamos salir de nuestra ciudad y viajar a las segundas residencias o a alojamientos turísticos nacionales. Y sólo en una cuarta fase se permitiría la entrada de extranjeros y la celebración de eventos masivos.
Tan importante es que se cumpla a rajatabla el confinamiento, algo que se está haciendo por la gran mayoría de la población, como que no se levanten las restricciones de forma brusca, poniendo en peligro un rebrote generalizado que nos lleve a un nuevo confinamiento. El problema va a ser que, algunos sectores, como el turístico, que depende de la entrada de extranjeros, probablemente presionen para que nuestras fronteras se abran rápidamente. Y también los harán algunas regiones, principalmente las islas. Pero en esos casos podría considerarse una "apertura asimétrica". Es decir, si así lo desean, su apertura a los visitantes del exterior, pero compensado con un aislamiento con respecto a los habitantes de la Península. Una difícil decisión.
*** Este artículo fue entregado antes de la comparecencia de Pedro Sánchez de este sábado para anunciar nuevas medidas de confinamiento.