En las últimas semanas se ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de unos nuevos "Pactos de la Moncloa" como los que en 1977 encauzaron la difícil situación de la economía española, inmersa en una espiral de precios, salarios y déficit exterior, y que posibilitaron la transición política que se plasmó un año más tarde en la Constitución de 1978. Siempre he defendido la necesidad de unos Pactos de Estado que posibiliten las reformas que tenemos pendientes desde nuestra incorporación al euro: sistema de pensiones, mercado laboral, modelo educativo, sistema judicial, energía y cambio climático, modelo de innovación, digitalización, sistema financiero y fiscalidad.
Con más razón defiendo en las actuales circunstancias excepcionales, la necesidad de un acuerdo político amplio para hacer frente a esta situación. Unos pactos de Estado, como ocurrió en 1977, no requieren un Gobierno de concentración. En esos años la situación política era muy tensa, pero el Gobierno se mantuvo en solitario, con una dura oposición controlándole. Y ello no impidió los acuerdos. La cuestión hoy es, ¿qué temas debería tratar de consensuar ese nuevo Pacto de Estado? Básicamente sería la hoja de ruta sobre la crisis causada por la pandemia del virus COVID-19. Me atrevo aquí a esbozar una hoja de ruta de lo que debería incluir ese gran acuerdo nacional, con el ánimo de abrir un debate constructivo.
1. Consensuar la salida del confinamiento. Llevamos semanas discutiendo si los gobiernos, el estatal y los autonómicos, actuaron tarde y si lo hicieron con suficiente contundencia. Esa discusión se puede y se debe posponer para cuando haya que hacer un balance de lo ocurrido en los últimos meses y, en su caso, exigir responsabilidades.
Pero ahora estamos metidos en un confinamiento que se ha demostrado necesario (prácticamente todos los países lo están aplicando en mayor o menor medida) y efectivo (dada la reducción del ritmo de contagio, medido por diversos indicadores), pero que también está causando un grave deterioro de la situación económica y una incertidumbre sobre su recuperación.
Se desconoce quién asesora al Gobierno desde un punto de vista técnico, más allá de los que minimizaron en febrero y marzo la magnitud de la epidemia y su potencial letalidad. Pero está claro que el Gobierno se ve sometido a fuertes presiones contrapuestas, de diferentes científicos y técnicos, de diferentes fuerzas políticas, a veces dentro de su mayoría parlamentaria, de la CEOE y los sindicatos, para ir por un lado o por otro.
Unos pactos de Estado, como ocurrió en 1977, no requieren un Gobierno de concentración
Creo que se debería consensuar la hoja de ruta de esta salida del confinamiento y evitar vaivenes o contradicciones. En particular, propongo que, siguiendo el modelo chino, que hasta ahora es el único del que disponemos, se continúe el confinamiento hasta que lleguemos a los "cero nuevos casos diarios", algo que en China ocurrió en la quinta semana y aquí podríamos alcanzar en la segunda semana de mayo. Eso no quiere decir que ya no vaya a haber contagios. Los habrá y deberán ser controlados y monitorizados para evitar recaídas. La apertura del confinamiento podría consensuarse que cumpliera los siguientes requisitos (i) que se sigan criterios geográficos, no sectoriales (ii) gradual (iii) asimétrica y (iv) monitorizada.
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I. Criterios geográficos: pimero barrios urbanos o municipios pequeños; en segundo lugar, movilidad dentro de la misma región, en tercero, por el territorio nacional y finalmente, abriendo las fronteras al exterior. Evidentemente, el ritmo de avance de una fase a otra se hará siguiendo los criterios técnicos que minimicen el riesgo de recaída. A medida que se levante el confinamiento se irán abriendo negocios, principalmente comercio y oficinas, primero de proximidad, y luego extenderlo a todas las superficies. Pero será el criterio geográfico el que domine.
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II. Gradual, es decir, modulando, si hay aparición de nuevos casos, o acelerando, con la confirmación de ciudadanos inmunizados a través de test masivos.
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III. Asimétrica, es decir no se desconfina todo a la vez, sino empezando por los barrios y municipios menos afectados, a partir de la muestra encargada al INE
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IV. Monitorizada, tanto a traves de test masivos, como identificación de los ciudadanos en función de sus resultados: inmunizados, movilidad total; negativos, movilidad controlada, positivos asintomáticos, volver a la cuarentena. Se debe consensuar un uso racional de las nuevas tecnologías que, manteniendo el anonimato, ayude a un seguimiento del grado de contacto de los posibles nuevos contagios, para proceder al confinamiento si fuera necesario, de algunas zonas o incluso barrios.
2. Consensuar el diagnóstico sobre la situación económica. Las peticiones de ayuda ya son innumerables y, con el tiempo lo serán más. Pero el Gobierno no puede "disparar contra todo lo que se mueve". No sólo porque los recursos son escasos, sino porque se trata de maximizar la eficacia de las políticas. Ello requiere de una hoja de ruta que esté basada en un diagnóstico compartido sobre la naturaleza del problema económico al que nos encontramos, y que hasta el momento no tenemos.
Se requiere de una hoja de ruta que esté basada en un diagnóstico compartido sobre la naturaleza del problema económico
En mi opinión se trata de un descomunal choque negativo de oferta agregada, consecuencia del cierre de buena parte de la actividad productiva interior, acompañado de un choque de demanda que tiene una naturaleza doble: por un lado, una caída de la demanda externa, exportaciones y turismo exterior y, por otro, una caída de la demanda interna privada, consumo e inversión, que se ven imposibilitadas a llevar a cabo sus planes de gasto, no por falta de renta, sino por la restricción física del confinamiento.
Al contrario de una recesión clásica, en la que buena parte de las familias aumentan su ahorro de forma voluntaria, por motivo precaución, en este caso el aumento del ahorro es involuntario, obligado por la imposibilidad de consumir. Y ello hará que buena parte de esos hogares reactiven sus planes de consumo, cuando se levante el confinamiento.
En la medida en que ese levantamiento sea más o menos rápido, así será la recuperación del consumo y de la inversión inmobiliaria. Los mismo podría decirse de las empresas con respecto a sus planes de inversión. La recuperación aquí será más dudosa si las empresas han incurrido en muchos costes fijos durante la paralización económica o si han sufrido problemas de liquidez. Muchas empresas, además, dependerán de la recuperación de la demanda externa, exportaciones y turismo internacional, algo sobre lo que no tendremos ningún margen de maniobra. Ni abaratar nuestros productos, ni mejorar nuestro tipo de cambio ayudará, al contrario de lo que ocurre también en una recesión clásica, a recuperar nada de esa demanda externa. Mantener cerradas las fronteras hasta garantizar la seguridad de nuestra población también debe ser motivo de consenso.
3. Consensuar las medidas económicas. Coherentemente con el diagnóstico anterior, tendrán poco sentido las políticas de estímulo generalizado de la demanda: "helicóptero monetario", grandes planes de inversión pública o rebajas de impuestos sobre la renta u otros. Por supuesto debe continuar la política de consumo público relacionado con el gasto sanitario y el material necesario para combatir el virus.
Pero el foco debe ponerse en sujetar la oferta, es decir, garantizar la supervivencia de las empresas, para que la producción se reactive de la mano de la demanda, para que el paro estadístico no se convierta en paro económico, y para que los planes de inversión no se frustren de forma definitiva.
Especial atención merecen las pymes y autónomos, que sufren importantes costes fijos, en forma de seguros sociales, impuestos indirectos, alquileres o facturas energética y de comunicaciones, y que requieren aplazar esos costes y recibir liquidez para sobrevivir al período de confinamiento.
Es evidente que no todas las familias habrán podido acumular ahorro para reactivar el consumo tras el confinamiento. Por ello es fundamental actuar con los hogares más vulnerables, tanto los que viven de la economía sumergida o informal, como de los nuevos parados, fundamentalmente los temporales del sector servicios. Los planes de ingresos mínimos vitales con carácter extraordinario, no permanente, deben ser bienvenidos.
Los planes de ingresos mínimos vitales con carácter extraordinario, no permanente, deben ser bienvenidos
Los sectores más perjudicados, como son el turismo internacional o los eventos masivos (espectáculos deportivos, musicales, etc.) deberían tener planes especiales que pueden también ser consensuados. La caída de ingresos públicos y el aumento del gasto, tanto sanitario como apoyo a las empresas y transferencias a los hogares vulnerables va a ocasionar un descomunal aumento del déficit público. Esto debe ser también consensuado, por la relevancia que tiene de cara a los mercados financieros.
Que no nos ocurra como en 2010. La prima de riesgo se mantuvo prácticamente estable desde el comienzo de la Gran Recesión de 2008 hasta mayo de 2010, cuando se nos exigieron los primeros recortes y las subidas de impuestos. Y lejos de apaciguarse, se elevó hasta superar los 600 puntos básicos en verano de 2012 (véase gráfico). Esta vez debemos ir unidos, como país, ante las instituciones europeas para defender que ese endeudamiento es una necesidad y no un capricho, o el resultado de "un manirroto".
La agenda anterior es una propuesta de consenso. Como tal, será muy discutible en muchos aspectos. Pero no es ideológica. Discutámosla desde un punto de vista técnico y apartemos la discusión política para más adelante, que tendrá que haberla.