¿Querría usted pagar impuestos… especialmente en tiempos de emergencia? En algunos casos la respuesta sería NO, pero precisamente por eso los impuestos son obligatorios. Y sí, el gasto público no desaparece en tiempos de epidemia, de hecho, desgraciadamente aumenta. Sin embargo, hay otra pregunta relevante: ¿Es posible pagar impuestos en los tiempos del coronavirus o esto supone un grave riesgo sanitario?
A esta pregunta sobre la posibilidad de pagar impuestos se refiere la demanda razonable de aplazamientos y suspensiones de impuestos y cotizaciones. Porque en toda esta cuestión hay demandas razonables y otras que no lo son tanto. Y por encima de todo, hay demandas razonables que quizás no se puedan atender. Porque, como comentábamos hace unos días en Invertia en El impacto fiscal del coronavirus, nuestra situación fiscal es complicada, y sobre todo se va a complicar más próximamente. Pero, en cualquier caso, atender demandas de suspensión y aplazamientos razonable permitirá tener una menor caída de ingresos en el futuro.
Si por el contrario, se atiende a todo, el efecto será el opuesto: menos recaudación ahora y en el futuro. La pregunta clave aquí es: ¿Qué es razonable y que nos podemos permitir?
Empecemos: la mayor parte de los tributos que se quieren aplazar se refieren a impuestos que las empresas ya han cobrado a otros. Usted cuando acude al supermercado paga los productos y el IVA, o el impuesto especial, caso de las bebidas alcohólicas, correspondiente. Por otra parte, la empresa cuando paga los salarios descuenta las retenciones. Estos dos impuestos, IVA y retenciones del IRPF los ingresan las empresas el 20 de abril. En principio, las empresas ya tienen el dinero y, si hubiese que condonar impuestos, habría que hacérselo a los consumidores y a los trabajadores.
Lo que puede ocurrir es que las empresas, dadas las circunstancias, no tengan tesorería para afrontar el pago de impuestos. Pero en ese caso, no estamos hablando de un problema fiscal, sino de un problema financiero. Si este problema de tesorería es puntual, esto se debería arreglar con un préstamo. Y, si no es puntual, de lo que estamos hablando es de destrucción de capacidad económica y de empleo.
A un problema de tesorería puntual se puede intentar responder con un aplazamiento de impuestos. Sin embargo, hay que tener en cuenta dos cuestiones: en primer lugar, que el origen de los problemas de tesorería de las empresas en estos días aciagos no son los impuestos, sino la falta de ingresos por el parón de la actividad. Y en consecuencia, no se suelen resolver problemas extrafiscales por vías fiscales exclusivamente.
Por otra parte, estamos hablando de conceder un préstamo, no de hacer justicia en los impuestos. A medida que vayan pasando los meses, los individuos, y sobre todo las empresas, irán pagando en función de sus ingresos y ventas. Por lo tanto, las empresas que no tengan beneficios no pagarán el impuesto de sociedades, y en general las que no vendan no pagarán IVA.
Por supuesto, los impagos y la mora van a aumentar, y es necesario que se adapten al menos temporalmente la normativa de los impuestos. Pero, en general, lo que se está pidiendo a corto plazo, es por encima de todo, un aplazamiento del ingreso de impuestos que ya se debían haber cobrado a otros agentes económicos, fundamentalmente trabajadores y consumidores.
No estamos hablando de un problema fiscal, sino de un problema financiero
Más allá del pago de impuestos, hay otra cuestión relevante como es la de la elaboración de las declaraciones. Estos son malos tiempos no sólo para pagar, sino incluso también para elaborar declaraciones. Es cierto que casi todos los trámites se pueden realizar online, pero la recolección de datos y papeles previos no siempre.
En estas condiciones, la moratoria de un mes para la presentación de declaraciones para empresas que facturan hasta 600.000 euros es una respuesta. Aquí se resuelve fundamentalmente un problema de riesgo sanitario, porque evidentemente un mes de retraso no resuelve la situación financiera de una empresa. Por supuesto, todos podemos criticar la respuesta por insuficiente. Sin embargo, en un mundo donde millones de contribuyentes presentan por Internet su IRPF, no parece que no se pueda exigir que las empresas con un cierto nivel de facturación hagan sus trámites online.
Una consideración puramente numérica: todo no es posible. Pensemos que en abril de 2019, la Agencia Tributaria recaudó 26.000 millones de euros, de los cuales retenciones de IRPF e IVA sumaron más de 17.000 millones. Pensemos que, del mecanismo del MEDE, España podría aspirar un máximo del 2% del PIB; es decir, unos 25.000 millones, que serían además un crédito. Eso sí, en condiciones favorables.
Otro dato, buena parte de este dinero va a las comunidades autónomas, que ahora están haciendo frente a un gasto sanitario disparado. Este año la financiación prevista del Estado a las CCAA de régimen común asciende a más de 113.000 millones de euros. Claro que vamos a recaudar menos este año, pero no debemos ni podemos dejar esta cuantía a cero. Y sí, seguramente, muchas pymes y autónomos necesitarían aún más flexibilidad, pero otras no, y no se puede dar una respuesta indiscriminada que no podemos pagar.
Todos pensamos que hay gasto superfluo y también quién no paga indebidamente sus impuestos. Sin embargo, a muy corto plazo, los números son los que son. Eso sí, nos vamos a tener que endeudar para afrontar el gasto sanitario y mantener un mínimo de actividad productiva y cohesión social. La buena noticia es que está siendo posible endeudarse y que lo peor de esta horrible pandemia va quedando atrás. Pero el endeudamiento hay que devolverlo, y si los créditos y aplazamientos concedidos por el Estado no se recuperan, lo tendremos que acabar pagando todos, en una situación económica que será peor que la que teníamos antes de la epidemia.
Los números son los que son. Nos vamos a tener que endeudar para afrontar el gasto sanitario y mantener un mínimo de actividad y cohesión social.
Con los créditos y aplazamientos estamos comprando tiempo para mantener la actividad de empresas y autónomos, trasladando riesgos al Estado, para poder hacer frente a una emergencia. El tiempo es muy valioso pero el dinero no es infinito. Y con los impuestos estamos comprando civilización en estos tiempos aciagos.
Como siempre, nos podemos quejar de que debíamos haber llegado aquí con una mejor situación de nuestras cuentas públicas. Pero, como tantos otros errores en estos tiempos, ahora ya no tienen solución; el pasado no se puede cambiar. Como siempre, concluyo estas líneas agradeciendo a todos los que se están dejando su tiempo, su esfuerzo e incluso su salud en que muchos puedan salir de esta pesadilla, y en recuerdo de los que ya no están con nosotros.
*** Francisco de la Torre Díaz es economista e inspector de Hacienda del Estado.