Europa, en línea a lo que está sucediendo en el planeta con la pandemia generada por el coronavirus, ha alcanzado un acuerdo para aplicar medidas de respuesta fiscal para las economías más afectadas por el Covid-19. Tras varias reuniones en las que no se logró llegar a una respuesta, así como acuerdo posible, para las exigencias que, por un lado, demandaban los países del sur y, por otro, rechazaban los del norte, Bruselas ha logrado un entendimiento a través de la herramienta del MEDE, sujeta a esas exigencias que, nuevamente, emitían los demandantes.
Y es que, para los países del sur, como es el caso de España, Italia, Francia, Portugal o Grecia, la herramienta fundamental para solventar la situación partía de una respuesta fiscal ambiciosa, la cual desafiase a todos los precedentes que, desde el bloque comunitario, se han ido aplicando hasta ahora. Una respuesta fiscal ambiciosa, pero que requería de una coordinación colectiva para que dicha respuesta se pudiese materializar. Precisamente la exigida y demandada por los países del sur, la cual no contaba con la aprobación de los países del norte.
En este sentido, la herramienta deseada para combatir el coronavirus por estos países consistía en una apuesta muy ambiciosa de toda la Unión Europea, con una emisión de deuda conjunta, una mutualización de la deuda, que se viese materializada a través de la emisión de los famosos Eurobonos; conocidos comúnmente como 'coronabonos'. Una emisión que requería de una aprobación plena, pero que no contaba con la aprobación de países que, como Alemania, Holanda o la propia Finlandia, mostraban cierta preocupación por una disciplina presupuestaria que, bajo su percepción, ponía en riesgo dicha emisión.
Ante ello, la respuesta que ofrecían estos países estaba basada, como decíamos anteriormente, en el ya citado MEDE. Para Alemania u Holanda, el MEDE era la herramienta a la que acogerse. Eso sí, con unos compromisos que, de ampliar los fondos destinados a países más afectados, iban a incrementar la rigidez en materia de disciplina presupuestaria, comprometiendo a economías como a la de España a afrontar reformas estructurales enfocadas a corregir desequilibrios como los que presentan estas economías, al menos, en contraste con otras economías como Alemania.
Si observamos los ratios en materia de déficit, en materia de deuda pública, así como otros indicadores de las respectivas economías europeas, podemos observar a simple vista esos desequilibrios de los que hablamos. Los niveles de deuda que poseen aquellas economías que, precisamente, demandan y exigen la emisión de eurobonos, en muchos de los casos, igualan o superan al 100% de deuda pública en su ratio sobre el Producto Interior Bruto (PIB). Cosa que no ocurre con países como Alemania u Holanda, donde los niveles de deuda no sobrepasan el 60% en ambos casos.
La deuda de las economías que demandan y exigen la emisión de eurobonos, en muchos de los casos, igualan o superan el 100% del PIB
Ante estos desequilibrios, las exigencias de aplicar reformas estructurales iban enfocadas a reducir esa brecha existente, relajando a su vez las tensiones que continuamente se generan en torno a este ya histórico debate. Sin embargo, ante la negativa de la emisión de 'coronabonos' y en un escenario en el que deben conformarse con el MEDE, los países del sur han exigido que su aplicación sea sin compromisos. Es decir, las economías del sur han exigido la intervención del dinero del MEDE, pero sin el compromiso exigido por las economías más ortodoxas. Es decir, utilizar el MEDE sin el compromiso de aplicar reformas estructurales posteriormente.
Unas peticiones a las que, finalmente, ha cedido Bruselas. Y es que, la postura de estos países del sur, entre reproches a la actitud de los países del norte, era ya inamovible. Una eterna desgracia que seguirá condenando a la economía española a seguir solapando legislaturas sin esas reformas estructurales tan precisas para nuestra economía, así como para nuestra sociedad. Unas reformas estructurales que, hasta ahora, han estado supliéndose con políticas de "parcheo", las cuales no solventan, sino camuflan, problemas de gran calado.
Problemas como el déficit, el elevado endeudamiento, el desempleo, así como otra serie de elementos entre el que debemos incluir las pensiones, siguen siendo problemas estructurales que, por el momento, han sido abordados con medidas y resoluciones coyunturales. España sigue huyendo de esas reformas estructurales, de ese abordaje total que tanto precisa el país. Sin embargo, no es casual que se huya de unas medidas que exigen el cumplimiento de unas reformas que impedirían incrementos del gasto público como el prometido en campaña electoral por el Gobierno de la coalición.
España sigue huyendo de esas reformas estructurales, de ese abordaje total que tanto precisa el país
En este sentido, estas reformas estructurales, las que exige Europa, y España rehúye, no son más que unas reformas que obligarían a España a incumplir con dichos programas, incluyendo la renta básica tan deseada por algunos economistas, condenando al actual presidente a comprometerse con el incumplimiento de su programa, así como la consecuente, e inminentemente posterior, pérdida de votos que esto le ocasionaría. Algo a lo que, y estemos seguros de ello, no va a renunciar este Presidente. Al menos mientras pueda prorrogar estas medidas, como ya hicieron sus precedentes, para la siguiente legislatura.
Sea como sea, España y el resto de países del sur de la Unión Europea, ya han alcanzado un acuerdo para dar esa respuesta que tanto precisa el bloque económico en estos momentos. Sin embargo, no sin destacar la desgracia que supone el seguir tensando un proyecto que tanto beneficio ha dado a España en este sentido. Un proyecto que vuelve a rescatar a un país endeudado, encima sin el compromiso de seguir cumpliendo con una disciplina presupuestaria necesaria para la estabilidad y la sostenibilidad de un proyecto que ya muestra fisuras internas.
*** Francisco Coll Morales es economista, coordinador del servicio de estudios de la Fundación Civismo.