Utilizar su smartphone, abrir el periódico o encender la televisión… tantos gestos insignificantes que nos llevan de vuelta a una avalancha de noticias que provocan ansiedad, relacionadas con un solo tema: el coronavirus. Este drama sanitario está alterando la vida de las personas, las empresas y las instituciones. Hacemos un pequeño inventario, no exhaustivo, de las buenas noticias en el frente de la crisis.
El 2020 dejará huella en los anales bursátiles. En marzo, los mercados estadounidenses sufrieron su peor semana desde 2008 y los mercados europeos han borrado casi la mitad de las ganancias de la última década. Los rebotes en las bolsas ¿son un simple repunte técnico, o bien el comienzo de una recuperación sostenible? Conviene recordar que los repuntes técnicos, a menudo violentos, no son infrecuentes durante las crisis.
En 2008, el S&P 500 se recuperó, con un aumento del 19% entre finales de octubre y principios de noviembre, y un 21% entre fines de noviembre y comienzos de diciembre, antes de volver a sufrir un descenso brusco. Como el movimiento que acabamos de experimentar podría estar, totalmente, en línea con esta lógica.
Más allá del aspecto técnico, ¿qué podría justificar el optimismo de los mercados? Si continuamos la comparación con la crisis de 2008, hay una cuestión que vale la pena destacar: la rapidez y la magnitud de la respuesta de los bancos centrales y los gobiernos.
La Casa Blanca y el Senado acordaron un plan de apoyo de dos billones de dólares, es decir, el 10% del PIB estadounidense. Este plan establece ayudas directas a los hogares (hasta 1.200 dólares por adulto y 500 dólares por niño), préstamos a las pymes (367.000 millones de dólares), las grandes empresas, las ciudades y los estados (500.000 millones de dólares), así como una dotación de 130.000 millones de dólares para los hospitales.
A pesar de que estas ayudas son inferiores a las cantidades reclamadas por algunos inversores (4,5 o incluso 6 billones), es legítimo pensar que el gobierno de Estados Unidos se reserva munición para ajustar su respuesta a la duración del bloqueo económico. Estos enormes volúmenes de ayuda explican, en parte, la euforia de los mercados. Queda por ver si ésta puede durar.
A pesar de que el golpe económico es duro, los Estados y los bancos centrales han tomado rápidamente acciones. La magnitud de las medidas desplegadas para amortiguar la recesión es importante y es lógico pensar que, una vez que la pandemia esté controlada, los gobiernos propondrán una segunda oleada de planes de reactivación. No hay duda de que los bancos centrales acompañarán estos paquetes de estímulo con la oferta de generosas condiciones de endeudamiento. No puede decirse lo mismo de las grandes crisis anteriores, en las que las autoridades públicas tardaron en reaccionar.
La magnitud de las medidas desplegadas para amortiguar la recesión es importante y los gobiernos propondrán una segunda oleada de planes de reactivación
Es cierto que el confinamiento tiene graves consecuencias en la economía mundial. Pero el auge de las nuevas tecnologías de la comunicación nunca había facilitado tanto el trabajo desde casa. En los países desarrollados, cuyas economías están orientadas a los servicios, se ha mantenido la continuidad de la actividad empresarial, cuando la presencia física no es imprescindible. Hace tan solo 5 o 10 años, el confinamiento habría frenado mucho más la economía mundial, a falta de soluciones técnicas a gran escala.
Es verdad que la solidaridad internacional se esfuerza por dar una respuesta coordinada a la crisis sanitaria. Sin embargo, a menor escala la solidaridad se ha reforzado. Son innumerables las iniciativas individuales o colectivas en el ámbito sanitario.
A nivel europeo, la historia nos muestra que en las crisis es cuando la Unión se fortalece y las cosas avanzan. La flexibilización de los criterios de Maastricht es un primer paso hacia unas políticas presupuestarias más homogéneas. El lanzamiento de los ‘corona bonos’ o el recurso al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) podrían ser un avance aún más importante hacia una mayor solidaridad fiscal entre los Estados de la UE.
En cuanto a la caída del petróleo -que se debe al impacto combinado de crecimiento de la oferta y caída de la demanda- es preocupante, en primer lugar, para el medio ambiente, ya que hará que los combustibles fósiles sean económicamente más competitivos que las energías renovables. Pero cuando se recupere la economía, la demanda se reactivará, indudablemente, con mayor rapidez que la producción, cuya inercia es fuerte. Esto podría provocar un aumento brusco de los precios del oro negro y, así, reactivar la competitividad de los precios de las energías más limpias.
Por último, como en cualquier crisis, se pone en marcha un proceso de ‘destrucción creativa’. Las empresas más débiles desaparecen, dejando más espacio a las más resistentes. Si nos basamos, a la vez, en la dinámica de flujos de las acciones y en su rendimiento, son las empresas más virtuosas en cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) las que mejor resisten y podrían verse algo más reforzadas.
No cabe duda de que el túnel aún es largo, pero las luces que van surgiendo nos acercan un poco más a la salida.
*** Olivier de Berranger es director de Gestión de Activos de La Financière de l'Echiquier.