Puede que ahora mismo esté esperando un paquete de Amazon mientras hace una videoconferencia por Google Hangouts o ve una película de Netflix. Pero, a pesar de los cómodos servicios que nos ofrecen las grandes tecnológicas, Silicon Valley (EEUU), la meca por excelencia de la innovación, se ha demostrado totalmente inútil para contribuir a luchar de forma efectiva contra la pandemia del coronavirus Covid-19. Y la razón es que, básicamente, estas empresas no construyen nada.
Es físicamente imposible hacer test a todos los españoles. No lo digo yo, sino el ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque. Aunque las cifras oficiales varían, supongamos que nuestra capacidad es de 50.000 test diarios. Ahora, compare ese número con los cerca de 47 millones de habitantes que tiene nuestro país. El resultado es que tardaríamos unos 940 días en analizar a toda la población, es decir, más de dos años y medio. Y algo parecido ha pasado con las mascarillas.
Que España sea la huerta de Europa y que tenga un número parecido de cerdos y de personas nos ha salvado del desabastecimiento alimentario. Pero en cuestión de fabricación, las cosas no pintan bien. Y este problema no es único de nuestro país, sino de la fallida estrategia de Europa y EEUU de aprovecharse de la mano de obra barata para convertir a China en la fábrica del mundo. La falta de infraestructuras para producir la maquinaria y los reactivos necesarios nos ha dejado a merced de fabricantes extranjeros.
La gran esperanza para salir de esta reside en que aparezca una vacuna, algo que como prontísimo no sucederá hasta 2021. Pero, ¿se ha parado a pensar qué pasará cuando alguien la descubra? Pues que habrá que fabricarla a escala masiva. Y si en España tardaríamos 940 días en testar a toda la población, imagine qué pasará cuando llegue el momento de producir vacunas para toda la humanidad. Básicamente, que habrá que decidir a quién se vacuna primero y a quién le toca esperar.
Si en España tardaríamos 940 días en testar a toda la población, imagine qué pasará cuando llegue el momento de producir vacunas
A medida que esperamos y ponemos parches para minimizar el descalabro económico, va quedando cada vez más claro que la industria occidental tiene muchas deficiencias. ¿Qué están haciendo las empresas más poderosas del mundo para sacarnos de esta? Y, cuando salgamos, ¿cómo generarán industrias capaces de crear empleos bien remunerados y que aporten valor?
Son muchos los expertos que abogan por la lucha contra el cambio climático como motor económico para sacarnos de la crisis. Pero, ¿dónde están las inversiones en nuevos materiales para paneles solares, baterías o sistemas de fabricación avanzada? Aunque parece que en los últimos años la cultura de la innovación y el emprendimiento no ha hecho más que aumentar, hay que mirar las cosas de cerca. En 2018, casi el 57% de la inversión privada en España se destinó al software.
Y es que invertir en programas y algoritmos siempre resulta más barato, rápido y seguro que invertir, por ejemplo, en una nueva clase de batería. Ya en 2015, el entonces ganador del Premio Lemelson-MIT (una especie de 'Nobel de Ingeniería'), Jay Whitacre, advertía sobre la dificultad de innovar en este tipo de negocios debido al elevado riesgo y capital necesario para hacerlo: "Necesitas una nueva técnica de fabricación, un proyecto de escalado de millones de dólares, y después más dinero para fabricar a escala".
Como prueba de lo difícil que es innovar en estos sectores, dos años después y tras haber recaudado cerca de 180 millones de euros de inversores como Bill Gates, su premiada empresa de baterías se declaró en bancarrota. Pero ahora, las cosas han cambiado, como demuestra el hecho de que el valor de AirBnB, el amado unicornio de la innovación (que tampoco fabrica nada), se haya desplomado a casi la mitad en cuestión de semanas.
Se trata de prioridades. Ahora debemos garantizar infraestructuras de fabricación que garanticen el suministro de materiales sanitarios. Ahora necesitamos recuperar la economía con industrias resistentes y capaces de generar empleo de calidad. Y ahora la amenaza del cambio climático es más palpable y urgente que nunca.
Si sumamos esos tres elementos, el resultado es que necesitamos inversiones valientes para que, algún día, España pueda fabricar test, vacunas, placas solares o baterías a demanda. De lo contrario, tendremos que sentarnos a esperar a que alguien lo haga por nosotros, mientras jugamos con nuestras apps.