En las próximas semanas nos jugamos mucho, muchísimo en el ámbito económico. Pasada –relativamente- la emergencia sanitaria, las medidas que se adopten para salvaguardar nuestra economía van a ser determinantes para una "escalada" económica y social que puede marcar el futuro de nuestro país en los próximos años.
Si bien Europa nos puede y nos va a ayudar financieramente, todos los países van a tener que poner en marcha planes de reconstrucción económica de manera individualizada y se volverá a mostrar –una vez más- si somos un país a la cabeza europea que sabemos recuperarnos con celeridad y eficacia o si, por el contrario, tristemente volvemos a destacar en cifras de paro, déficit y bajada del PIB, volviendo a la mala fama que hemos tenido en algunas ocasiones ante los ojos del mundo.
Dejando a un lado las cuestiones de índole más financiera y macroeconómica, de las cuales no soy experto, sirvan las siguientes reflexiones para hacer propuestas constructivas en el ámbito laboral para que puedan contribuir, junto a otras muchas, a salir del agujero negro en el que estamos ya inmersos en el mercado de trabajo, a falta de las cifras de paro que se conocerán en breve.
En primer lugar, y coincidiendo con lo que hace poco manifestaba Daniel Lacalle en estas mismas páginas, convendría escuchar, pero escuchar atentamente. Pocas ocasiones hemos visto dónde los empresarios, grandes o pequeños, están alzando la voz de forma pública y decidida pidiendo soluciones a nuestros gobernantes y ofreciendo propuestas para mejorar la situación de nuestras empresas.
Todas ellas van en idéntica dirección: salvar empleo, salvar la empresa. No hay deseos de despedir, hay interés por sobrevivir como sea en esta crisis tremenda que estamos sufriendo. Muchas de esas propuestas son muy acertadas y en sectores tan importantes como la hostelería o el turismo –en general- son plenamente necesarias y convenientes.
El empresariado español y sus empleados han sido en esta crisis un ejemplo de solidaridad hacia la sociedad y la salud, y deben ser, sin duda alguna, responsables como actores principales en la salida eficiente de esta pandemia. Los testimonios de sanitarios, personal y empresas de servicios esenciales, empresas textiles, y un largo etcétera nos han llenado de orgullo a todos los españoles.
No hay deseos de despedir, hay interés por sobrevivir como sea en esta crisis tremenda que estamos sufriendo
En segundo lugar, hace falta consensuar. El consenso social ha sido en nuestro país (y lo es de forma muy clara en otros países europeos) un motor de cambio positivo de nuestra economía y mercado de trabajo.
Se observa una voluntad sincera y positiva en la negociación que están manteniendo patronal y sindicatos para elevar propuestas al Ejecutivo. Habrá, por supuesto, disensos en ciertas materias, pero por lo que se puede observar existe un ejercicio muy notable de responsabilidad por parte de los agentes sociales para la búsqueda consensuada de propuestas que puedan mejorar la situación de nuestro país. Mantenerse en posicionamientos ideológicos pasados o inflexibles no va a resolver nada.
Es más necesario que nunca superar esas diferencias, porque el empleo no entiende de ideologías sino de medidas que sobre todo aporten instrumentos a las empresas para adaptarse a una nueva realidad que va a ser muy distinta a la de estos años pasados. Estamos en una situación extraordinaria y se requiere de una innovación extraordinaria en todos los sectores y ámbitos.
Es más necesario que nunca superar esas diferencias, porque el empleo no entiende de ideologías sino de medidas
En tercer y último lugar, hay que incidir en la 'flexiseguridad'. Ésta es un modelo de organización del mercado de trabajo, importado de los países nórdicos pero adoptado por la agenda europea, que ha demostrado ser muy eficaz para resolver a corto plazo crisis de empleo pero a la vez para crear empleo sostenible en el futuro.
La flexibilidad debe ir referida a legislaciones y a acuerdos flexibles en materia laboral, para que las empresas puedan adaptarse a la realidad con herramientas alternativas a la de extinción de contratos (todo lo anterior a lo que ocurrió en la crisis del 2008).
Ejemplo de ello serían algunas de las provisiones incluidas en la anterior Reforma Laboral del 2012 como la opción preferente de los ERTE, las modificaciones de las condiciones de trabajo y la prevalencia del convenio de empresa sobre el de sector.
Medidas que han sido potenciadas ahora y que están siendo muy útiles para ayudar a las empresas y a sus trabajadores. Pero la flexibilidad hay que combinarla con una alta protección social de los desempleados y de los empleados en materia de seguridad y salud en el trabajo, extremo éste último que cobra especial relevancia si queremos evitar un nuevo rebrote de esta pandemia.
Algunas de las provisiones incluidas en la anterior Reforma Laboral del 2012 están siendo muy útiles para ayudar a las empresas y a sus trabajadores
Finalmente, el colofón de la 'flexiseguridad' son las políticas de formación continua y de aprendizaje a lo largo de toda la vida laboral, para posibilitar la adaptación de los trabajadores a las nuevas realidades económicas y su reintegración rápida en el mercado de trabajo. Como se ve, cada uno de los tres pilares de este modelo son los necesarios en estos momentos críticos.
Debemos escuchar, consensuar e implantar políticas de 'flexiseguridad'. La empresa es ahora el objetivo a salvar. Soluciones sanitarias no son contradictorias con soluciones económicas y cuando salgamos de esta pandemia –que saldremos-, deberíamos aprender no sólo de evitar nuevos virus o contagios sino también de evitar salir igualmente en el ranking mundial del desempleo.
*** Iñigo Sagardoy de Simón es presidente Sagardoy Abogados y catedrático de Derecho del Trabajo de la Universidad Francisco de Vitoria.