Comentábamos en este mismo espacio el pasado 6 de enero que José María Álvarez-Pallete afrontaba seis meses clave para ejecutar un plan que le permitiese llegar a la Junta de Accionistas de Telefónica con la acción a unos 7,5 euros. En el arranque de año, las hace años llamadas 'matildes' cotizaban por encima de los 6 euros. Ahora, están en 4,20 euros.
El coronavirus ha alterado los planes de negocio de todas las empresas del mundo. Pero en el caso de Telefónica resulta paradójico cómo en un momento en el que el confinamiento ha hecho que la sociedad ponga en valor su inversión en redes por el teletrabajo o el ocio on line, el mercado siga penalizando a la compañía. Más aún después de la operación con Liberty.
La fusión que el presidente de Telefónica cerró con Mike Fries (CEO de Liberty) hace semana y media no solo supone un paso de gigante para la compañía en Reino Unido, sino que al tratarse del primer gran deal corporativo de la historia cerrado con un handshake (apretón de manos) virtual ha puesto en valor el papel de las redes en la nueva normalidad a la que nos encaminamos.
La firma de una operación que dará luz verde a un gigante valorado en 43.500 millones de euros en pleno confinamiento ha sido muy comentada en los últimos días en el mundo de la banca de inversión.
Se trata de un experimento que a ojos de estos banqueros, que están acostumbrados a los continuos viajes de negocio para cerrar negociaciones similares, implica enormes ventajas. No solo por el ahorro de costes en viajes, sino también porque la trazabilidad de todas las conversaciones digitales y la ausencia de paseos por sedes corporativas puede convertirse en un poderoso arma contra las filtraciones que en más de una ocasión han dado al traste con este tipo de operaciones.
Desde el punto de vista psicológico, para Álvarez-Pallete y Fries, la soledad de la sala de reuniones ha supuesto un plus de nerviosismo a la hora de tomar una compleja decisión sin el respaldo o el calor físico de los equipos que suelen estar presentes en esas negociaciones.
El presidente de Telefónica y Ángel Vilá (CEO de la compañía) se conectaban en remoto desde sus respectivas casas a la reunión con Fries, que estaba confinado en su casa de Denver, y de los miembros de los equipos de M&A (Fusiones y Adquisiciones) que se conectaban en Londres. La diferencia horaria obligaba a negociar entre las 21:00 y las 12:00 varias veces por semana.
Telefónica logró la exclusividad en la negociación -con la que se garantizaba que el grupo controlado por John Malone no negociaría con su rival Vodafone- ya en tiempos de confinamiento. Y cuentan que el acuerdo final se cerró con un apretón de manos en la distancia, por el cual los presentes en la sala virtual acercaron sus manos a las pantallas de sus dispositivos para sellar el acuerdo.
Más allá de esos detalles -que no son anecdóticos por tratarse de una pista de la nueva normalidad o el futuro hacia el que caminamos a pasos acelerados-, la operación ha supuesto en golpe de sorpresa de Álvarez Pallete en un momento clave para su liderazgo.
En 2016, Telefónica fracasó en la venta de su filial británica O2 a Hutchison Whampoa por el veto de la comisaria Margrethe Vestager a una operación de 13.000 millones de euros. Tres años después, la multinacional española planteó una posible salida a Bolsa que tampoco fue posible.
Y ahora, cuando todo el mundo apostaba porque Álvarez-Pallete vendería la filial que tiene al frente a Mark Evans, Telefónica ha reforzado su presencia en un mercado en el que el histórico British Telecom va a sufrir por su nueva competencia.
Pero el mercado no ha querido premiar esa estrategia. Parece más preocupado por las implicaciones macroeconómicas del coronavirus y por los problemas de las divisas de muchos de los países en los que opera Telefónica.
Si atendemos a lo que sucedió a partir de 2008, la crisis económica en la que hemos entrado con total brusquedad llevará aparejada una guerra de precios entre los operadores de telecomunicaciones para captar clientes que ante la pérdida de poder adquisitivo necesiten rebajar su factura de teléfono e internet.
Sin embargo, en este nuevo contexto derivado de una crisis de salud que ha originado un drama económico, la importancia para muchos usuarios de contar con una red fiable (para el teletrabajo, las videoconferencias o la smart tv) puede paliar en buena medida los efectos que sufrirán estas compañías por esa guerra de precios.
Con estos mimbres y con la vista puesta en la ejecución de la desconsolidación prometida en Latinoamérica, Álvarez Pallete afronta la recta final hacia su Junta de Accionistas que se celebrará el próximo 12 de junio.
Allí acude con un respaldo importante: el de su núcleo duro. Y es que pese al desplome de la acción, sus grandes accionistas de referencia aprueban su gestión.
Como decía hace unos días en privado el representante en el consejo de administración de Telefónica de un importante accionista: "culpar a Pallete de la evolución de la acción, es como culpar a un banquero de la evolución del precio del dinero".
En estas semanas de confinamiento, Larry Fink ha reforzado el peso de BlackRock en el accionariado de la compañía con un 4,8%. También Isidro Fainé ha vuelto a salir a comprar acciones en varias operaciones de Criteria, la última de ellas, fue comunicada el jueves, 14 de mayo.
Atentos a...
El modelo de Suecia para hacer frente al coronavirus ha sido alabado y criticado en las últimas semanas. A diferencia de lo que ha ocurrido en otros países europeos, las escuelas, gimnasios, bares y tiendas suecos han permanecido abiertos durante la crisis sanitaria. El Gobierno de Stefan Löfven ha confiado la salida de la crisis a sus ciudadanos, a los que ha pedido que se queden en casa cuando sea posible y apliquen la distancia física cuando salgan fuera.
Frente a España, el modelo sueco ha funcionado bien, pero si se compara con sus vecinos Suecia Dinamarca, Finlandia y Noruega, ha registrado más muertes por Covid-19.
El plan sueco ha sido analizado por el banco de inversión que preside David M. Solomon y la conclusión es que no puede servir de ejemplo para países que, como España, están ahora abordando su desescalada.